lunes, 20 de septiembre de 2010

Hno Rafael Mendoza

UN REVISIONISMO   DE LA IGLESIA PROTESTANTE DE LATINOAMÉRICA
 III

La Organización


Asociación de personas regulada por un conjunto de normas en función de
determinados fines.

La Organización,  finalmente,  se ha  convertido en una de  las expresiones
más altas y perversas de un genuino y terrorífico anticristo, si acaso no es
ella misma la incubadora del malvado ser apocalíptico.
Auténtica devoradora de seres humanos,  le ha dado un feroz codazo a  la
supremacía, soberanía y gobierno absoluto de Dios, y se ha puesto ella en
lugar de Dios. Ella pone,  saca,  reparte, envía, unge  y derriba ministros a
todo  lo  ancho,  alto,  largo  y  redondo  del  planeta.  A  cautivado,  por
concepto  de  esclavitud,  tanto  a  jerarcas  como  a  miembros  de  su  muy
tirana institución. 
La  Organización  es  la  absoluta  responsable  del  concepto  de  ministro
superior que ostentan todos los pastores del mundo. Ella le construyó y le
instruyó  en  esa  imagen  de  inaccesibilidad  que  proyecta  el  sujeto
jerarquizado, frente a las masas que "conduce". Ella los convirtió en papas
absolutos de sus respectivas denominaciones. Ella le enseñó a atropellar y
a poner bajo su "autoridad" y capricho administrativo a  todos  los demás
ministerios, sean más altos, iguales o menores al oficio de pastor. Pablo, el
apóstol  principal  de  la  primera  edad  de  la  iglesia,  nos  da  otro  orden  en
Efesios y Corintios, y no es precisamente el pastor el oficio principal en la
exposición paulista respecto de  los ministerios. Pero, como eso sale en  la
Biblia,  no  tiene  mucha  importancia  frente  a  los  intereses  de  la
Organización  en  el  concierto mundial.    (Uno  llega  a  sentirse pecador  de
ingenuo,  cuando  intenta  usar  la  Biblia  para  señalar  la  condición  de  la
Iglesia organizada) 
Cuando  se  trata  de  la  organización  protestante,  esta  ha  tenido
exactamente  la  misma  "bendición"  del  Estado  que  las  demás
organizaciones  religiosas, para debutar en público y para  ser  legalizada y
autorizada a funcionar como: La Puerta Oficial del Cielo en la Tierra.
El discurso de la organización protestante es contradictorio e incoherente,
no  resiste  el  menor  análisis.  Por  una  parte,  obligan  y  presionan constantemente al aspirante a creyente o al creyente en pleno a recibir el
Espíritu Santo, que es la condición sine quanon para ser reconocido como
un legítimo cristiano en verdad, pues el mismo Señor Jesús instruyó de esa
manera a  sus apóstoles, porque  solo el Espíritu Santo guiaría, enseñaría,
revelaría  y  daría  poder  sobre  todas  las  cosas.  Pero,  pero,  pero...En  este
juego incongruente de la organización, ella se reserva el derecho de guiar,
enseñar, revelar y darle "poder" al individuo ya poseído del Espíritu. Y no
solo  eso,  también  la  organización,  determina,  administra  y  autoriza  o
anula  los dones y oficios que  la persona manifieste haber recibido de "lo
Alto" al momento de recibir el Espíritu Santo. Es decir, el Espíritu Santo los
bautiza  y  los  inviste  de  poder  y  la  organización  los  guía,  los  enseña,  los
autoriza y los... ¿revela?
La  Organización  protestante  no  reconoce,  ni  concibe  como  legítima
ninguna manifestación,  ni  los  dones,  ni  los  oficios  que  el  Espíritu  Santo
produzca  en  sus  elegidos  si  estos  son  personas  de  congregaciones  o
creyentes  individuales de  cultos no oficializados por el Estado. Todas  las
organizaciones protestantes, constituidas a sí mismas como el Palacio del
Gobierno de Dios sobre la tierra, dan por sentado que toda manifestación
de  Dios  en  cualquier  individuo,  hombre  o  mujer,  o  congregación,  solo
puede ser veraz y legítima si esta poderosa expresión de la Deidad ocurre
al  interior  de  sus  recintos  religiosos.  Toda  organización  religiosa  es  una
auténtica  trampa mortal para  los  individuos que caen en  sus "beatíficas"
garras. Establecidas para engañar y  ser engañadas  son  los  silos donde se
amontona la cizaña para ser quemada en los días de los inminentes juicios
de Dios que caerán sobre la tierra. Toda organización erigida como la Casa
Central del Gobierno de Dios sobre los habitantes de la tierra, es ni más ni
menos, que la Capitanía General de Satanás sobre la tierra, quién, a través
de  la  temible  imagen  política,  económica  y  religiosa  que  proyecta  la
organización  a  la  humanidad,  intenta  engañar,  si  fuere  posible,  a  los
mismos  elegidos.  Pero...no  lo  es,  gracias  a  la Gracia  de  la Omnipotencia
absoluta de Dios. Porque si a Dios le engañasen uno solo de sus escogidos,
quedaría muy mal parado.
Con  este  discurso  perverso  engañan,  queriendo  decirles  a  esos  pobres
seres  sometidos  que  la  iglesia  evangélica  es  como  una  réplica  gentil  del
Templo de  los Judíos, donde en cierto tiempo, muy anterior a  los días de
Jesús, Dios  habitaba  en  el Aposento  denominado  Lugar  Santísimo,  en  lo
que era el Arca del Pacto de Dios  con Moisés, que  se hallaba detrás del
Velo que se rasgó  la tarde de  la crucifixión de Jesús, el Cristo. Pero, pero,
pero… No hay ninguna iglesia gentil, en todos sus procesos históricos, que
haya  albergado  a  la  Deidad  en  alguna  esquina,  columna,  recoveco  o habitáculo  especial,  o  accesorio  alguno,  tal  como  un  arca,  por  ejemplo. 
Cabe destacar que cuando  la Gloria de  Jehová habitaba el Templo detrás
del Velo del Lugar Santísimo, los sacerdotes no entraban así no más a ese
lugar tan santo, como suben los pastores aristocráticos a su remedo vulgar
de lugar santísimo en que han convertido el púlpito. No, había una forma
especial  de  caminar,  de  tal modo  que  el  individuo  señalado  para  entrar
una vez al año al  lugar del Arca, durante  la celebración del  Jom Kipur,  la
fiesta anual que perdonaba todos los pecados judaicos, el sumo sacerdote
debía conocer la manera de desplazarse, pues las campanitas que pendían
de él al  irse adentrando detrás del  velo debían  tintinear de manera que
debía oírse que decían: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Y si este hombre santo  lo
hacía  mal  o  entraba  intrépidamente  sin  importarle  si  había  cometido
algún pecado, caía muerto allí mismo. Por esa razón entraba atado a una
soga,  si  ocurría  su  muerte  lo  arrastraban  desde  afuera.  Pero,  los
evangélicos que juran y re juran que Dios está en la iglesia, entran como se
les da  la gana a sus templos y cuchichean hasta con malicia de su propio
prójimo, y hasta discuten entre sí antes, durante y al final de sus reuniones
convocadas bajo el techo eclesiástico que “habita” Dios. Y nunca ha caído
muerto algún  jerarca estafador y canalla al subir hasta sus púlpitos de  la
estafa  y  del  escarnio.  No  obstante,  y  soy  reiterativo,  la  organización
protestante  logró convencer de manera absoluta al mundo que Dios está
en sus iglesias. El que acude a ellas, acude a Dios. Porque ya establecieron
que la única manera de que Dios se encuentre con el hombre, es a través y
en  la  iglesia.  Los que no  se unen a  su  signo  y no  se ordenan en ella, así
digan  y  manifiesten  tener  a  Dios  y  su  Sello  del  Espíritu  Santo,  están
marginados del dios eclesiástico que vive en sus  iglesias,  legalizado por la
jerarquía clerical y legalizado jurídicamente por el aparato estatal. Porque,
claro,  si  Dios  no  es  autorizado  jurídicamente  por  el  Estado  a  funcionar
como Dios  y  a  vivir  legalmente  en  su  “casa”  que  es  la  iglesia,  entonces
queda expuesto a sufrir  las consecuencias de  las  leyes de  los hombres. Y
como  ese  dios  de  ellos  es  temeroso,  ordenado  y  se  sujeta  a  los
requerimientos  estatales,  como  todo  buen  ciudadano,  entonces  hace
todos  esos  trámites  diligentemente.  Así  nadie  puede  multarlo  por  vivir
ilegalmente  en  una  iglesia  o  por  practicar  su  función  de  dios
públicamente. Algo así.
La  costumbre  “sagrada”  de  construir  iglesias  con  un  dios  adentro,  se  la
deben  exclusivamente  a  su  madre  católica,  quién  organizada  bajo  la
conducción  “divinamente”  inspirada  de  Constantino,  emprendió  la
construcción del más grande clon del cristianismo. Allí se decidió que  los
creyentes  debían  organizarse,  ordenarse  en  jerarquías,  se  establecieron ritos,  liturgias  y  sacramentos,  y  hasta  discutieron  cómo  presentarían  al
mundo la “divinidad” eclesiástica que constituían. Y, claro, allí, tan pulcros
y píos ellos, decidieron que debían construirse  templos “como  la gente”,
porque era muy ordinario y de muy mal gusto presentarse al mundo como
una  religión  sin  complejos  edilicios  con  arte  arquitectónico,  con  gusto
refinado,  con  ambientación  religiosa  apropiada.  Porque,  ¿quién  iba  a
seguirlos si no tenían templos? Sin templos no había status, sin templo no
había nivel, sin templo se perdía toda solemnidad, sin templo  la jerarquía
perdía estilo y no  tenía  imagen. Y  lo que era más  terrible para ellos:  ¡Sin
templo no había Dios…!
Ya  en  el  siglo  segundo,  Ignacio  venía  proclamando  que  la  iglesia  era  el
cuerpo de Cristo y enseñaba que nadie sería salvo si no era miembro de la
iglesia,  parecía  sagrado  y  digno  de  temor,  pero  Ignacio  mezclaba  los
conceptos.  El  cuerpo  de  Cristo  no  era  el  tipo  de  iglesia  que  proponía  e
interpretaba  este  discípulo  de  la  segunda  generación  post  apóstoles.
Nadie se hace miembro del cuerpo de Cristo perteneciendo a una iglesia y
cumpliendo  rigurosamente  sus ordenanzas y enseñanzas:  se nace en ese
Cuerpo.  En  el  siglo  XV,  Juan  Calvino,  teólogo,  humanista  y  reformador
francés que no adscribía a la reforma luterana, gran campeón protestante
que  lidiaba enérgicamente contra  la  iglesia católica y prolífico escritor de
textos doctrinarios,  también era un  recalcitrante  líder pro eclesiástico, el
establecía que  solo a  través de  la  iglesia podía  construirse una  sociedad
verdaderamente  piadosa.  Bueno,  aparte  de  dogmático  el  concepto,  el
calvinismo también probó, con el asesinato de Miguel Servet, que estaba
dispuesto hasta la más encarnizada expresión de violencia para conseguir
sus  fines,  digamos,  “evangelísticos”  pro  eclesiásticos  en  pos  de  una
sociedad más “cristiana”. Lo mismo que postulan los señores protestantes
de  hoy  en  día,  que  no  es más  que  el mismo  predicamento  de  la  iglesia
católica, solo que no se usa papa, ni hábitos, ni vírgenes, ni santos de yeso.
No  es  de  extrañar  entonces  que  la  iglesia  hubiese  crecido  tan
irreductiblemente  como  la  imprescindible  intermediaria  entre Dios  y  los
hombres. Lo más curioso de todo esto es que todo lo que está adentro de
esos  edificios  clero-protestantes  es  santo,  empezando  por  el  edificio
mismo,  por  cuanto  calificado  como  iglesia  es  obviamente  lugar  santo,  y
como  tiene un dios  adentro, mucho más  santo;  santo  su púlpito,  santas
sus  guitarras  eléctricas  rockeras,  santos  sus  floreros,  santas  sus  bancas,
santos  sus  platillos  ofrenderos,  santos  los  sobres  de  los  diezmos,
últimamente hasta las billeteras de los distraídos que donan hasta que les
duele han adquirido el status de santas, etc. Lo curioso, decía, se presenta
en el factor humano, porque ocurre que lo único no santo es la gente que se congrega allí, en medio de paredes, muebles y accesorios tan, pero tan
santos.  Y  eso  se  desprende  de  los  ásperos  sermones  que  oímos  que
zamarrean  y  avergüenzan  a  los  concurrentes  acusándolos  y
avergonzándolos  de  cuanto  pecado  imaginable  e  inimaginable  pueda
cometer  el  ser  humano  convocado  allí.  Nunca  será  santo  como  los
muebles que pertenecen a  la “casa” del Señor. Nadie toca esos muebles,
pero  el  ser  humano  puede  ser  expulsado  de  allí  de  la  manera  más
ignominiosa.  Extraño  dios  vive  al  interior  de  esa  santa  expresión
arquitectónica  de  iglesia:  ¡jamás  lanzará  fuera  de  sus  puertas  un  solo
florero de  sus altares, pero expulsa  seres humanos a dos manos  cuando
está eclesiásticamente enojado! 
Allí, a partir de ese extraño y tragicómico concepto de santidad en cuerpos
inanimados, se inicia, o sucede el drama del ser humano, no inanimado, y
su Vía Crucis religioso protestante.
Nada más  fantasioso  y  fuera  de  lugar  que  hablar  de  la  organización  del
Cuerpo  de  creyentes  de  Dios,  es  exactamente  lo mismo  que  organizar,
tamaño delirio digo, a Dios  y  su  séquito angelical,  cuatro  seres  vivientes
incluidos.  Como  si  Dios  hubiese  pasado  por  alto  el  hecho  de  que  una
religión de bien y con un Dios de tan alto respeto y consideración como Él,
solo funciona si se la organiza religiosa y jurídicamente.
Nada  habla  más  fuerte  del  complejo  de  inferioridad  que  aqueja  a  las
comunidades  protestantes  frente  a  la  poderosa  universal  imagen  de  la
iglesia católica que su obsesivo empacamiento por alcanzar el poderío y el
status  de  la  iglesia  de  Roma.  La  iglesia  protestante  no  ha  trepidado  en
hacer fortuna y perfil a cualquier precio: vendió los púlpitos, la doctrina, el
aparato  jerárquico,  los  ministerios,  se  sentó  a  discutir  conveniencias
ecuménicas, se vendió al Estado, a  la sociedad, a  los regímenes políticos,
al empresariado internacional, en fin, en fin, en fin. Pensada originalmente
como el Cuerpo de  Jesucristo que  rescataría de  la  iniquidad y  la  idolatría
católica  romana  a  todo  cuanto  infeliz  latinoamericano  “cristianizado”
pudiera, cambió el Espíritu de Dios y las promesas de Su Reino, y Su propia
Palabra  por  un  puñado  de monedas  y  una  investidura  aristocrática.  Las
palabras  de  Carlos  Camus,  un  monseñor  chileno  en  tiempos  de  la
dictadura  pinochetista,  a  propósito  de  los  movimientos  de  trasero  que
ensayaba  la  iglesia evangélica chilena prostituyéndose con el  régimen de
facto,  grafican  universalmente  la  bajeza  moral  y  cristiana  del  aparato
protestante: “La iglesia evangélica chilena –comentó-, tenía el favor de los
pobres  de  las  poblaciones  marginales,  ahora  negocia  con  la  dictadura
vendiéndose por un plato de lentejas.” Eso, elevado a escala mundial, es lo mismo  que  practican  las  iglesias  protestantes  en  el  día  de  hoy.  Y
continuarán practicándolo.
En  lo que respecta a la organización protestante, que es el punto a tratar
prioritariamente  en  todo  este  trabajo,  hay  un  total  y  absoluto
segregacionismo  que,  incluso  ya  se manifestaba  en  los mismos  días  de
Lutero  y  que  nunca  conciliaron.  Ahora,  los  encuentras  enfrentados  en
trinitarios y unitarios de manera recalcitrante e irreconciliable, a partir del
recrudecimiento en estas posiciones que ocurrió más o menos a finales de
los 40’, del siglo Veinte, en USA, claro,   ¡dónde más! Enfrentamiento que
es  absolutamente  vistoso  y  palpable  en  naciones  como  Ecuador  y
Colombia, en  lo que  respecta a Latinoamérica, pues estos dos países son
los que albergan las mayorías unitarias del sur latinoamericano. Un pastor
de  Pereira,  de  la  corriente  denominada  iglesia  del  nombre  y  que
pertenece a  la  famosa organización unitaria  Iglesia Unida Pentecostal de
Colombia,  separada  de  la madre  unitaria  norteamericana más  conocida
por  las  siglas  U.P.C, me  comentaba  en  su  propia  casa  su  preocupación
ante el crecimiento inusitado que estaba -¡y que está!-  teniendo la iglesia
trinitaria.  Incluso  él  había  convocado  a  reuniones  a  sus  colegas
ministeriales para proponer planes operativos a escala, para contener en
algo  el  crecimiento  trinitario  y  para  levantar  el  carisma  de  la  iglesia
unitaria,  pero  -se  quejaba-,  los  jerarcas  de  su  denominación  no  le
prestaban atención ni importancia a ese hecho, y según él, solo se debía a
que  eso  significaba mayores  inversiones,  y  los  pastores  colombianos  del
Nombre de  la  iglesia Pentecostal Unida eran  tan  tacaños que no querían
meter  un  solo  peso  en  campaña  alguna,  así  los  devorasen  los  trinitarios
pentecostales de Pereira que marchaban en esos momentos encabezados
por Pablo Portela, el carismático exhibicionista millonario de  la televisión
local. Este desmembramiento o divisionismo es tan agudo y determinante
que  casi  no  caben  esos  calificativos,  ya  están muy más  propensos  a  ser
calificados  como  una  organización  desintegracionista,  que  viene  a  ser
negativo e  inconveniente para ellos a nivel  terrenal, porque es una mala
política que demuestra que no son tan calculistas económicamente como
demuestran  a  nivel  de  sus  movimientos  locales,  ganarían  mucho  más
dinero  siendo  un  solo  organismo  religioso  protestante,  como  lo  gana  a
manos  llenas  su  madre  vaticana.  Pero,  tampoco  les  serviría  para
congraciarse  con  Dios,  porque  Él  solo  trata  con  individuos,  y  no  con
individuos como ellos, precisamente.
Trinitarios  y  unitarios  se  atacan  y  se  descalifican mutuamente,  pero  las
organizaciones trinitarias protagonizan los más grandes eventos, al menos
en  Latinoamérica.  Aquí  llegan  todos  los  más  famosos  evangelistas trinitarios,  (contando desde  la época moderna y de  la ya  casi  feneciente
del  siglo Veinte), por Humbard, Osborn, Roberson, quién  se despachó el
muy  espiritualista  sermón  aconsejando  el  asesinato  de  Hugo  Chávez
públicamente,  a  través  de  su  programa  “evangelístico”  televisivo;  el
benemérito  y  caído  en  desgracia  Jimmy  Swagartt,  el  portorriqueño más
carismático  del  continente:  Yiye  Ávila,  etc.  Y  en  el  aspecto  musical,
también  ha  sido  arrolladora  la  influencia  trinitaria  en  las  iglesias
protestantes,  imponiendo  fetiches  acomplejados  y  titiritescos  que  no
persiguen la adoración a Dios con sus alabanzas, sino que prioritariamente
se  evidencia  en  ellos  en  forma  innegable  esa  especie  de  capricho
competitivo, que quiere mostrarle al mundo que son tan buenos músicos
o mejores músicos que ellos, no escatimando ninguna estrategia o trucos
técnicos  para  impresionar  a  las masas  enajenadas  que  caracterizan  a  la
expresión  protestante  de  esta  edad.  Mirándolos  a  ellos,  no  te  queda
margen  para  apreciar  qué  diferencia  pueda  haber  entre  los  músicos
mundanos  y  los  músicos  “cristianos”  del  aparato  artístico  del
protestantismo.
La oposición  trinidad-unidad  es histórica  y  se  remonta  a  los días  en que
Constantino  tomó el mando de  los  traidores al cristianismo heredado de
Cristo  –de  quién  se  debe  el  apelativo-  y  sus  apóstoles,  con  todos  los
crímenes masivos que se conocen documentadamente desde  los tiempos
de  las primeras persecuciones. Porque  la  trinidad ha  sido  asesina  en  los
dos  bandos:  con  camiseta  católica  y  con  camiseta  protestante,  da  lo
mismo,  porque  es  el mismo  espíritu  quién  los  unge,  eso  es  irrefutable.
Uno  de  los  crímenes  más  cobardes  históricamente  cometidos  por  las
hordas  trinitarias  protestantes  fue  el  cometido  contra  la  persona  del
ilustre  médico  y  teólogo  español  Miguel  Servet.  Sus  opiniones  fueron
resistidas  por  católicos  y  protestantes,  principalmente  porque  era  un
opositor  al  concepto  trinidad,  a pesar de  reconocerse militante  católico.
No  obstante,  mantuvo  correspondencia  con  Juan  Calvino,  el  líder
reformista  francés.  Fue  detenido  por  el  calvinismo  reinante  en Ginebra,
Suiza,  cuando  asistía  a misa. Acusado por  los protestantes  calvinistas de
herejía y blasfemia contra el cristianismo, fue ejecutado en la hoguera. La
vieja  historia  de  Caín  y  Abel.  Historia  que  como  siempre  tiene  como
motivo y pretexto para sus crímenes alevosos, un elemento religioso. En el
caso de Abel y Caín, fue un estilo de adoración, caso Servet y Calvino algo
más bajo: un dogma. 
La organización protestante  ejerce una  sutil  tiranía  feroz  sobre  los  seres
humanos que mantiene a raya bajo su techado inicuo y facineroso. Nadie
escapa  a  su  dominación,  ni  ministros  ni  subordinados.  Sometidos  a  un temor subliminal, tiemblan ante la idea de ser desechados por ella. Sufren
un pánico tal, que da  la  impresión de que  la  idea de ser expulsados fuera
sus puertas, le provoca al individuo un pavor semejante al que produce el
pensar en  ser echado a  las  tinieblas de afuera en el día de  la  separación
definitiva  de  corderos  y  cabritos.  Muy  pocos  abandonan  sus  dominios
tenebrosos con júbilo y alegría, y glorificando a Dios por ello; una inmensa
mayoría  sale desconcertada,  cabizbaja, desorientada  y presa de  terribles
cuadros depresivos. Otros salen con bronca y deciden convertirse en ateos
y  enemigos  de  Dios,  desilusionados  por  su  experiencia  “cristiana”  en  la
organización que los engañó. Ellos son los más dañados. 
Conocí  un  hombre,  en  Santiago  de  Chile,  miembro  de  uno  de  esos
tabernáculos  del  mensaje  branhamita.  Se  produjo  un  antagonismo
irreconciliable  entre  su  pensamiento  y  el  de  su  pastor,  a  tal  punto  que
sucedió algo así como ocurría en las viejas películas del Oeste: ¡Uno de los
dos sobra en este pueblo…! Y como él no pastoreaba, le tocaba irse. Pero -
me confesó él mismo-,  la  iglesia  le era como una esposa: “¡Me separé de
la  iglesia y no volveré  jamás a ella, pero sigo casado con ella… no puedo
tomar a otra!”
Alejandro,  un  buen    amigo,  también  militante  de  tabernáculos
branhamistas, me preguntaba desorientado qué consejo podía yo darle a
él,  pues  estaba  frente  al  dilema  de  decidir  sobre  su  permanencia  en  la
iglesia, pues para él abandonarla era caer en el caos. ¿?¿?
Engañada a  sí misma,  con el engaño que practicó en el mundo entero  y
cegada  en  el  esplendor  de  sus  adquisiciones  políticas,  sociales  y
económicas,  su  extensión  mundial,  su  influencia  en  el  sistema,  la  muy
“todo  poderosa”  iglesia  protestante  organizada  se  ha  tomado  para 
misma  los atributos de  la  Iglesia Viviente del Señor  Jesucristo. Y caída en
su  propio  engaño  manufacturado,  cree  ser  un  aparato  invencible  y
perdurable en el  tiempo. Cree ser  la  Iglesia Eterna de Dios. Sin embargo,
es una cuestión muy confusa, porque esta es algo así como una creencia
compartida en diferentes direcciones, porque cada iglesia que compone el
Aparato  Protestante  cree  lo  mismo  pero  en  su  propio  beneficio,  pues
hasta  en  eso  están  divididas.  Entre    cada  una  de  ellas  cree  ser  la
verdadera, mientras  considera  falsas  a  las  otras.  Pero,  no  es muy  difícil
notar  la futibilidad y necedad de este concepto de  institución eterna que
se  arroga  cada  una  de  ellas,  su  “eternidad”  eclesiástica  tiene  los  días
contados. 
Debatí  en  cierta  ocasión,  con  un  teólogo  de  Buenos  Aires,  vía  internet,
precisamente respecto del concepto de  institución oficial del cristianismo
que  se  arrogan  las  iglesias  evangélicas.  Y  el  reclamaba  estar  cierto,  que debido a sus más de doscientos años de existencia y trascendencia pública
e  internacional,  su  santa  madre  iglesia  Asambleas  de  Dios  era
indiscutiblemente  la  verdadera  iglesia.  Le  respondí que  todas  las  iglesias
protestantes de tradición argumentaban  lo mismo,  fundamentadas en su
antigüedad.  Él  replicó  que  nadie  le  arrebatada  esa  seguridad  de  certeza
respecto a su denominación. Entonces  le pedí que me dijera si acaso era
entonces  su  iglesia  la  escogida  por  Dios  para  que  nosotros  nos
congregásemos durante el transcurso del Milenio. Porque si su iglesia es la
verdadera,  entonces  nos  congregaremos  en  ella  en  esos  mil  años.  Al
menos,  fue honesto y declaró no saber eso. Le repliqué que entonces no
tenía  un  asidero  veraz,  bíblico  y  espiritual  para  sostener  que  la  única
iglesia verdadera era la suya, pues si así lo fuera, él mismo estaría claro de
su permanencia eterna, como el cuerpo  institucional eterno de Dios que
postulan ellos.
Ese  es  el  drama  de  la  Organización:  no  pueden  argumentar  veraz  y
bíblicamente  que  son  verdaderas,  hacerlo  implicaría  también  aseverar,
que por cuanto verdaderas, también son la Novia de Jesucristo que subirá
a  la  Fiesta  de  Bodas  del  Cordero  en  el  Rapto  o  arrebatamiento  de  la
Iglesia. Y eso sí que resultaría  incongruente y confuso, y  loco. Siendo así,
¿a  cuál  de  ellas  escogería?  Porque  trabadas  en  ese  empecinamiento  de
descalificarse unas a otras dentro del mismo seno del protestantismo, no
es  muy  convincente  el  hecho  de  que  algunas  sea  la  verdadera  y  que
consecuentemente es  la que Cristo elige para su Fiesta de Bodas. La cosa
es  grave,  porque  encima  que  Jesucristo  no  fundó  la  Iglesia  Protestante,
mal  podría  elegir  una  entre  ellas,  pues  si  no  es  el  fundador  del Aparato
Protestante, tampoco fundó las iglesias que lo componen. Luego tenemos
el  “problema”  de  la  Palabra.  En  ella  no  se menciona  que  haya  formado
una  iglesia  para  su  Nombre  y  tampoco  se  nos  explica  en  la  Biblia  que
conoceríamos  esta  iglesia  por  ser  jurídicamente  organizada,  teológica,
culta,  millonaria,  aristocrática,  de  rancia  tradición,  sino  que  dice  que
formó un pueblo para su Nombre. Y da la casualidad que ese pueblo no es
caratulado  o  denominado  pueblo  protestante.  Ni  mucho  menos  con
apelativos tales como pueblo bautista de Su Nombre, pueblo pentecostal
de  Su  Nombre,  pueblo  trinitario  de  Su Nombre,  pueblo Mormón  de  Su
Nombre. Para colmo cuando Él dice dónde estará congregado, no cuadra
con  la  aseveración  organizacional  de  que  Dios  está  en  la  iglesia
protestante,  las palabras de Jesús al respecto son apabullantes en contra
de  ese  concepto  eclesiástico,  Él  dice:  “Porque  donde  hay  dos  o  tres
congregados en mi Nombre, allí estoy yo.”   Mateo 18:20. Eso no determina
lugar  específico,  iglesia  específica,  letrero  específico  o  nación  específica. Lo único específico que resalta en esa aseveración de  Jesucristo es el ser
humano  y  no  importa  el  lugar  en  que  este  ser  humano  esté  reunido,  lo
que especifica es que donde quiera que  los seres humanos se  reúnan en
Su  Nombre,  allí  estará  Él.  Eso  saca  automáticamente  a  la  organización
protestante de en medio, saca a la iglesia Católica de en medio, saca todo
lo que  se  interpone  condicionando al hombre  y  la mujer en  cuanto a  su
acercamiento, convivencia y relación con Dios. 
Mala noticia. Y muy pésima: ninguna organización religiosa sobrevivirá a la
gran  tribulación  que  se  desatará  después  del  Rapto.  Allí  es  donde  se
cumple la fecha de vencimiento de la “eternidad” del Aparato Eclesiástico.
Ninguna de ellas sobrevivirá bajo la hora de juicios que se desatará sobre
el  globo  terráqueo, mientras  Su  Pueblo  esté  gozando  las  Bodas  con  su
Redentor. Entonces, comprenderán tardíamente las organizaciones que lo
único  eterno  sobre  la  tierra  no  eran  ellos  precisamente,  sino  que  el
hombre  y  la mujer que martirizaron  y asesinaron  incesantemente en  los
días de  su  fastuoso despliegue  religioso organizado  sobre el planeta. Allí
comprenderá  la Organización  que  no  era  ella  la  que  tenía  el  Patrimonio
sobre el hombre. Ni mucho menos, potestad sobre los dones de Dios en el
hombre. Entonces comprenderá que el hombre no era un don eclesiástico
producido  por  ella,  sino  que  el  hombre  es  indiscutiblemente  un  don  de
Dios.  Y  entonces  comprenderá  la  Organización  para  su  espanto  y
condenación eterna que no era Dios quién  tenía que arrodillarse delante
los designios, negocios y doctrinas de ella, comprenderá que es ella quién
debía haberse arrodillado delante la soberanía y majestad del Dios Eterno.
Allí  comprenderá  la  verdadera  estatura  de  su  tamaño,  frente  a  la
Omnipotente  Omnipresencia  Omnisciente  de  la  Deidad  que  suplantó
temerariamente en todas las edades de la tierra.
Cuando fue elegido Benedicto XVI, el Papa que reemplazó al fallecido Juan
Pablo  II,  pude  ver  en  la  CNN  cuando  entrevistaban  al  Presidente  del
Concejo Mundial de Iglesias: había llegado al Vaticano para discutir con el
nuevo Papa las políticas de conducción del nuevo jerarca católico respecto
de  su  relación  con  las  iglesias  que  representaba.  Como  vulgares  líderes
políticos  del  concierto mundial  discuten  los  destinos  sociales,  laborales,
económicos  y  educacionales que determinarán  sobre  todos  los hombres
de  las  naciones  del  globo,  así mismo  se  reúnen  los  líderes  de  la  iglesia
oficial para decidir el estado “espiritual” al que será sometido el hombre y
la  mujer  adheridos  a  sus  organizaciones.  No  se  trata  de  personas
espontáneas y de baja procedencia en el escalafón de  clases  sociales,  se
trata de  intelectuales  y  teólogos de  fuste. Un ministro  campesino  jamás
será elevado a la categoría de Presidente del Concejo Mundial de Iglesias. Su  diminuta  y/o  nula  capacidad  teológica  no  lo  haría  ni  remotamente
digno de sentarse siquiera en medio de ellos en sus ampulosas reuniones
ministeriales. Lo mismo  le ocurriría a Simón Pedro, por ejemplo. Y Pablo,
pese  a  su  elevada  formación  e  instrucción  en  las  Sagradas  Escrituras  y
pese a su innegable unción de apóstol genuino de Jesucristo -no apostolito
denominacional  organizado-,  tampoco  calificaría  para  ser  aceptado  o
elegido y elevado al  rango dirigente de ellos por  su marginalidad, por  su
nulo poder adquisitivo, por su absoluta falta de nivel aristocrático, por su
empobrecida  manera  de  vestir  y  ¡horror  de  horrores!  Por  carecer  de
credenciales  que  demuestren  que  es  un  ministro  ordenado  por  la
organización  respectiva y por carecer, por consecuencia, de organización
reconocida por algún estado que lo respalde.
Si alguna vez, alguna persona fuera puesta de pie en medio de una de sus
multitudinarias  reuniones  universales,  de  seguro  temblaría  ante  esa
apabullante presencia de ministros poderosos y ante la gigantesca imagen
global que representa. Lo mismo  le ocurriría a esa persona puesta de pie
al centro de  todo el poderío del Vaticano sesionando en pleno, con  todo
su poderío eclesiástico en  funciones,  la  fastuosidad de  sus ceremoniales,
su  inigualable poderío económico,  la expresión  temible y universal de  su
poderío político y el estremecedor  influjo de sus rituales y dogmas, y sus
místicas  respectivas,  imponiéndose arrolladoramente por sobre  todas  las
religiones convocadas.
Sin embargo, si usted subiese a  la  terraza de cualquier edificio alrededor
de  la  sede  del  Concejo  Mundial  de  Iglesias  y  mirase  hacia  el  ente
arquitectónico  de  este  Concejo,  no  le  parecería  tan,  tan  grande.  Y  si
tuviese  la  oportunidad  de  abordar  un  avión  y  sobrevolase  el  edificio
indicado, ya  lo encontraría realmente pequeño. Y si usted mismo pudiera
subir  a  esa  moderna  Estación  Espacial  que  construyen  astronautas  de
todas las naciones a casi 500 kilómetros de altura sobre la tierra y pudiera
mirar  hacia  el  edifico  del  Concejo  Mundial  de  Iglesias,    que  lo  vería
pequeñísimo, bien, bien  chiquito. Pero, pero, pero…  si usted  tuviese esa
bendita  facultad  de  pararse  los más  cerca  posible  del  Trono  de  Dios  y
mirase  hacia  donde  está  ubicado  el  edificio  del  Concejo  Mundial  de
Iglesias,  ¡se  daría  cuenta  de  cuán  insignificante  es  esa  construcción
religiosa y todo lo que ocurre en ella ante la mirada de Dios!
Ese  es  el  fatal  problema  insoluble  de  la  mega  poderosa  organización
mundial religiosa que somete y engaña a todos los habitantes del planeta
tierra:  ¡No  es  nada  delante  de  la  Soberanía  y  Magnificencia  del  Dios
Altísimo que vive y reina para siempre! Dios todavía y por los siglos de los siglos  es  más  infinita  y  maravillosamente  más  Todopoderoso  que  el
pasmoso y apabullante poderío mundial de la religión organizada.
Pero  esto  es  lo  más  significativo  y    asombroso  y  que  tampoco  no
disciernen  los  jerarcas  de  las  organizaciones  religiosas mencionadas: Un
humilde mestizo,  indio, mulato o negro ungido  e  investido del Poder de
ese Dios  tan Alto y  tan  Inconmensurable, por muy  ignorante que  sea en
materias  educacionales  y  teológicas  del  sistema:  ¡Es  todavía muchísimo
más poderoso que el Concejo Mundial de  Iglesias y el Vaticano  juntos, y
muchísimo  más  importante  para  Dios  que  todos  estos  mamarrachos
organizacionales  que  han  engañado  al  hombre    en  Su Nombre!  Por  esa
imponderable y sencilla razón a  la vez: está ungido con el mismo Espíritu
de ese Dios que lo gobierna todo desde lo Alto. Eso es todo. Punto. 
La comprensión y el conocimiento de que Dios ha sido siempre el gran Yo
Soy  Todopoderoso  son  milenarios.  Así  también  el  conocimiento  del
verdadero status de un legítimo ungido de Dios.   La pregunta es:   ¿Cómo
entidad terrenal religiosa alguna puede reclamar, y atribuirse el derecho y
la  autoridad,  y  lograr  organizar  a  los  hijos  e  hijas  de  Dios?    Es
absolutamente delirante e incoherente. 
La Organización religiosa protestante está comprometida en el más grave
de  los  atentados  contra  la  Humanidad:  desconoce  ciega  y
empecinadamente a Dios y su Voluntad para con los seres humanos de su
autoría  y  desconoce  su  más  temible  advertencia:      ¡No  toquéis  a  mis
ungidos,  dice  Jehová!      Pero,  la Organización  Protestante  no  solo  los  ha
tocado:  los ha manipulado,  los ha manoseado,  los ha ninguneado,  los ha
humillado, los ha enajenado, los ha perseguido y los ha matado.
Es  irreversible:  segará  lo  que  ha  sembrado.  Llegará  ufana,  importante,
solemne,  millonaria  y  aristocrática  ante  el  Trono  de  la  Deidad  a
fanfarronear y a jactarse de sus logros, conquistas y poder religioso sobre
la tierra y será apabullada escalofriantemente por la Voz rugiente del León
de la Tribu de Judá:   ¡Nunca os conocí…!

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