IV
Los jerarcas de la iglesia protestante
Jerarca:
Persona que tiene elevada categoría en una organización, una empresa, etc.
Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como
apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel
de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de
justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. II de Cor. 11:13 al 15.
La jerarquía de la organización protestante, en una abismante mayoría,
practica lo que el mensaje de Apocalipsis al respecto califica de
prostitución, cuando esta acude a sentarse con los gobiernos de turno a
negociar privilegios, reconocimientos y respaldo estatal.
Ninguno de estos jerarcas avanza con el poder de la Unción que reclaman
tener, todos avanzan con poder político y con un contundente poderío
económico.
Nadie sabe cómo se convierten se convierten en grandes líderes, cuando
aparecen de la noche a la mañana representando a “todas las iglesias
evangélicas” de sus países respectivos, frente a los primeros mandatarios
de sus naciones y en presentaciones públicas a través de los grandes
medios televisivos de comunicación. Yo me quedé con la boca abierta en
Barquisimeto, Venezuela, cuando al mirar el canal de cable que aglutina a
todos estos aristocráticos jerarcas de la última edad de la iglesia, veo
aparecer los dirigentes argentinos de una asociación llamada Aciera, que
decían representar a todas las iglesias evangélicas de la Argentina. Así no
más, con esa pachorra inexplicable, ¿a todas…? No cuesta nada darse
cuenta al mirar el amplio espectro de los componentes humanos de las
iglesias evangélicas en general que si existe mitomanía expresada en las
personas, es en las congregaciones protestantes donde más expuesto
queda a la vista, pero, evidentemente más notorio es en la clase dirigente. Sin embargo, es una señal que caracterizaría a la iglesia de Laodicea, la
última expresión religiosa organizada de los tiempos.
En todas las organizaciones protestantes, los jerarcas se destacan por una
innegable carencia de espiritualidad y por una alta y peligrosa capacidad
de enajenación, ministrada obviamente para enajenar. Completamente
conscientes de ello o sinceramente errados.
Todo jerarca que vista el mejor traje y el más caro, y aquél que ostente la
mayor capacidad adquisitiva, la mayor cantidad de posesiones y el mejor
status: es mirado con más temor, con mucho más respeto que un ministro
pobre y desinteresado y una exagerada muestra de reverencia que no se
prodiga a un ministro austero y modesto, y que ni siquiera es amigo de la
corbata. Ni hablemos si este ministro es campesino, albañil, indígena,
mestizo o afro en el escalafón más bajo de la sociedad. Porque ellos no
solo no son valorizados o ponderados como los del alto nivel, sino que
para los ministros de la alta aristocracia protestante ellos tampoco valen
algo en el espectro protestante. Por una sencilla razón: porque ser
ministro hoy en día en la iglesia protestante es una cuestión de status. Y
para eso, hay que parecer un personaje de las altas esferas, y serlo.
Cierto día, en Sto. Dgo. De Los Tsáchilas, un hermano de mi congregación
me comentó que al ir a pagar lo suyo en los cajeros del Supermercado de
la ciudad, lo antecedían cinco o seis ministros protestantes, de lo que
llaman la Iglesia del Mensaje, que habían venido a una Conferencia desde
sus países respectivos. Todos vestidos como esos altos personajes
importantes de algún ministerio gubernamental, bien trajeados y cada
uno de ellos portando la clásica maletita de ejecutivo que contiene todas
sus cosillas religiosas, Biblia incluida. Lo que destacaba mi hermano era la
admiración que provocaban en el público que hacía sus compras
cotidianas allí, la gente les abría paso ensimismada, como frente a
personajes muy famosos y admirables. Pero, eso no sucedía porque
irradiaran la esencia magistral del cristianismo, o porque se destacase en
ellos el innegable atractivo de la espiritualidad de los ungidos verdaderos
del cristianismo, como ocurría con Pablo, o con Pedro, o con el mismo
Señor Jesús. Nada que ver con esas cosas, ellos provocaban esa sensación
de admiración por sus trajes ostentosos, (parecían verdaderos caballeros,
sin caballo, claro), por esa facha de personajes aristocráticos, porque
parecían lo que realmente son y que les gusta ser: parecían señores. Es
que el traje y la corbata en el ministro protestante, ha venido a ser lo que
es la sotana para el cura: el elemento distintivo de su status religioso.
Lamentablemente para ellos, y quizás no estén enterados, el cristianismo
es una cuestión de servidores. Y no es la humildad, precisamente, el atributo que destaca a la mayoría de
estos jerarcas. Son, al fin y al cabo, como los describen Pedro y Pablo en
sus epístolas: altivos, vanidosos, vanagloriosos, con apariencia de piedad,
avaros, codiciosos, infatuados. O, dicho en lenguaje popular
contemporáneo: son agrandados, nariz parada, facheros, fanfarrones, se
hacen los…, son como puño de bebé, son agárralas todas, caretones, etc.
Y no hablemos sobre el señorío que ejercen sobre las congregaciones
protestantes de Latinoamérica los ministros internacionales del aparato
protestante del primer mundo. Porque respecto a la recepción de estos
señores y mandamases de la religión extranjera, la actitud nuestra
continúa siendo exactamente la misma que manifestaban los originarios
que nos antecedieron, cuando veían llegar por primera vez al continente a
los primeros ministros internacionales que venían respaldados por los
ejércitos y los mercenarios de España.
No es mucho lo que traen, aparte de sus carismáticas y manufacturadas
imágenes televisivas, esos lenguajes declarados como idiomas mayores en
el mundo, y comportamientos de personajes de las películas del cine, con
ese séquito de traductores y asistentes. No tienen nada que no tenga un
ministro tercer mundista, ¡y mucho menos en la mayoría de los casos!,
que ignorante de sí mismo, los espera y los atienden como señores y
patriarcas, y que en medio ya de sus reuniones de gala, los oyen con toda
la boca abierta. Aunque al día siguiente olviden por completo la
“enseñanza” del jerarca extranjero.
Cuando estuve de visita en la iglesia de mi tío Daniel Bobadilla, en Ciudad
del Este, Paraguay, coincidí con el arribo de un misionero norteamericano.
Venía volando en su avión particular, para empezar, desde la Isla de
Chipre. Predicó acerca de que el mundo era redondo, como un balón de
fútbol y que el deporte, ¡oh, gran revelación ultra divina y jamás conocida
entre los mortales! era el ejercicio indicado para que los jóvenes
quemaran energías y así evitasen tentaciones o pecados relacionados con
la carne. Amén. Encima se llevó toda la plata. Mi tío está signado como el
hombre que evangelizó el Paraguay, por ministros amigos y opositores. Le
pregunté, “¿Qué tiene este pobre yanqui que no tengas tú?” Solo sonrió
comentando: “¿Y qué quieres que haga? Me lo mandaron los jefes.” Y ese
es el drama: ni siquiera los envía Dios, los envían los mandamases del
primer mundo. La misma curia norteamericana que pactó la cuestión de la
evangelización con su competencia europea: Latinoamérica para los
yanquis y el África, Asia y Oceanía para los europeos. En 1980 había más
de tres mil ochocientos misioneros yanquis de carrera y más de seis mil
misioneros latinos (americanizados) de tiempo limitado, re atornillándonos el proceso americanizador con el cual nos impusieron un
“cristianismo” de un dios empresario, patrocinador de las políticas
industriales, un dios organizado y jurídico, un dios de protestantismo
civilizador, que fue mutando en un dios neoliberal y anti comunista
declarado con el transcurso del tiempo, y practicando los cambios de
estrategia del imperio y que también, al igual que el dios del imperio
vaticano, llegó respaldado por el poder de la política y del empresariado
yanqui y, lo que es más grave, muchas, muchísimas veces, como un dios
agente de la mismísima CIA, que se infiltró exitosamente en los procesos
latinoamericanos de lucha y resistencia, para desestabilizar y destruir todo
cuanto fuese posible, asesinatos y desapariciones incluidos, en nombre del
neo cristianismo americanizador que representaba. De ellos aprendimos el
modelo de iglesia empresarial y su administración de tipo piramidal;
aprendimos de ellos un nicolaísmo profesionalizado y como la cereza del
postre, nos insertaron las broncas, disputas y sectarismos que practicaban
entre ellos en USA y con los representantes de las organizaciones
protestantes europeas. Como expresó en su discurso, en Tacora, Santiago
de Chile, el obispo Ignacio Fuentes, el domingo de cierre de su Convención
Nacional de 1977: “Los misioneros yanquis no vinieron a evangelizar, ellos
han venido a americanizar”.
Todo ese glamour y ese perfil de personajes altamente prósperos que
lucían, y lucen, en medio de estos sufridos creyentes latinoamericanos,
logró llevar a una confusión total el concepto de la imagen de un ministro
de Dios. Según nos comenta David Stoll en un trabajo de investigación que
hace este antropólogo norteamericano sobre las iglesias evangélicas en
Latinoamérica, cuando los quechuas de Otavalo, en Ecuador, conocieron
lo que era una jerarquía pastoral, todos querían ser pastores, porque eso
era sinónimo de poder adquisitivo, podían vestir como señores, dominar
gente y obtener un regio automóvil, porque eso era lo que veían en los
misioneros norteamericanos. Y eso es lo que se ve por todas partes.
Claudio, mi hijo menor, cuando era pequeño, solía jugar a la iglesia con sus
amiguitos, en Córdoba, Argentina. Tomaba un cajón vacío o una caja de
cartón más o menos grandes y usándola como púlpito, les predicaba
entusiasmadamente. Cierto día se acercó a mí y me dijo: “Papá, cuando yo
sea grande quiero ser pastor.” Cuando le pregunté por qué, me respondió
instantáneamente: “¡Porque los pastores tienen auto!”
No solo tiene carro, tienen un apetito de voracidad económica tan
tremendo, que te llegan a dar calambres en la cabeza de pensar en cómo
es posible que exista tanta codicia reconcentrada en la cabecita religiosa de estos jerarcas que juran de panza ser ministros escogidos del
cristianismo.
Enseñados en los seminarios e institutos religiosos que los
manufacturaron para capitanear este gigantesco ejército místico,
aprendieron muy bien a dramatizar (rubro que se enseña en los
seminarios), y a influir sicológicamente en las voluntades humanas
(sicología que también aprenden en los seminarios), en esa condición y en
esa muy ventajosa posición hacen y deshacen con cuanto mísero y
desgraciado ser humano cae, en busca de su última esperanza, en esos
tugurios del averno.
Hoy en día, reconocidos pública e internacionalmente, a través de sus
fastuosos programas de televisión, no tienen ni la menor sombra de
cohibición de practicar todas esas artes que conocieron y aprendieron
aplicadamente en los Centros Educacionales de la Religión organizada.
Saben aplicar muy bien ese misticismo académico con esa mezcla de
espiritualidad maléfica y sospechosa, que los hace revolcar en el piso
artístico de sus programas televisivos y revolcar a su vez a los centenares
de seguidores encandilados y enajenados, que se dejan caer de espaldas,
cuando estos ministros, imitando patéticamente a Cristo, soplan sobre
ellos para que “reciban” el Espíritu Santo, no sin dejar de propinarles un
muy sacro empujoncito, para que esta pobre gente entienda que es el
momento de desplomarse dormidos, o para caer sacudiéndose
enérgicamente y revolcarse como un cerdito en su chiquero fangoso, en
medio de aparatosos sacudones. No se revolcó así Jesucristo cuando vino
el Espíritu Santo, como una paloma sobre Él, cuando fue bautizado por
Juan; tampoco les dio algún empujoncito a los doce, después de soplar
sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo. Tampoco ocurrió que los
ciento veinte de Pentecostés salieran al público revolcándose, después de
haber sido llenos, ¡ojo!: llenos de la investidura de poder de lo alto. Pero,
¡qué sintomático!: ¡Los endemoniados sí se revolcaban ante la presencia
de Jesucristo! Y no precisamente porque estuviesen siendo llenos del
Espíritu Santo. Eso es un indicativo entre muchos de cuánta ignorancia (lo
ignorarán realmente o se harán los de…) hay en la jerarquía eclesiástica
respecto al conocimiento de la Deidad, quién solo atiende en la iglesia del
Dios Viviente. El Espíritu Santo no es ninguna Deidad independiente de
Jesucristo, o paralela con Jesucristo, o co-mesías con Jesucristo, cito un
texto:”Ya no andaré más con vosotros, sino que estaré en vosotros…”
El Espíritu Santo es Cristo habitando en el hombre, “¡Ya no vivo yo -
exclamó Pablo-, Cristo vive en mí!”. Y el espíritu de Cristo, es decir, Cristo
manifestado como el Espíritu Santo, no vendrá a ninguna persona para revolcarse como un marrano sobre los altares o bajo los altares de estos
falsos ungidos de los últimos días. No, ¡rotundamente, no! Porque
estamos hablando de la Deidad: “¡Toda potestad me es dada en el cielo y
en la tierra!” Hablamos del Dios Creador, del Dios Soberano. El Espíritu de
Cristo era Dios manifestado en toda su Plenitud en el Galileo que
derrotaría la cruz del Calvario. Hablamos de Dios. Pero, claro, los jerarcas
ministeriales que comandan espectacularmente el aparato religioso más
grande de todos los tiempos, manufacturados según los intereses,
necesidades y demandas del Aparato que representan, nunca han
conocido a Dios. Y lo que es peor: ¡Nunca los ha conocido Dios! Eso me da
escalofríos estremecedores, porque no dejo de verlos como personas,
como seres humanos, pero claramente evidencian que están ungidos para
engañar. Se desprende también de hacia dónde dirigen la gloria de sus
hechos “milagrosos”: no es el rostro de Dios el que queda manifestado de
forma dominante y abrumadora, envolviendo en temor reverencial a las
masas y a sus propios “ungidos ministeriales”. No, solo crece la imagen de
los jefes religiosos, crece su poderío económico, crecen sus multitudes,
crece el status del hombre eclesiástico y éste es cada vez más inasequible,
rodeado de su inaccesibilidad programada, rigurosa y sistemática; y
rodeado de caricaturescos individuos de traje y corbata que, cual
guardaespaldas de personaje V.I.P., manotean y empujan a los cándidos e
ignorantes seres que quieren tocar al “ungido”. Estos apocalípticos sujetos
han llegado ser más famosos y más nombrados, y más esperados que
Jesucristo y viven en un limbo de ser superior tan inalcanzable para un
creyente del montón, que es más fácil y más rápido arrodillarse y hablar
con Dios, que tener una entrevista personal con ellos.
Pablo Portela, un ministro estelar y mediático que empezó su carrera al
estrellato eclesiástico en Pereira, Colombia, es un exacto ejemplo de lo
que comento. Una mañana, un hermano amigo, de esa ciudad cafetalera,
se encontraba en un supermercado haciendo sus compras, cuando notó el
despliegue de unos hombres fuertemente armados posicionándose a la
entrada del lugar, intentó buscar refugio, porque pensó de inmediato que
se trataba de un gran asalto, pero cuando la gente armada estableció una
especie de pasillo o corredor, estacionó un modernísimo carro a las
puertas del supermercado y de el descendió el ministro famoso, entró
flanqueado por otros dos hombres tan armados como los demás: a hacer
sus compras de mercado. Protección: podía ser secuestrado por algún
grupo paramilitar o alguna fracción de las Farc, debido a su condición de
personaje millonario. Jesús no manejaba un solo peso y no se desplazaba
con su gente fuertemente armada: nadie secuestraría a un tipo como él, que encima jamás cambiaba de traje. Dirán por ahí que Jesús era una
persona que podía recurrir instantáneamente a un milagro portentoso y
auto protegerse, absolutamente de acuerdo, pero ocurre que tampoco
Pablo ostentó guardia personal armada; dirán, bueno, Pablo vivía preso.
De acuerdo otra vez, pero Pedro tampoco usó de una guardia personal
armada hasta los dientes, tampoco manejaba un solo peso. O, si no,
miente cuando le dice al menesteroso que pedía limosnas a la entrada del
Templo: “No tengo plata ni oro, mas, lo que tengo te doy…” En Pereira me
hospedé en casa de una hermana que fue discípula de Portela durante 5
años, participando activamente en todos los eventos públicos de este
“santo” mediático, amén de cumplir “religiosamente” con todas las
ofrendas y diezmos y aportes extras que debía entregar, para la
“bendición” de ella misma y del ministerio. En esos cinco años de actividad
siempre quiso entrevistarse personalmente con su pastor famoso; y,
claro, le asistía todo el derecho de forma natural, toda vez que también
era una aplicada “accionista” que ayudaba a engrandecer el ministerio y la
cuenta bancaria del mesías colombiano: nunca pudo hablar con él.
Es irrefutable, no solo no representan al Dios Viviente como pregonan,
Dios tampoco ha decidido ser representado por ellos.
Han dividido al mundo entero, estableciendo sus feudos e imperios con
pactos de no agresión mutua entre unos y otros, y se repartieron por
jurisdicciones las ciudades y capitales del planeta. Como auténticos capo
mafias, compiten enconadamente entre sí, para conseguir el poder
absoluto sobre los otros, tal como los capo mafias, pero unificados en esas
alianzas ecumenistas e inter denominacionales, se muestran her-ma-nos.
Y la hipocresía les sienta bien, porque no se les mueve ni en falso un solo
músculo de la cara cuando se presentan en público. Manuel, que pastorea
una pujante denominación plenamente identificada en la teología de la
prosperidad, en Argentina, me describió perfectamente el poder territorial
que alcanzó y practica la jerarquía organizada. Hubo un ministro uruguayo
que llegó a Córdoba. De entrada, todo bien, pero cuando este ministro se
vio envuelto en la división de una iglesia, llevándose con él, incluso, un
puñado de de disidentes, se acarreó la automática maldición del Aparato
protestante organizado: “Lo declaramos persona no grata en toda
Córdoba, nadie volverá a recibirlo.”
Y no solo en Córdoba. El internet redujo el mundo entero a una sola aldea:
un solo comentario por la Red y el sujeto en cuestión queda estigmatizado
por todos los rincones del planeta. Si no me cree, pregúnteme a mí: la
jerarquía de los tabernáculos de la tendencia Branham, me estigmatizó en
la red cibernética como un sujeto peligroso y con otro espíritu. Les hirió en el alma el que les plantease que la Divinidad de Jesucristo era tan
exclusivista y absoluta, y tan todopoderosa y autosuficiente que no
compartía su gloria con nadie, ni siquiera con William Marrion Branham. Y
eso fue para ellos herejía y blasfemia elevadas al cubo. O, para adecuarnos
a los efectos tecnológicos de la cinematografía moderna: eso les pareció
una blasfemia tridimensional. Distribuyeron notas por todo el internet
alertando a los demás tabernáculos de Latinoamérica de un "hereje" como
yo. Uno de ellos, escrito en la red por un pastor branhamita de Santiago
de Chile, apodado "el gánster", decía: "Dice que se congrega, pero es
mentira, no se congrega en ningún tabernáculo y no tiene pastor..." Yo
escribí una nota respondiendo a esa declaración en la red diciendo que sí,
que ese hombre tenía toda la razón: "yo no me congrego en ningún
tabernáculo de Chile y no tengo pastor de Chile, porque vivo hace más de
veinte años en Argentina, confirmo que dices la verdad, Carlitos." Otra
circular, también escrita desde otro tabernáculo de Chile, decía que yo era
un sujeto peligroso y con otro espíritu. Obviamente que eso a mí no me
afecta un ápice (léase, maní), ni me perturba. Y eso es porque mis
defenestradores branhamitas tienen razón: ¡tengo otro espíritu!
La Organización religiosa no solo tiene esclavizados con amedrentamiento
crónico a las masas que somete, también a sus jerarcas y ministros les
ocurre lo mismo, por muy poderosos y gigantescos que se vean. Son
capaces de renegar y blasfemar abiertamente del Dios Vivo, cuando la
Organización les llama la atención o los disciplina sobre el particular, si
por esas cosas de las contingencias religiosas, predican de pasajes bíblicos,
o proféticos o apostólicos, que pongan en dificultades al Aparato
eclesiástico; o, a algunos de los altos “ungidos” intocables de la
Organización. O, si después recapacitan sobre lo predicado, se dan cuenta
que la metida de pata bíblica les puede significar una pérdida importante
de ingresos.
Mala cosa es tener la vida vendida a la Organización eclesiástica, pero muy
más mala cosa es caer en manos de un Dios Vivo. Y si hay alguien en el
mundo que está más propenso a caer en manos de este Dios Soberano y
Terrible, para castigo y perdición, ese es precisamente un ministro o
jerarca de la religión organizada. Escrito está: Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos milagros? Y entonces les declararé: ¡Nunca os conocí, hacedores
de maldad! Mt. 7:22.
A la mayoría de los ministros organizados les pasa con su organización lo
que les ocurre a los hombres casados con mujeres dominantes: estos
maridos son terribles e implacables con sus subordinados, si son del Ejército; terribles con sus empleados en el trabajo, o re contra tiranos con
sus alumnos, si son profesores y recontra dominantes y opresores con sus
congregaciones, si por esas cosas de la inclinación natural humana a la
religión, son ministros eclesiásticos. Pero cuando están frente a la
matriarca que los gritonea y los maltrata en casa, son dóciles y humildotes
hasta el ridículo: así son los ministros que componen las jerarquías
eclesiásticas: sumisos y serviles a sus superiores jerárquicos, dóciles y
sumisos hasta lo grotesco a los caprichos de la Organización.
Reducidos a una condición de empleados más bajos en el escalafón de las
jefaturas eclesiásticas, llegan a llorar dando gloria a Dios, cuando son
elevados de simples pastores a Presbíteros, o Superintendentes, o
supervisores: reverendos y oscuros cargos absolutamente nicolaítas por
donde se les mire. O, si no, esperan, esperan y esperan, como perrito
domesticado por un amo malvado, que los destinen a iglesias más
grandes, para mejorar sus ingresos y elevar el perfil de sus ministerios,
como esperan angustiados por un ascenso esos vulgares empleados lame
botas de oficina.
La pobreza espiritual y de valores humanos que exhiben las
congregaciones organizadas, son exactamente el patrón de miseria
humana y espiritual que aqueja a quiénes los pastorean: nunca salvarán al
mundo que afiebradamente proclaman salvar: ¡Chile para Cristo!,
¡Argentina para Cristo! ¡Colombia para Cristo! ¡México para Cristo!
Macanas de delirante iluminado que no les han alcanzado nunca ni para
rasguñar siquiera una migaja de salvación, sellada en la Resurrección del
Nazareno martirizado en la cruz. Por una sencilla razón: Dios salvó a los
suyos en Cristo, cuando Jesús declaró crucificado: ¡Consumado es! No se
refería a iglesias organizadas, no se refería a naciones, se refería a
individuos, personas, Él. Él es el Salvador y eligió a sus salvados. Esta es la
comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, el
que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, el que no creyere será
condenado.” Cuestión personal, decisión personal. Luego, no dice: Id por
todo el mundo y salvadlos por naciones, encerrándolos en iglesias y
condenadlos si no creen. Jesús siempre fue categórico: “Todo lo que el
Padre me da, vendrá mí.” No los que los pastores elijan, jamás los que la
Organización elija.
500 años de protestantismo, contando desde los días de Lutero, no han
significado nada para el mundo o las naciones que dicen estar salvando.
Seis mil millones y algo más de habitantes viven en el globo terráqueo,
aproximadamente un mil millones se reconocen cristianos, según las
estadísticas universales. Pero, si hacemos un real y objetivo recuento de lo genuinamente cristiano, según las definiciones bíblicas y según el patrón
de los primeros cristianos expresados desde el Aposento Alto hasta el
desarrollo del cristianismo en los días de la explosión cristiana de la
llamada iglesia primitiva, cuyo espiritualidad y cuyo Espíritu no ha muerto
ni en las persecuciones, ni en las cruzadas, y si hablamos de cristianos
fidedignamente cristianos: esa cifra oficial de cristianismo universal se
reduce abismantemente: católicos, ortodoxos, protestantes y afines y
parecidos, no son cristianos. No tienen como probar lo contrario, son
organizaciones político-metafísicas, expositores de lo que yo llamo el
materialismo místico, filósofo-religiosos que ya no tienen tiempo por
delante para programar un más enérgico y refinado, y aun más
“cristianizado”, plan de evangelización mundial.
En los años 70’, apareció en Chile una organización internacional trinitaria,
llamada Alfa y Omega, sus ingenieros del iglecrecimiento habían
desarrollado el plan de evangelización mundial que sus múltiples ministros
practicaban a un ritmo entusiasta y sostenido: A esa velocidad, trabajando
desde las iglesias, lugares públicos y casa por casa (también llegaron a la
de mis padres), vaticinaban con mucho optimismo que para el año 2000,
alcanzarían la meta de evangelizar a todo el mundo. No solo no ocurrió la
ambicionada evangelización total de la Aldea Global: Alfa y Omega
desapareció de la noche a la mañana, mucho antes que terminase la
década del 70’. ¿?
Esta es la verdad: ninguna organización le apuntó ni a la evangelización de
Latinoamérica, ni a la del mundo entero: ellos apuntaron a sus intereses
financieros y de imagen en el concierto global. Sus intereses nunca
evidenciaron una vocación de dar para recibir, como reza la máxima del
cristianismo, sino que ha sido y sigue siendo todo al revés, para ellos es
mejor recibir que dar. Y, así les va: reciben dinero a manos llenas, están
tan ricos en tesoros financieros que no tienen nada para dar. Nunca
tuvieron nada para dar, por eso apuntaron a tener dinero, porque si
hubiesen querido ponderar el dar y no el recibir, como es perfecto en el
sentir de las bienaventuranzas de Jesús, hubieran recurrido de lleno a Dios
y no a sus cuentas bancarias; hubieran hecho alianza con Dios y no con el
Estado agnóstico, que desplaza a Dios como el Padre de la raza humana e
instala a un mono en su lugar.
De Mammón recibieron ese espíritu canallesco de chuparle el dinero de
los bolsillos de sus esclavos religiosos: suena duro y feo emplear este
adjetivo para definir esta costumbre malvada, pero la costumbre misma es
más fea que adjetivarla con dureza, pues hasta parecen perros
hambrientos rondando hermanas y hermanos, en sus propias casas inclusive. Y no por amor a ellos, precisamente, sino que “rastreando”
muchas, demasiadas veces, el diezmo. Como cierto pastor de los
tabernáculos branham, en Sto. Dgo., Ecuador, que se mete a las casas de
sus tiranizados hombrecitos y mujercitas de la fe sudaca, mirando por
todas partes con su aguda mirada pastoral-catalizadora-de-dinero: si logra
ver algo de algún valor arrinconado por allí, ordena a los dueños de casa:
¡Vendan eso que tienen allí tirado y den ese dinero al Señor! Al señor que
es él, claro. Porque darle el dinero al Señor, en la economía del
cristianismo genuino, es repartir los ingresos en partes iguales con toda la
congregación. Al menos, eso hacían los apóstoles con sus rebaños.
Algo más detestable ocurrió con Rosita, una viuda de 74 años, que me
hospedó en Colombia en los mismos días que escribí esto, con su pastor
local. El “celoso” ministro de Dios prácticamente la empujó fuera de su
iglesia por considerar que no merecía estar allí porque ella no pagaba los
diezmos y eran muy escasas sus ofrendas. Esa pobre viuda apenas tenía
para comer y la gente del barrio era quién la socorría, pues cada día
golpeaban a su humilde puerta trayéndola alguna cosa de comer: azúcar y
pan, o arepas y panela, o verduras, o trozo de alguna torta, o alguna
moneda. Jamás vi al pastor tener un gesto así con ella. Rosita cabizbaja y
dolida, dejó su iglesia, como alma que sale al destierro. Nunca fue a
visitarla el legalista que la pastoreaba. Total, que puede valer una vieja
que no aporta nada para la obra del ¿Señor? Hasta que llegó el momento
en que Rosita decidió vender su casita. El pastor se enteró de esos planes
y apareció ante la puerta de la viuda: no iba a verla para recuperarla para
su redil, devolviéndole el lugar que amaba Rosita en su congregación:
Venía con un mensaje ministerial claro y directo: “Hermana Rosita, usted
venderá su casa, pero no olvide que su deber es entregar ese diezmo para
el Señor.” Al momento de ese relato en labios de la viuda, me subió la
indignación hasta la estratosfera y le dije a Rosita: “¿Porque no le diste
vuelta la cara de una bofetada, Rosita, a ese imbécil retobado?”
Aunque otros tiranos no la pasaron muy bien. Hubo un pastor colombiano
que lo pagó caro en manos de las Farc. En el Bajo Urabá, cerca de la
frontera con Panamá, por el océano Pacífico, en la congregación de este
pastor, había un hermano que era muy querido por los creyentes, un
muchacho que hacía música, muy famoso en las congregaciones vecinas, y
muy pobre. Tenía su casita en esos barrios afro colombianos del lugar que
estaban bajo la tutela de las fuerzas revolucionarias. Planeaba venderla,
con el dinero de la venta, más otros dinerillos, compraría una casita un
poco más digna. Logró venderla, pero el pastor de su iglesia se pegó a él
como una sombra, no lo soltó más y nunca dejó de presionarle con su enajenado discurso del polémico diezmo. No lo dejó ni a sol ni sombra: el
diez por ciento era del Señor y eso debía cumplirse a rajatabla. El drama
fue que el muchacho cedió y aun, contra su voluntad y sus planes, entregó
el diezmo al codicioso que lo pastoreaba. El problema fue que al entregar
su diezmo, quedó sin cubrir el monto que necesitaba para comprar la otra
casa y se quedó en la calle. Eso cayó muy mal en la congregación, porque
el muchacho era amado y respetado por su agradable manera de ser y por
su buen testimonio. Para la desgracia del san pastor, no solo cayó mal a
sus creyentes, también se enteraron los responsables de las Farc que
gobierna la zona hasta el día de hoy. Lo ejecutaron públicamente, cerraron
su iglesia y prohibieron que el poblado recibiesen pastores que no
trabajasen: también serían ejecutados.
Todo esto parece un castigo demasiado cruel y muchas veces, actos como
éste levantan el repudio la opinión mundial contra movimientos armados
como las Farc. Y aunque es un hecho absolutamente condenable, nadie
alza la voz a nivel mundial para condenar y repudiar estas jerarquías del
cristianismo organizado y sus viles actos de delincuencia religiosa. El
castigo que recibió este pastor miserable es condenable, violento y
cruelmente exagerado: con exigirle que devolviese el diezmo y expulsarlo
de la zona, ya estaba. Pero, el hombre en su ambición, despertó el repudio
de los demás y debió comprender que se encontraba rodeado de un alto
porcentaje de personas que no experimentaban el cristianismo genuino,
ese que no predicaba él tampoco.
Pero, los mortales, vivos o muertos, según palabras de Jesús, somos todos
seres vivientes delante de Dios. Y el día que tenemos a la puerta, daremos
cuenta. Y aunque yo mismo enfrentaré también a ese Juez que pedirá esas
cuentas, me estremezco de pensar en el momento en que deberemos dar
nuestro informe de conducta ministerial delante de Dios. No quiero
pensar que la jerarquía internacional del Aparato protestante se
estremecen y creen solamente como los demonios que creen que Dios es
uno y tiemblan, aspiro a que ocurra un arrepentimiento en masa, un gran
revisionismo internacional de comportamientos y procederes ministeriales
y todos nos pongamos a cuenta con Dios, y con todos los seres humanos
que son pastoreados engañosamente por toda la tierra, antes del día
grande y terrible, muy más terrible y directamente direccionado a la cueva
de ladrones ministeriales que es la Organización mundial protestante.
En el cristianismo, en la iglesia del Dios Viviente, las designaciones
ministeriales son de otra manera. El gran registro documental que
tenemos para comprobar esto es la Biblia. Pero como la Biblia (como
veremos en un capítulo posterior) no es el libro de consulta de la Organización protestante, lo importante para ella es el acuerdo
consensuado que surge de sus reuniones, asambleas y convenciones, y
que son acuerdos y dogmas que convienen rigurosamente tan solo a los
intereses económicos y de imagen que precisa la organización para aspirar
a una presencia prolongada en el seno de las sociedades y culturas que la
albergan; en verdad, la Biblia solo nos sirve a nosotros como elemento
ineludible de guía y consulta, pues nosotros, los que creemos en Dios
primeramente y que dudamos de la infalibilidad de la iglesia organizada,
creemos que la Biblia es sí o sí la palabra de Dios, y que nunca ha dejado
de serlo, y que nunca dejará de serlo. Entonces, consultando a la Biblia y
observando las declaraciones y enseñanzas de Pablo, quién fue el perito
arquitecto que puso los fundamentos de este gran movimiento
compuesto por hijos e hijas de Dios, y quién fuera un ministro, en este
caso un apóstol, directamente escogido y vindicado por Dios, y
obviamente ungido de la investidura de Poder de lo Alto; en esas
exposiciones apostólicas podemos ver cuán diferente y opuesto al
accionar de la iglesia es el método de Dios para el ordenamiento
ministerial que guiará a su Pueblo, a su Iglesia, porque se trata de Su
iglesia, así se lo dice enfáticamente a Pedro el mismo Señor Jesucristo
antes de su crucifixión: “Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi…
iglesia”; y ya resucitado vuelve a comisionar a Pedro diciendo: “Pedro,
¿me amas mas…? Apacienta mis… corderos”. Luego, si la Iglesia del Dios
Viviente se compone de “mis corderos” y se trata de “mi iglesia”, y si
encima de estas incontrarrestables declaraciones del mismísimo Señor
Jesucristo, Él sentencia que “edificaré mi iglesia”, no queda lugar para
pensar que organización alguna tomará este trabajo tan delicado y divino:
edificar la iglesia del Dios Viviente. Y para Él edificar Su iglesia se cae de
maduro que solamente Él podía designar los ministros de su Pueblo. Y así
lo probó al elegir a sus doce primeramente y así lo corroboró al designar a
Pablo y a Bernabé, como sus ministros en pleno apogeo del accionar del
Espíritu Santo en los Hechos de los apóstoles. Pero, esto es solo el
principio. En la epístola a Los Efesios, capítulo 4, versículo 11, el apóstol
anuncia claramente el orden de los títulos ministeriales que reparte el
Señor Jesucristo. Y, ¡oh, cosa extraña…! No es precisamente el cargo de
pastor quién encabeza el listado de la jerarquía de Dios para Su iglesia. En
Primera de Corintios, capítulo 12, versículo 28, volvemos a leer de la
misma manera: “Y a unos puso Dios (note, dice: Puso Dios), en la iglesia,
primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero (lo tercero, está
enumerando), maestros, luego los que hacen milagros, después los que
sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” Bien, a la Organización protestante le encanta el concepto de
orden, ellos hacen mucho hincapié en la cuestión orden, e incluso, ellos
ordenan, porque según ellos: “las cosas de Dios son ordenadas”. Bien, la
pregunta es: ¿quién es quién debe poner el orden a la iglesia del Dios
Viviente? Según las Escrituras que el Dios Viviente inspiró a hombres
llenos de su Espíritu, nosotros leemos que es Dios quién ordena. Y ordena
claramente: “¡Apartadme a Saulo y a Bernabé para la obra…!” No es difícil
hacer un seguimiento bíblico del funcionamiento del cristianismo tal y
como fue expresado desde el principio, eso no significa un gran trabajo
siquiera para estos elevados teólogos de la Organización protestante,
porque esa es su profesión de “fe”, así dicen ellos, no sé. No termina allí:
la Organización protestante ha hecho del oficio de pastor y de la persona
del pastor, lo que jamás se hizo en el seno del cristianismo genuino y
original. Como podemos ver en las lecturas bíblicas citadas, no es
precisamente el oficio de pastor el que encabeza el orden prioritario de
Dios para la formación del cuerpo administrativo de Su iglesia. Lo que
pone a la Organización en una posición abrumadoramente comprometida.
Y hasta que no replantee sus posiciones, queda claramente expuesta
como un conjunto de hombres y mujeres que se han marginado de las
ordenanzas de Dios y han construido su propia expresión de
“cristianismo”, desechando el orden de Dios para Su iglesia y, lo que es
más grave para ella: suplanta temerariamente a Dios eligiendo, formando
y ordenando a su propio cuerpo ministerial, en el orden que a ella le
parece más conveniente para ( ya lo hemos dicho) sus intereses políticos,
económicos y eclesiásticos. Aun es más grave, no solo le dio al oficio del
pastor la supremacía que no tiene en Su iglesia (porque “primero
constituyó Dios apóstoles”), sino que ha engañado de tal forma a este
mísero personaje, y al mundo entero, que este individuo eclesiástico se ha
tomado las atribuciones de él designar, ungir (con aceite de oliva muchas
veces), reconocer y comisionar apóstoles, profetas, maestros, evangelistas
y colegas pastores, etc. Debo volver a citar la Biblia: en Los Hechos de los
Apóstoles, podemos apreciar que tampoco funcionan así las cosas en el
cristianismo genuino, cuando de designaciones se trata. En el capítulo 14,
versículo 23, nos encontramos con la “novedad” de que los apóstoles
designan ancianos en cada iglesia. Y todo teólogo está de acuerdo que el
anciano, en esos tiempos, era el pastor de la iglesia local. Pero no era así
no más tampoco el nombramiento: había ayunos previos. Bien, nos queda
claramente expuesto que no eran los pastores los que designaba y ungían,
y encomendaban la jerarquía de Dios para Su iglesia. El drama es que para
que esto ocurra en el seno de la Organización protestante, debe haber, ocurrir, venir en pleno la Investidura de Poder de lo Alto, como sucedió en
el principio de la primera iglesia. No sucederá: porque ellos tienen poder:
el dinero y el poder político. Ese es el posicionamiento de autoridad y el
mecanismo de poder que eligieron ellos, y que más les acomoda a ellos.
Alcanzar el poder del Dios de la Biblia para sus emprendimientos
religiosos, les significa reconstruir todo de nuevo, no les conviene:
quedaría expuesta ante el mundo su pervertida conducta. Ya lo hicieron
con la Inquisición los cristianos del “cristianismo” católico, la organización
protestante en su condición de hija del “cristianismo” romano, está
haciendo lo mismo: no puede contra su naturaleza. El primer y único
argumento que tienen para rebatir a la propia Biblia, porque cuando lo
cuestionan a usted por su “mala” costumbre de consultar la Biblia como
guía, ellos, lógicamente, defienden su posición “teológicamente”, y no
tienen mejor discurso que este: “Usted es demasiado fundamentalista”.
Porque es como ya lo dijimos: la Biblia no es la Palabra de Dios para ellos y
lo que se narra y se enseña en la Biblia, para la organización es historia y
material sujeto a revisionismo, correcciones, re interpretaciones,
rectificaciones, etc. No solo obvian lo más complejo del caso: que el cielo y
la tierra pasarán, mas mi Palabra no pasará, sino que obvian la historia:
nunca hubo un libro mas atacado y perseguido en la historia universal. Y
no fue atacado y perseguido por ateos y paganos, precisamente: la furia
contra la Biblia siempre ha sido religiosa. Y si somos más precisos,
debemos decir que el más enconado enemigo que ha tenido la Biblia
desde que fue impresa, ha sido exactamente el cristianismo organizado.
No puedo dejar de comentar acerca de este cada vez más pujante y
arrollador paso de la aparición en masa de ministros femeninos. No hay
registro bíblico que alguna mujer sellada con el Espíritu de Dios fuese
designada para ocupar algún ministerio, como apóstol, profeta, maestro,
evangelista, etc. Sin embargo, hoy las tenemos en pleno y ampliamente
reconocidas y reverenciadas como tales. Recuerdo una hermana conocida,
hija del pastor Cubillos, que ministra una iglesia en Valparaíso, Chile: todos
los cargos que ocupa una iglesia tradicional, lo ocupan mujeres, desde la
co pastora hasta la que cuida la puerta. Otro caso fue el de la pastora de
una organización chilena que se llamaba Corporación Vitacura, estuve
presente en una de sus reuniones, allí ella lanzó un descargo, mientras
charlaba en el preámbulo de lo que sería su mensaje, nos tiró a los
varones lo siguiente: "Algunos se asombrarán de ver una mujer
pastoreando, pero Dios ha hecho así porque los hombres fallaron." ¿?
¿Cuándo? Yo no estaba enterado. Jé. Eso ocurría en los inicios de la
liberación femenina eclesiástica, por ahí a finales de los 70'. Hoy es abrumador, hasta las ves en la tele, en el canal Enlace precisamente
(demás está decir que en ese canal solo accede quien maneja dinero, los
demás vemos desde nuestras casas) Ves mujeres profetas y ves que son
reverenciadas y reconocidas. Cuando Jesús subió a lo alto y repartió dones
a los hombres, lamentablemente no incluyó a las mujeres en el reparto, es
la iglesia organizada la que reparte esos chanchullos, es la iglesia
denominacional, que se independizó totalmente de Dios quien ha elevado
a la mujer a la categoría ministerial. He estado en iglesias comandadas por
mujeres y he visto mujeres bien inquietantes ministrando, vestidas con
ese coqueteo natural, con sus ropas bien ceñidas y sus atributos físicos
bien destacados, un hombre común babea espontáneamente frente a ese
espectáculo "cristiano" de mujer ministrando. Hay damas que suben con
pantalones ajustadísimos al púlpito, como decía Branham: "da la
impresión que las hubiesen vaciado dentro del pantalón…" Damas que
suben escotadas a practicar su "pastorado"; damas con esos vestidos
tajeados al costado. Cierta vez, en el 2003, en Santiago de Chile, fui
enviado por un amigo a hacer música donde uno de sus ministros amigos,
un hombre elegantemente trajeado y que manejaba una cierta solvencia,
pues viajaba a Estados Unidos regularmente a ejercer su ministerio. Esa
noche dirigía su esposa la primera parte. Cuando le tocó hablar al pastor,
este se puso a destacar las bondades físicas de su mujer, refieriéndose a
sus nalgas, dijo: "Mi mujer es buena para la cocina, le gusta mucho cocinar
queques y es indudable que tiene buen "queque" (queque se dice en Chile
al trasero)" Eso lo dijo mientras ella iba bajando del púlpito, ni qué decir,
todos voltearon a mirarle la parte aludida a su mujer en medio de
animadas sonrisas. No contento con eso, cuando ella vuelve a cerrar la
reunión, nos dijo que su esposa había sido maratonista y que siempre
había tenido una buena "delantera", refiriéndose a los abultados pechos
de la dama. La mujer fue hecha para eso, para la alegría y el goce del
hombre, no como un objeto sexual, claro, pero si la mujer tiene dramas
para acceder al ministerio bíblicamente autorizada es porque Dios
determinó así este juego. Ella siempre será mirada como una cosa
deseable, bella, inquietante. Ellas se quejan de que sea así y hasta
recriminan al hombre por mirarlas así, pero las cosas son así. Conocí en
Colombia una espléndida dama, esposa de un pastor, muy joven ella,
apenas llegada a los treinta. Le gustaba vestirse bien femenina y coqueta,
con una fama de excelente predicadora, pero hasta un pastor de su misma
corporación confesó que de solo verla ir hacia el púlpito se agitaban los
machos del rebaño, él incluido. Imaginar en qué estado "espiritual" y de
"gloria" le oían predicar el… ¿cristianismo? La mujer, lo quiera o no, es un ser destinado a provocar la atención del género masculino, no es una
"condena", por cierto, pero lamentablemente para ellas es así, y no tiene
vuelta.
No tenemos ni que citar el texto específico, pero Pablo habló bien claro al
respecto, tanto a los corintios como a su amado Timoteo, están ordenadas
a callar en la congregación y no están autorizadas a tomar autoridad sobre
el hombre. Muy a pesar de los rectificadores y actualizadores de los
escritos bíblicos, está situación es así. Calvario consumado, resurrección
consumada y derramado el espíritu Santo sobre todos los que invocan su
Nombre, en el sino glorioso de su salvación, las cuestiones de las
sanciones post paraíso continúan como está escrito, así también
continúan las enseñanzas de Pablo, porque el espíritu de Dios, que
escribió la Biblia, no se muda ni se retracta; y Dios no posee esa sabiduría,
digamos, "evolutiva", que va regenerando, mutando y adecuándose a las
condiciones del tiempo y de las contingencias humanas de cada
generación; eso es mirar muy en poco a Dios en su innegable e
incomparable divinidad, propio de personas que nunca recibieron su
Espíritu. La mujer está cansada de su condición de inferioridad en el tema
cristiano, y es comprensible. Siempre he mirado a la mujer como una raza
en situación de algo parecido a un cautiverio, con pesadas cadenas o
yugos sobres sus espaldas frágiles y si algo deseo, es precisamente el que
la mujer recupere su condición edénica. Muchos hoy en día se creen en
condición de "liberar" a la mujer del castigo edénico, pero no da para una
análisis serio; creo que una dama cabal espera la liberación de su Propio
Dios y Señor y no una "libertad" religiosa proclamada por un hombre
teologizado que sufre aún sus propios castigos edénicos, es una cosa
incoherente. Las damas ministeriales, encarnizadamente nos atacan a los
hombres, como culpándonos a nosotros de su condición caída, pero
ocurre que nosotros no solo no las rebajamos de su condición original,
sino que también estamos aun posicionados en la situación de castigo que
Dios decidió para el hombre y la mujer el día del cierre del Edén. Las
mujeres no solo permanecen aún bajo el señorío del hombre desde aquél
día, sino que aún paren sus hijos con dolor. Nosotros aún debemos
ganarnos el pan con el sudor de la frente y ambos, ellas y nosotros, aún
volvemos al polvo. Y si miramos el paisaje selvático de Latinoamérica no
más, veremos que todavía la serpiente se arrastra sobre su pecho.
En Ecuador, el año 2007, tuve la amistad de una corporación agonizante,
cuyo líder hizo esfuerzos realmente notables para levantar su imagen. Una
tarde de charla en Pedernales, sacó el tema de la mujer en el púlpito. Los
otros pastores presentes pusieron la Biblia en el lugar donde siempre se pone cuando se quiere creer algo que no tiene un claro asidero escritural,
cosa que siempre hacen cuando alguien menciona la carta de Pablo a los
corintios, dijeron que eso era para los corintios, porque eran
desordenados. Les dije que si las cosas se interpretaban a sí y creíamos
que los mensajes eran exclusivamente para quiénes estaban destinados
en la historia bíblica, entonces estábamos más perdidos que los corintios,
porque al menos ellos tenía un par de epístolas apostólicas, pero a los
creyentes de Sudamérica ningún apóstol le escribió jamás. Llamaron a una
hermana anciana y le preguntaron qué opinaba de que la mujer no debía
predicar sobre el púlpito, respondió mirándome que si no era legítimo que
las mujeres predicasen, entonces para qué las había llamado Dios; dije que
era una cuestión que debían solucionar con Dios, porque cada uno sabe
para qué fue llamado, aparte dije que debía creer lo que la Biblia decía
sobre cómo se salvaba la mujer, que si no creía eso, bueno, ya no era mi
problema. Como insistieron sobre el tema, terminé diciendo: "Si alguno de
los ministros presentes cree tener una unción como la de Pablo o más alta
que la del apóstol y está en condiciones de rectificar y reinterpretar los
escritos del apóstol que lo haga, pero yo me bajo de la discusión porque no
creo tener una don superior o similar, o una comisión de corregir los
supuestos errores doctrinarios de Pablo".
El pecado que aíra a Dios es religioso. Y no es ningún misterio a estas
alturas, que la ira de Dios contra el Aparato Protestante va in crescendo
aceleradamente.
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