XVI
Yo, protestante, ¡protesto!
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y
has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has
sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has
desmayado. Apocalipsis 2:2.
Protestamos por medio de este manifiesto, ante Dios, nuestro único Creador, Conservador,
Redentor y Salvador, y que un día será nuestro Juez, como también ante todos los hombres y
todas las criaturas, y hacemos presente que nosotros, en nuestro nombre y por nuestro
pueblo, no daremos nuestro consentimiento ni nuestra adhesión de manera alguna al
señalado decreto, en todo aquello que sea contrario a Dios, a su santa Palabra, a los derechos
de nuestra conciencia y a la salvación de nuestras almas... Declaración de los príncipes
alemanes en la Dieta de Espira, 1529.
Con el tiempo, a mis 55 años de edad y transitando por las aseadas calles
que se extienden entres las veredas rodeadas de verde, las coloridas casas
y la efervescencia espontánea de los colombianos, en la bellísima ciudad
de Armenia, que se levanta sobre los montes circundados de hermosísima
vegetación, y constantes lluvias tibias y tropicales, orillando sus
característicos cafetales: he venido a comprender claramente por qué un
hombre que ha recibido su Investidura del Espíritu Santo y un sencillo don
y ministerio, se rebela tan espontánea, natural, instantánea y
radicalmente contra la organización que lo ha tenido "beatíficamente",
"piadosamente" y "espiritualmente" sometido en sus subliminales redes
del engaño.
Por una obligación ética y moral, y por el derecho adquirido por Gracia de
ser honrado con la porción de Gloria que le corresponde al individuo como
Su hijo, por la pura y exclusiva Voluntad de Dios, uno comprende
cabalmente, en el día y hora precisos, que no puede ni debe exponer al
manoseo organizacional el o los dones que ha recibido de parte del Padre
Celestial. No coincide, no pega ni junta, no hay forma coherente y moral
de explicar o demostrar que las unciones del Altísimo Dios tengan alguna relación con la organización religiosa, ni armónica, ni de dependencia, por
muy buenos y educados que sean los jerarcas denominacionales.
Comprendo claramente a Pedro de Bruys y a Pedro Waldo, fieles testigos
del siglo doce, que denunciaron abiertamente la corrupción de la iglesia
dominante y los vicios del clero. Waldo fue el que llegó más lejos de los
dos. No sólo denunció a aquel sistema religioso como anticristiano, sino
que predicó el sencillo evangelio, y, al traducir los Evangelios a la lengua
del pueblo, puso la Biblia en manos de los laicos, hecho éste que provocó
el interdicto del Papa, excomulgándolo de la iglesia. Uno comprende a los
valdenses y albigenses, como se les llamaba, que huyeron de la furia del
papado y de la iglesia dominante a otros países, de manera que, por la
gracia de Dios, el verdadero evangelio fue predicado en casi todos los
rincones de la cristiandad. Entiendo a Wyclif, quien ha sido con justicia
descrito como la Estrella Matutina de la Reforma. De hecho, fue el primer
reformador de la cristiandad, el Lutero de Inglaterra. Sus mordientes
críticas contra Roma, en las que no vaciló en tildar al Papa de Anticristo,
atrajeron sobre su cabeza un torrente de anatemas. Pero Wycliffe era
amado por el pueblo. Se interesaba en el bienestar de las gentes, les
predicaba el sencillo evangelio, y tradujo la Biblia en 1380, a un lenguaje
que podían comprender. Para el tiempo de su muerte en 1384 sus
seguidores, que eran conocidos por el nombre de lolardos, se habían
hecho muy numerosos, y se encontraban entre todas las clases de la
sociedad. Negaban la autoridad de Roma y mantenían la total supremacía
de la Palabra de Dios. Uno comprende cabalmente a personas lolardas
como John Badby y de Lord Cobham entre los que sufrieron fielmente el
martirio durante aquel período. Uno entiende a personalidades cristianas
como Juan Hus y Jerónimo de Praga. Ambos confesaron abierta y
denodadamente su simpatía por todo lo que Wycliffe había escrito, y
fueron a su vez acusados como herejes y quemados. El martirio de ellos,
en lugar de limpiar Europa de las herejías de Wycliffe, inflamó las mentes
del pueblo bohemio, de manera que se desató una guerra civil. Pero
incluso esto resultó para bien, porque tuvo como resultado en un gran
crecimiento de los llamados husitas. Se entiende a Savanarola, en
Florencia, Italia, denunciaba como un profeta hebreo el sensualismo y los
pecados de la ciudad, y los vicios papales. El Papa quiso sobornarle con un
cardenalato: Fue ahorcado y quemado en la plaza mayor de Florencia, 19
años antes de que Lutero publicara sus 95 tesis. Uno comprende a cristianos
como John Wessel, el tenor de cuya enseñanza estaba opuesto a los
caminos y máximas de Roma. Comprendo a todos los que se opusieron,
aun a riesgo de sus vidas, contra la falacia de la iglesia apodada la institución del cristianismo. Uno comprende cabalmente a Juan Bunyan,
escribiendo su célebre libro de El Progreso del Peregrino encarcelado por
su Fe. Se comprende a cabalidad la titánica lucha de Martín Lutero, que
coronaría la rebelión final contra el aparato eclesiástico romano que
creara Constantino. Entiendo a Zuinglio, y aunque no me deja muy
satisfecho la personalidad dogmática y extremista de Calvino, entiendo su
rebelión, como la rebelión intransable de los anabaptistas, que incluso se
opusieron a Lutero, porque no querían más de lo mismo con envase
protestante: el error de poner el poder de la iglesia en manos del
magistrado civil, o de hacer de la misma iglesia el depositario de este
poder. Entiendo a la perfección a los Hugonotes, como fueron llamados
los protestantes franceses, la historia de sus sufrimientos, en particular en
la noche de la terrible matanza de San Bartolomé en 1572, que es bien
conocida, y ésta constituye, quizá, la matanza más malvada y desalmada
que jamás haya sido perpetrada por manos de la iglesia católica y sus
oscuros asesinos religiosos; un hecho del cual Roma mostró un estridente
gozo al recibir la noticia de que 100.000 personas inocentes habían
muerto. Se comprende a Tyndale, aunque de enorme significación, fue
mayormente desconocida. Su vida de fiel testimonio no fue larga, sufrió el
martirio a los cuarenta y ocho años de edad. En medio de una constante
oposición, que le llevó a huir de Inglaterra, Tyndale, ayudado por su
compañero reformador Miles Coverdale, finalizó una traducción de la
Biblia. Su aceptación fue enorme, porque el pueblo estaba sediento de
ella. En un tiempo increíblemente corto se difundieron copias desde las
costas del canal hasta los límites de Escocia. Uno comprende a fieles
cristianos como Latimer, que había sido un partidario tan firme de Roma
en sus primeros años que los papistas creyeron que Lutero había por fin
encontrado su igual, pero cuando llegó el tiempo de Dios, la visión de
Latimer quedó en el acto transformada. Convertido de manera notable
durante la confesión de uno de sus penitentes que había abrazado la
verdadera fe cristiana, Latimer actuó tan denodada y valerosamente en su
denuncia de las doctrinas de Roma como antes lo había sido para
mantenerlas. Las amenazas de los obispos fueron inútiles, y sus sermones
fueron empleados para iluminar a muchas almas.
Comprendo perfectamente a personas como Carlos y Juan Wesley,
mientras Carlos escribía himnos y Whitefield predicaba el evangelio, Juan
devino el organizador del movimiento. Uno comprende maravillado a
personas como John Darby, en los 1830, erudito de considerable fama y
abogado, fue convertido mediante la lectura de las Sagradas Escrituras. En
sus años tempranos aceptó un subrectorado protestante en el sur de Irlanda, pero más tarde quedó muy impresionado por la verdad de que la
Cabeza de la iglesia era Cristo glorificado, de lo que dedujo que debía
haber un organismo en la tierra, un cuerpo espiritual, en el que Su
condición de cabeza debía ser expresado. El llamado de esta verdad lo
llevó a salir de sus conexiones eclesiásticas (lo destaco en cursiva). Con el
paso del tiempo, las verdades y principios que gobernaban a J. N. Darby y
a otros no fueron mantenidas por todos los que profesaban tomar el
terreno de separación de la Iglesia Establecida y de las denominaciones:
hubo separaciones y regresos al vómito. No puedo dejar de compartirles
las palabras de este cristiano llamado John Darby, expresadas en el siglo
XVIII: «Después de haber estado convertido por seis o siete años, aprendí
por enseñanza divina lo que dice el Señor en Juan 14: "En aquel día
vosotros conoceréis... [que estáis] en mí, y yo en vosotros" —que yo era
uno con Cristo delante de Dios—, y encontré la paz, y nunca, aunque con
muchos fallos, la he perdido desde aquel entonces. La misma verdad me
llevó fuera de la Iglesia Establecida. Vi que la iglesia estaba compuesta de
aquellos que estaban así unidos con Cristo. ... La presencia del Espíritu de
Dios, el prometido Consolador, había entonces llegado a ser una profunda
convicción de mi alma en base de las Escrituras. Esto pronto fue de
aplicación al ministerio. Me dije a mí mismo: Si Pablo viniera, no podría
predicar; no tiene cartas de orden; si el más acerbo oponente de su
doctrina viniera, y las tuviera, tendría derecho a predicar, en base del
sistema. No se trata de un hombre malo que pueda infiltrarse (esto puede
suceder en cualquier lugar): es el sistema en sí. El sistema está mal. Pone
al hombre en lugar de Dios. El verdadero ministerio es el don y poder del
Espíritu de Dios, no la designación humana. ... Creo yo que el "Concepto
del Clérigo" es el pecado contra el Espíritu Santo en esta dispensación. No
quiero decir con esto que alguien lo esté cometiendo voluntariosamente,
sino que la cosa en sí misma es así con respecto a esta dispensación, y la
Historia de la Iglesia tiene que resultar en su destrucción. La sustitución de
otra cosa en lugar del poder y de la presencia de aquel Espíritu Santo,
bendito y bendiciente, es el pecado que caracteriza a esta dispensación.»
Historia de la Iglesia - Sinopsis • G. H. S. Price.
Comprendo perfectamente a William Branham rebelándose contra el
aparato católico y protestante, solo, totalmente solo en su tiempo, para
terminar degradado y desprestigiado, prohibido en todas las iglesias
protestantes de Estados Unidos, quienes hasta el día de hoy ni siquiera se
animan a mencionar su mensaje ni su obra, es natural: hay que estar
padeciendo demencia crónica y babeante para ir a entregar un preciado don de Dios a los altares blasfemos de la religión organizada. Yo,
protestante: protesto.
No hay organización que haya sido comisionada a entregar uno solo de los
dones que Dios reparte por intermedio del Espíritu Santo. Es
incongruente: ¿el Espíritu Santo trayendo los dones de Dios a la iglesia
para que esta los reparta según sus caprichos e intereses? Por
consiguiente, toda organización religiosa está desautorizada para meter
sus manos apóstatas, herejes y sangrientas en ninguno de los dones que
Dios ha repartido entre los hombres. Esa falta de respeto malvado que
demuestran y practican a su antojo las organizaciones seudo cristianas
manipulando y administrando para sus pérfidos intereses los ungidos de
Dios y sus dones, es una de las tantas faltas gravísimas que la llevarán a
sufrir la peor de las destrucciones: esas destrucciones que Dios ejecuta
por mano propia.
Como los protestantes célebres que me antecedieron, yo también
protesto. Protesto en Si bemol mayor, protesto cantando, protesto
predicando, protesto escribiendo versos, protesto delineando escritos
como éste, con mi forma de ser, con mi forma de vestirme, con mi forma
popular de hablar cuando me dirijo a la gente, con mi estilo marginal de
cristianismo no organizado y jamás sometido al dominio de las
agonizantes organizaciones religiosas y con mis coloquios rutinarios entre
amigos y conocidos: así protesto.
Naturalmente, sin hacer esfuerzo físico o profesional alguno, toda esta
porción espiritual que está en mí, es una formidable, irrenunciable e
irreductible manifiesto de protesta contra todo consejo mundial de
iglesias, contra todo concilio de iglesias latinoamericanas, contra todo
concilio de pastores en el mundo, contra toda asociación sagazmente
llamada cristiana, contra toda fundación con piel de oveja cristiana, contra
todo el aparato ecuménico internacional, contra toda organización
protestante de ciudad importante, de barrio o áreas rurales. Yo,
protestante: protesto.
Protesto en Nombre del Señor Jesucristo, alineado con todos los que
protestaron antes que yo y con todos los que protestarán en los días
venideros, en su lucha abnegada y feroz contra el aparato blasfemo que
cayó como una maldición del averno sobre los hombres y mujeres que
habitan el globo terráqueo. Protesto.
En mi peregrinaje latinoamericano he aprovechado cualquier resquicio
para protestar, para alzar la voz: he protestado en Argentina, he
protestado en Chile, he protestado en Perú, he protestado en Paraguay,
he protestado en Brasil, he protestado en Bolivia, he protestado en Ecuador, he protestado en Colombia y he protestado en Venezuela, y he
protestado al resto del mundo vía internet. Alzo mi voz protestando
dondequiera que vaya, esté donde quiera que esté, o cual sea el medio
por el cual me dirija a cualquier interlocutor que sea. No me ha ido bien
con los "jefes" eclesiásticos: he experimentado el mismo rechazo que mis
antecesores protestantes y salvo dos o tres gloriosas excepciones, han
vuelto a recibirme y se han hecho amigos leales y definitivos. Los demás,
dan vuelta la cara, se enojan otros, y no saben cómo decirme que me vaya
los más complicados: nadie quiere que le toquen el concepto iglesia
institucional que manejan. No tienen ninguna Escritura para defender sus
posiciones denominacionales, lacayas muchas veces, pero no aflojan,
cuidan su monstruito sagrado y no les importa absolutamente nada el
destino de condenación que acarrean sobre sí mismos, como tampoco les
importa la gente que hunden. Sin embargo he tenido una aceptación
asombrosa de las congregaciones, aunque después son "llamadas a
terreno" por sus señores dominantes, quienes después se encargan de
desvirtuar todo colocándolos en "orden" otra vez. He experimentado los
mismos descréditos y descalificaciones, arrastro las mismas
estigmatizaciones que los protestantes genuinos ancestrales. He sido
denunciado al mundo religioso, a través del Internet, como un individuo
peligroso, como poseedor de una apología peligrosa, como un hombre con
otro espíritu, lo cual he confirmado, pues tengo otro espíritu, nada
parecido con el espíritu de las organizaciones, católicas, protestantes y sus
múltiples subdivisiones, y sectas: mormones, testigos de Jehová,
sabatistas, branhamitas, etc. Y aunque ha sido desolador mi recorrido
latinoamericano, no me cabe ninguna duda que hay miles más que no han
doblado su rodilla al Baal del aparato protestante organizado y sus
pequeñas réplicas sectaristas. Y, aunque así no hubiese más nadie, bueno,
aquí hay uno que nunca entregará su don a los altares de la iglesia
organizada que convive inmoralmente con el aparato del estado, para que
manoseen el don de Dios, para que usufructúen de él, para que lo usen
para atraer incautos a su trampa dogmática, para que me esclavicen junto
a él, para que lo manipulen para engrosar sus arcas y cuentas bancarias
con el ignominioso dinero que saquean a sus fieles, para que lo usen para
construir sus imperios personales: jamás. Porque el cristiano tiene ese
espíritu de los tres jóvenes que fueron lanzados al horno de fuego
ardiendo, quienes frente a la advertencia del rey respondieron: "¡Nuestro
Dios, a quién servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de
tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus
dioses...!" Dan. 3:17, 18. Estoy asumido en mi condición, vocación y destino. Recuerdo ese episodio de la historia de Nicaragua, cuando fue emplazada
por el imperio protestante norteamericano a que se rindiese.
Prontamente el gobierno nicaragüense redactó su documento de
rendición: toda Nicaragua se rinde. Pero, desde algún rincón de la
montaña nicaragüense, emergió el manifiesto inmortal de Augusto César
Sandino (desaparecido hasta el día de hoy): "¡Toda Nicaragua se rinde...
menos uno!" He comprendido cabalmente por qué nuestros hermanos
mártires perecían cantando en sus hogueras, en sus martirios, en sus
asesinatos metódicos y por qué salían corriendo, glorificando al Señor
Jesucristo al encuentro de las fieras, para ser muertos antes de que estas
los persiguiesen por la arena de sus exterminios. Yo, protestante:
protesto.
Protesto contra el aparato blasfemo de la religión, porque me ha
bendecido el mismo Espíritu, un Espíritu mayor que yo y no me ha soltado
nunca; y que de ninguna manera me ha permitido venderme, transar,
hacer las paces, negociar, practicar coinonías, ni alianzas o
reconciliaciones con la poderosa organización religiosa terrenal. Es más
fuerte que yo, no puedo contra este Espíritu. He intentado desligarme de
él durante décadas, pero siempre está en mí. Y aunque esta rebelión que
me provoca contra lo eclesiástico va contra mis aspiraciones de humano
natural, contra mis sueños legítimos y contra mi legítimo proyecto de vida
humano y material, siento un regocijo íntimo cuando empieza a obrar en
mí, siento un gozo inmenso cuando me lleva a expresar lo contrario que se
espera de un predicador cuando me ocurre predicar para la gente de la
organización; siento regocijo cuando soy expulsado de sus territorios
sectarios porque no les ha hecho gracia mi canción protestante y
contestataria. Siento júbilo, solaz, una alegría inenarrable cuando conozco
que un Espíritu mayor que los espíritus que hay en el mundo religioso
obra en mí, vive en mí, se agita en mí, conduciéndome, guiándome,
dándome cobertura, defendiéndome, fortaleciéndome e inspirándome. Es
un Espíritu de un reino que no es de este mundo, es el Espíritu de un Rey
de reyes; y ocurre que un Rey no se somete aunque esté cautivo: no deja
de ser un rey. Como así mismo un hijo de un rey, encadenado donde
quiera que le ocurra la desgracia de la esclavitud, sigue siendo un hijo del
rey. Cosa inmerecida, pero a la vez portentosa, esto de estar investido del
poder del Rey de reyes y Señor de señores. Así como lo están mis
hermanas y hermanas en Cristo Jesús, Señor y Dios nuestro, único Dios
nuestro. Protesto.
Yo, protestante: protesto contra la clase jerárquica, devenidos ya en
nicolaítas profesionales, posicionados intrépidamente ridículos en el lugar de Dios, comandando una iglesia blasfema, hereje y apóstata, que ha
pervertido el Nombre de nuestro de Dios, la Biblia y su mensaje de
salvación por todos los rincones de la tierra, convirtiéndolos en íconos y
herramientas de castigo, amenazas, tormento y perdiciones, a contra
mano frontalmente con esta dispensación de Gracia y Salvación
inaugurada a precio de sangre divina en la persona del Salvador, Salvador,
Salvador, no Condenador, Salvador, Salvador....
Yo, protestante: protesto contra todos estos acomplejados musiquitos
evangélicos que envenenaron con alabanzas comerciales la adoración de
todos los esclavos religiosos de la tierra. Protesto de todos ustedes que
convencieron a las masas religiosas que la embriaguez del ritmo y del
vacilón son la expresión celestial del don del Espíritu Santo, de Su
Avivamiento, usando para ello todos los ritmos seculares y comerciales
que han llevado a la perdición a todos los habitantes de la tierra. Yo,
protestante, protesto en contra de todos los salmistas rockeros, contra
todos los salmistas del Hip-hop, contra todos los salmistas del reggae y
todas esas salomés evangélicas pentecostales, trinitarias y unitarias,
pintarrajeadas, que bailan y mueven sus caderas "alabando" como no se
animaría a practicarlo delante de su Rey, Señor y Salvador ni María
Magdalena, ni las hijas de Felipe, ni María, la madre de Jesús, ni las
esposas de ninguno de los apóstoles que el Cristo mismo eligiera. Yo,
protestante: protesto, como músico y creador de mi propio repertorio
cristiano de la canción, contra todo el aparato artístico evangélico y sus
estrellas apostatas de la canción, fabricadas y dirigidas según los índices y
las investigaciones del mercadeo del consumismo religioso. Yo,
protestante, protesto contra esta última generación de musiquitos y
cantantes evangélicas "profesionales" de esta última expresión
dispensacional que avergüenzan directamente a toda esa comunidad
artística y religiosa, muy, peligrosamente parecida, orillando lo idéntico
que hundió a los habitantes de Sodoma y Gomorra.
Soy músico y creador de mis propias alabanzas, desde el año 1972 he
mantenido un proceso constante de creación, exclusivamente en base al
don recibido de Dios, cosa que no nace de hombre alguno. A partir del año
2000 y a 20 años de haber abandonado Chile y sus iglesias, he cantado mis
alabanzas por diversos países de Sudamérica, con y sin amplificación, a
capela inclusive, como en Venezuela, cuando la esposa de Cirilo, el pastor
de Barquisimeto, me pedía que lo hiciese en las reuniones que se
practicaban en los hogares más carenciados y hasta míseros del barrio
suburbano donde ministran el evangelio hasta el día de hoy. He cantado
mi canción en canales de televisión evangélicos y en cárceles, y en reuniones hechas en canchas de fútbol, en las plazas de ciudades
importantes, en el campo, en iglesias gigantescas y millonarias, y en
ignorados y reducidos cultos de montes y suburbios: nunca cobré a nadie
para cantar a Dios, pese a que en algunas iglesias me han preguntado
directamente cuánto les cobraría para hacer mi presentación en sus
congregaciones, a lo cual siempre he respondido que absolutamente solo
recibiría una ofrenda voluntaria, si es que se usa así o si es que
espontáneamente acuerdan hacerlo así, si no, nada; porque cobrar un
monto, más pasajes, estadía y viáticos, como hacen los cantantes
evangélicos de hoy en día, no solo me parece una barbaridad, es un
escarnio, una blasfemia, una renegación de un don de Dios entregado
gratuitamente, un insulto al pueblo de Dios y al Espíritu que ha convertido
a un puñado de hombres y mujeres en cristianos, hijos e hijas de Dios, es
incalificable. Soy de esos trovadores que prefiere mil veces cantar para
dos o tres hijos e hijas de Dios, congregados en un patio, un campo, una
modesta casa de familia a cantar para un par de miles de pobres diablos
religiosos engañados bajo el influjo de la moderna canción comercial
evangélica, donde satisfacen sus vanidades y deseos de fama y gloria
eclesiástica todos esos tristes y patéticos seres elevados al estrellato de la
canción religiosa. Protesto, claro, porque los trovadores de Dios nacieron
atados a una canción de un Reino que no es de este mundo.
Hubo una historia que es digno de relatar aquí, acerca de un llamado al
altar que se hizo en esas impresionantes campañas evangelísticas de los
50'/60', en los Estados Unidos. Cuando el evangelista auspiciado por esa
famosa organización llamada Hombres de Negocio del Evangelio
Completo, que entre sus muchas empresas auspiciantes apoyó también al
tal Swagartt, hizo el clásico llamado de arrepentimiento que corona cada
reunión de campaña protestante, más de 1.500 personas se abalanzaron
hacia la plataforma para hacer su profesión de fe. Un ministro que
acompañaba al evangelista en la plataforma se maravilló y sin poder
contenerse se dirigió eufórico al predicador diciendo: "¡Hermano
Branham, son más de mil quinientas las almas salvadas en esta noche
gloriosa, aleluya...!" El evangelista se volvió a él respondiendo: "Hermano,
la persona que será salva esta noche, no está en esta reunión." Yo tengo la
absoluta certeza de que yo he repartido mi canción entre muchas
personas como esa que no estaba entre esos 1.500 de la campaña oficial
protestante.
Protesto de estos especímenes "cristianos", como este pobre y mísero
hombre de México, que acaparó todos los escenarios apóstatas de la
canción "cristiana" protestante, trinitarios y unitarios, influyendo a una abrumadora mayoría de musiquitos de estos centros eclesiásticos,
incluyendo a los sectarizados cantantes branhamitas, y arrastrando tras sí
a todas las congregaciones organizadas con sus alabanzas comerciales,
para después dejarlos a todos con así una trompa abierta al darse vuelta
espectacularmente hacia el masivo y universal complejo eclesiástico
católico y sus millares de profesantes. Yo, protestante: protesto de toda
esa basura comercial religiosa, digna de cerdos y de perros, que nos
venden queriendo hacernos creer que son cantantes de Dios. Protesto, sí,
señor, re contra protesto. Protesto de todas esas canciones ecuménicas,
trinitarias, comerciales, y blasfemas que son un verdadero insulto dirigido
en contra de la Omnisciencia de Dios y a la inteligencia de sus hijos e hijas
que no han doblado su rodilla ante el baal internacional de la canción
marketinera de la religión.
Yo, protestante: protesto contra la iglesia protestante mundialmente
organizada, porque son el bastión que ha apertrechado satanás para
engañar aun a los elegidos, si fuera posible, lo que no será así porque sus
elegidos no son guiados ni santificados por el poder político, económico y
religioso de la organización mundial, porque sus elegidos son guiados y
santificados por el único Espíritu que nadie engañará jamás: el Espíritu de
Dios: Dios no puede ser burlado...No existe hombre, demonio, dios falso,
ni papa, ni pastor evangélico, ni religión alguna que engañe a Dios, a su
Espíritu o a todos quienes han sido revestidos y sellados con Su Espíritu.
Nada más equivocado que eso, nada más petulante que eso de parte de
satanás y su religión organizada a nivel mundial. Yo, protestante: protesto.
Cuando faltaban dos años para entrar a la década de los 80', perdí toda
identificación con el aparato evangélico; hoy, a seis meses transcurridos
del año 2009, en Colombia, regresando de Venezuela, no puedo más que
decir que el espectáculo eclesiástico del presente latinoamericano es más
terrible que a finales del siglo pasado, demencial, temible, repugnante. La
jerarquía se hizo aun más fuerte y existe tan naturalmente como sale o no
el sol y se ha hecho tan sagrada como si sacralidad de Dios hubiese
dictaminado su existencia como ente administrador de sus corderos,
dones, revelaciones y derramamientos del Espíritu Santo. Todos los
puestos jerárquicos, salvo honrosas (pero no gloriosas excepciones, por
cuanto toda jerarquía religiosa es nicolaísmo), están copados por personas
absolutamente materialistas, tanto por la voracidad económica que
manifiestan, tanto por las herramientas intelectuales, teológicas y
dogmáticas que emplean para "fabricar", esclavizar y hasta para reciclar
seres humanos en sus rediles herejes, sectarios, organizados y blasfemos.
Mi recorrido eclesiástico abarca nueve de los diez países más conocidos de Sudamérica: el tema es repetitivo hasta el hartazgo, tanto en las iglesias
de tradición, como en las llamadas "independientes"; tanto en las
pentecostales como en las de la teología de la prosperidad, pasando por la
cofradía internacional de los tabernáculos branhamitas, quienes, en mi
opinión muy personal, al margen del innegable valor del mensaje de
Branham, han venido a ser lo peor que le ha pasado al cristianismo. No los
considero peligrosos, ni a ellos ni a la denominación en que convirtieron
sus tabernáculos, nadie representa peligro alguno para quienes se
congregan en el Nombre y bajo el amparo del Pastor de la Iglesia Viviente:
los considero la peor desgracia. Con tan elevado concepto sectario
religioso ellos eran los únicos que podían convertir al predicador
norteamericano en el ídolo que compite en deidad con Jesucristo, en un
co Jesucristo, en un vice Mesías: nadie que no nombre a Branham en
conjunto con el Salvador es reconocido espontáneamente como cristiano;
todo aquél que no hable, predique y hasta piense en y como Branham, es
puesto bajo sospecha de autenticidad cristiana. A estas alturas de la edad,
con Branham levantado a la par de Jesucristo como un ídolo protestante,
cualquier hombre o mujer con las arras del Espíritu Santo, sabe
cabalmente que ante esta desgracia religiosa branhamita debe hacer una
elección, debe desprenderse de uno de los dos tal como están las cosas: o
decide por Branham como la expresión laodiceana de la deidad de
Jesucristo o elije a Jesucristo como el único poseedor de toda autoridad en
el cielo y en la tierra, y ante el cual toda rodilla se doblará y confesará. Yo
hice mi elección. Yo, protestante: protesto del desastroso ente organizado
espontáneamente apodado tabernáculos Branham, Jesucristo no necesita
ser apuntalado en Su Divinidad por el hno. Branham ni necesita que
Branham sea Su Imagen representativa en el mundo. Ellos han hecho de
Branham lo que la madre de Jacobo y Juan quería hacer con sus hijos;
ellos, por causa de su ceguera y de su absoluto desconocimiento del
Espíritu Santo, conocen de Dios de oídas: leyendo y oyendo las
grabaciones de Branham, y nada más. Protesto de estos ciudadanos
laodiceanos branhamitas, que se pasean con el trasero tan al aire como
cualquier pobre infeliz representativo de esta terrible y hereje edad de la
iglesia. Protesto a grito pelado y por todo el continente de ellos.
Yo, protestante: protesto. Y no protesto porque me hayan pervertido una
creencia de mi autoría, no soy autor del cristianismo. Entonces, no
protesto herido en mis derechos de autoría y propiedad. Protesto de
todas las organizaciones religiosas y de todos su cachivaches dogmáticos
al interior de ellas, sus fantocherías, imitaciones y supercherías, y de toda
esa caterva de seudo ungidos de saco y corbata, no porque hayan degenerado una religión que yo hubiese fundado, protesto porque me
opongo naturalmente a que me metan su dedo apóstata a la boca y me
quieran hacer creer que son "ungidos" de Dios, "santos", "linaje" clerical
de Dios, "ministros" de Dios, "iglesias" de Dios, "representantes" de Dios,
"autoridades" de Dios sobre Su hombre y Su mujer, "intermediarios" entre
Dios y los hombres, porque no les alcanza, se ven muy mal caminando en
esa desnudez obscena y obsesiva, con una mano adelante y la otra en sus
traseros dogmáticos, vendiendo la pomada profética de auténticos y hasta
legítimos hijos réprobos de esta apocalíptica y agonizante edad de
Laodicea, delirando en bola, o en pelotas, o calatos que están altamente
capacitados para engañar a algún elegido o elegida de Dios. Pero, Dios no
es ese distraído tontico a quien cualquier pobre diablo nicolaíta pueda
engatusarle uno solo de los suyos. Y los suyos, no son una compañía de
bobos, sonsos y pavos que confundirán a Dios con el diablo, o a la religión
con el cristianismo, o que confundirán la organización mundial religiosa
con el Reino de Su Padre Celestial.
Yo, protestante, protesto de lo que han hecho con Dios, eso es lo más
indignante: Primero lo arrodillan delante de Constantino y le ponen una
sotana y lo dejan bajo las órdenes de un emperador inconverso; después,
matan en su Nombre todo lo que sea cristiano y se oponga a las canalladas
y perversidades de la santa madre iglesia, y en Su Nombre se van de
Cruzadas, y en Su Nombre bendicen el exterminio de casi 70.000.000 de
personas en Latinoamérica. Más tarde, le visten de pastor evangélico,
vistiéndole de traje y corbata, así lo arrodillan delante de todos los
gobiernos de la tierra y aun, lo arrodillan delante de la iglesia católica con
el cuento del ecumenismo, para terminar de emboscar al ser humano: si
no cae en la trampa católica, cae en la trampa evangélica. Ambos ismos
con el mismo discurso engañoso: la iglesia es la casa del gobierno de Dios
sobre los hombres, que perversión tan grosera de la realidad
administrativa de Dios, porque Dios gobierna al hombre instalado en el
corazón del hombre. Yo, protestante, protesto. Protesto del robo y la
suplantación eclesiástica, protesto del robo del hombre y la mujer
destinados a templos de Dios, protesto de la enajenación del templo de
Dios sobre la tierra: el hombre, la mujer elegidos; protesto de la
suplantación de Dios y su lugar en el hombre. Protesto del manoseo
vulgar, metódico y reiterativo de la garra eclesiástica sobre El Santo.
Yo, protestante, protesto. Porque somos seres humanos, y porque todo lo
que se "usa", se exprime, engaña, se humilla y enloquece, se maltrata y se
mata en función de los intereses místico-materialistas de la organización
protestante es humano, seres humanos, manos humanas, corazones humanos, personas, hombres, mujeres humanas. Yo, protestante,
protesto: no somos sangre ni carne de altar evangélico de sacrificios
humanos, porque el ser humano es el más alto privilegiado de Dios, quien
es el genuino y único Padre de todos los seres humanos que martiriza la
iglesia. Por este ser humano perdido, se vistió de ser humano y vino a
ofrecerse como sacrificio único y santo por seres humanos, humanos,
humanos. Yo, protestante, protesto, porque occidentalizaron nuestro ser
humano, porque civilizaron al ser humano, porque transculturizaron al ser
humano, porque americanizaron de american way of living al ser humano,
porque cristianizaron de cultura eclesiástica oficial al ser humano.
Protesto porque da la casualidad que Dios, su mejor obra, lo más amado
creado por sus manos era exactamente un ser humano, limpio, libre,
único, individual, inundado del hálito de Dios para ser un perfecto ser
humano viviente. Ese hombre humano no era católico, no era evangélico,
no era ortodoxo, no era mormón ni testigo de Jehová, no era branhamita:
era sencillamente un ser humano, creado humano por Dios. Protesto lo
que la iglesia ha hecho, hace y continuará haciendo contra este ser
humano. Yo, protestante, protesto, pero, no sé, mira: a dos manos contra
el daño irreparable que inflige la religión organizada a todos los individuos
que cruzan sus puertas del artificio dogmático, místico materialista.
Protesto contra ese método canalla de destruir seres humanos desde la
misma infancia con modelo de iglesia protestante. Mira, protesto de tal
envergadura contra la iglesia denominacional protestante que hasta
protesto en contra de sus bancas, contra sus floreros, contra sus afiches
con lecturas bíblicas, protesto contra el mueble del púlpito, protesto
contra sus altares de madera barnizadas, protesto hasta de la escoba que
usan para barrer y el trapero que limpian los pisos de las iglesias. No sé si
te doy una idea del tamaño de mi protesta.
Yo, protestante, protesto protesta aparte, absolutamente elevada de
tono, bulliciosa, eufórica, pero, no sé, protesta en oposición y reprobación
tridimensional en contra de todos estos ministros lastimeros y rastreros
de Latinoamérica que le siguen babeando los ritos, las blasfemias, los
cuentos y los nicolaísmos anglosajones de esta incesante plaga de
misioneros usamericanos, como si fuesen los patriarcas del credo latino,
los padres rubios de la iglesia protestante amerindia. Protesto de protesta
incontenible el servilismo interesado de los ministros que se arrodillan
delante del ministro norteamericano y venden sus primogenituras por un
plato de lentejas dolarizadas del imperio protestante criminal más grande
de la historia universal. Yo, protestante, protesto contra todos estos pastorcillos de nariz parada,
soberbios, mitómanos, acomplejados y avaros y codiciosos que saquean al
pobre, incluso refregándoles malamente el ejemplo de la viuda que
ofrendó las dos blanquitas. Protesto de esa crueldad maléfica de trajinar
los bolsillos del pobre rasguñando hasta el último peso con la cantinela
malvada del "dé hasta que le duela", mientras se engruesan sus cuentas
bancarias y levantan sus niveles sociales, a la par que el hambre sigue
siendo el principal acoso de los corderos y ovejas que despojan. Protesto
de todos estos ministros miserables y tacaños que jamás repartirán el
saqueo con sus propios pobres congregantes. Protesto de estos ministros
millonarios, ricos en dinero extraído al pobre y ricos en posesiones.
Protesto de estos ministros aristocráticos, famosos de los medios, que van
y vienen por el mundo de turistas recolectores de divisas, exponiendo
charlas místico materialistas y haciendo revolcar al mundo entero en su
concepto falaz y ridículo del recibimiento del Espíritu Santo: protesto
seriamente contra ellos.
Protesto muy enfervorizado contra los pastores chamánicos, esos pastores
brujos y hechiceros que no disciernen el poder del Espíritu Santo de un
espíritu de gallina clueca y que después de usados los métodos cristianos
naturales, vencidos por su total ausencia de fe de Cristo, inducen a sus
congregantes a practicar brujerías caseras para sanar sus enfermos o
solucionar sus problemas; o que practican ellos mismos sobre sus
corderos esas artes hechiceras de sanación: quiebra de empachos, males
del ojo y un sin fin de chucherías y malabares afines.
Yo, protestante, protesto de los sofistas profesionales del clero
protestante, protesto de estos exégetas aristotélicos que organizaron el
credo, el discurso, la doctrina y el perfil dogmático de la iglesia
protestante. Protesto del irreparable daño infligido, protesto de sus
alcurnias, protesto de ese aire aristocrático con que enfrentan al ministro
sencillo, al creyente analfabeto, al cristiano carenciado. Protesto del falso
círculo inaccesible que crearon en torno a ellos con la falacia escolástica,
protesto de su aberrante mamotreto filosófico denominado teología, con
el cuál imponen el criterio religioso blasfemo de interpretar la Sagrada
Biblia. Protesto de sus angelologías, protesto de sus cristologías, protesto
de sus homiléticas, protesto de sus hermenéuticas, protesto de toda esa
caterva híbrida e intelectualoide a lo cual llaman "sabiduría de Dios",
"conocimiento" de la Palabra de Dios y todas esas blasfemias que me
erizan los pelos de solo mencionarlas. Protesto con la cara roja, con los
dedos crispados, protesto hasta con los puños alzados en contra de toda
esta leva de jerarcas altamente especializados en la violación gramática, interpretativa y hasta en la forma de leer las enseñanzas y la revelación
que significa el súmmum total de las Sagradas Escrituras: la Palabra de
Dios expresada, por lo cual es conocido nuestro Único Dios Viviente y
Verdadero de toda la humanidad. Protesto de manera sideral contra esta
canallesca manera religiosa de manosear la Palabra de Dios.
Protesto enérgicamente contra esta desquiciada pandilla eclesiástica de
mujeres de púlpito, profetisas denominacionales, brujas y hechiceras
pentecostales que ostentando el título de pastor, sacian sus recalcitrantes
ansias feministas tomando dominio sobre comunidades completas de
insignes ignorantes despistados, que se rinden ante sus actitudes,
comportamientos y homilías de rebelión contra el género masculino,
como si el hombre creado por Dios las hubiese desbancado de su
condición original, manifestando un absoluto abismo de conocimiento y
ubicación, porque fue Dios mismo quien dictaminó sus castigos. Ciegas de
feminismo influenciado por, cuando no, el sistema, desahogan sus
complejos de género con el hombre, que también sufrió sus castigos
divinos y que también espera ser re posicionado a su condición original.
Protesto contra estas pobres féminas religiosas que suben a los púlpitos a
cadenciar sus sensualismos, vistiendo de manera audaz, provocativa,
resaltando lo más llamativo de sus cuerpos, engañadas en la cantinela de
que así "ganan almas para Cristo". Protesto con el estómago encogido de
repulsión contra estos entes femeninos organizados.
Protesto de la organización mundial del protestantismo, protesto de sus
jerarquías, protesto de sus negociaciones con el sistema, protesto de
todas sus versiones eclesiásticas del engaño: de sus estilos mormones, de
sus modos testigos de Jehová, de sus métodos sabatistas, de sus maneras
branhamitas, de sus modos unitarios, de sus tácticas trinitarias, de sus
intenciones colonizantes, de su auténtica intención transculturizante,
civilizante, europeizante, americanizante, judaizante; protesto de su
hipócrita propósito ecumenizante.
Yo, protestante, protesto de todos esos solemnes y cejijuntos ministros
iluminados que discuten de Dios, enseñan de Dios, debaten sobre el
nombre de Dios y de todas las doctrinas y cosas afines al cristianismo,
cómodamente instalados en un templo "legal y jurídico", según las
ordenanzas del estado, como unos auténticos ministros y sacerdotes
babilónicos, persas o católicos, incrédulos y enemigos del templo
verdadero de Dios que es el hombre. Protesto de todos ellos que
ignorantes o conscientes ministran sus iglesias convenciendo al mundo y a
Dios que sus iglesias son Su Templo y sometiendo a condenaciones y castigos, a sus pamplinas y devaneos eclesiásticos al verdadero templo de
Dios en la tierra: el hombre y la mujer elegidos.
Yo, protestante sudaca: protesto de todos ellos. Frente a sus patéticos
esfuerzos payasescos por convencernos de su "auténtico" parentesco
oficial y organizado con la Única Divinidad, protesto. No me llamo Elías,
aclaro, y no practico mesianismos de fin de mundo, todos quienes me
conocen saben que de iluminado no tengo ni pizca: protesto de ellos de
manera cabal, sobrio y con la tranquilidad y naturalidad de todo aquél que
conoce su oficio y posición en la Iglesia del Dios Viviente. Protesto de ellos
con la espontaneidad de todo aquél que tiene el espíritu que Dios decidió
para los suyos. Y aunque mi protesta es una cuestión normal, por cuanto
somos opuestos, no se confunda mi protesta como algo educado y
teológico que evolucionará con el ritmo natural del proceso religioso de la
humanidad, eso es un error: protesto con el Espíritu de Dios que no muta,
no cambia ni se retracta; con el Espíritu del Nazareno que protestó de
toda la jerarquía religiosa hebrea del templo de Salomón y con las mismas
intenciones: sin ánimo de reconciliación alguna, sin intenciones de
encuentros por un diálogo en pos de la unidad futura, sin inclinaciones a
ningún tipo de revisionismo en las relaciones mutuas, sin interés alguno
de tomar alguno de sus conceptos para agregarlos a los míos o de que
ellos tomen alguno de los míos para una integración, aceptación o
sincretismo de gesto fraterno para ampliar o aunar en parte siquiera mi
criterio con el de ellos, o viceversa. No hay, de ninguna manera,
intenciones que manifiesten una intención de compañerismo entre mi
militancia y la administración falaz del cristianismo herético e híbrido de
ellos; no, no la hay. No se confunda mi protesta serena, musical o literaria,
o de charla, conferencia o discurso, y sin intención alguna de violencia
física contra personas o establecimientos religiosos, o propiedades de
ellos, con aspiraciones o necesidades de cobertura o de convivencia
pacífica con ellos. Eso no ocurrirá jamás, pese aun a la numerosa cantidad
de amigos y amigas hermosas y sinceras que viven al amparo de sus
campos de concentración de almas: mis amigos y amigas, si son genuinos
cristianos experimentando solo una etapa del Camino entre ellos, deberán
salir fuera de ellos, si algún día les es dado que oigan la voz de Quien les
está llamando a salir fuera de toda organización y complejo religioso
establecido por cuenta del hombre sobre el planeta. Porque no es un
capricho dogmático el mío, ni soy yo quien ha institucionalizado el llamado
del fin de los tiempos para Su Pueblo, no se me hubiese ocurrido: yo
hubiese entrado a disputar al seno de la organización y a luchar por
mejorarla, nunca se me hubiese ocurrido sacarlos al descampado, a campo abierto, nunca fui tan vivo, ni avispado, ni "sabido", como dicen en
Ecuador. Es Dios quien está voceando el último llamado a la última iglesia
de la última edad, en los días finales de la Dispensación de la Gracia. Es
Dios quién los quiere fuera. No se interprete mal: mi protesta, aunque
exenta de violencia física religiosa, es intransable, innegociable,
irrenunciable y no tiene prevista ningún tipo de reconciliación ecumenista
con la otra iglesia, la que representa la natural y legítima inclinación
religiosa de los hombres y mujeres naturales que conforman la mayoría de
la humanidad. No, rotundamente no, no bajo la investidura e Inspiración
del Espíritu de Dios que no cambia. No, porque no soy hijo de un Dios que
hace según quiere, organiza y ordena el Sistema, porque soy hijo de ese
Dios que quiere, demanda y espera que el Sistema haga Su Voluntad como
Él quiere. No, porque no convertiré jamás a ninguno de ustedes, ni con
palabras ni con actitudes, en obreros de la viña de mi Padre y porque
ninguno de ustedes me convertirá jamás al falso viñedo eclesiástico que se
acomodó tan bien a este mundo. No, porque yo nací inclinado sin remedio
al Reino que no es de este mundo y nadie ha construido aun la iglesia que
enderezará mi inclinación hacia el Reino de mi Rey.
Yo, protestante: protesto, protesto, protesto...
Colombia, Julio de 2009
Ecuador, Agosto de 2010.
Rafael Mendoza.
rafelomema@hotmail.com
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