UN REVISIONISMO DE LA IGLESIA PROTESTANTE DE LATINOAMÉRICA
III
La Organización
Asociación de personas regulada por un conjunto de normas en función de
determinados fines.
La Organización, finalmente, se ha convertido en una de las expresiones
más altas y perversas de un genuino y terrorífico anticristo, si acaso no es
ella misma la incubadora del malvado ser apocalíptico.
Auténtica devoradora de seres humanos, le ha dado un feroz codazo a la
supremacía, soberanía y gobierno absoluto de Dios, y se ha puesto ella en
lugar de Dios. Ella pone, saca, reparte, envía, unge y derriba ministros a
todo lo ancho, alto, largo y redondo del planeta. A cautivado, por
concepto de esclavitud, tanto a jerarcas como a miembros de su muy
tirana institución.
La Organización es la absoluta responsable del concepto de ministro
superior que ostentan todos los pastores del mundo. Ella le construyó y le
instruyó en esa imagen de inaccesibilidad que proyecta el sujeto
jerarquizado, frente a las masas que "conduce". Ella los convirtió en papas
absolutos de sus respectivas denominaciones. Ella le enseñó a atropellar y
a poner bajo su "autoridad" y capricho administrativo a todos los demás
ministerios, sean más altos, iguales o menores al oficio de pastor. Pablo, el
apóstol principal de la primera edad de la iglesia, nos da otro orden en
Efesios y Corintios, y no es precisamente el pastor el oficio principal en la
exposición paulista respecto de los ministerios. Pero, como eso sale en la
Biblia, no tiene mucha importancia frente a los intereses de la
Organización en el concierto mundial. (Uno llega a sentirse pecador de
ingenuo, cuando intenta usar la Biblia para señalar la condición de la
Iglesia organizada)
Cuando se trata de la organización protestante, esta ha tenido
exactamente la misma "bendición" del Estado que las demás
organizaciones religiosas, para debutar en público y para ser legalizada y
autorizada a funcionar como: La Puerta Oficial del Cielo en la Tierra.
El discurso de la organización protestante es contradictorio e incoherente,
no resiste el menor análisis. Por una parte, obligan y presionan constantemente al aspirante a creyente o al creyente en pleno a recibir el
Espíritu Santo, que es la condición sine quanon para ser reconocido como
un legítimo cristiano en verdad, pues el mismo Señor Jesús instruyó de esa
manera a sus apóstoles, porque solo el Espíritu Santo guiaría, enseñaría,
revelaría y daría poder sobre todas las cosas. Pero, pero, pero...En este
juego incongruente de la organización, ella se reserva el derecho de guiar,
enseñar, revelar y darle "poder" al individuo ya poseído del Espíritu. Y no
solo eso, también la organización, determina, administra y autoriza o
anula los dones y oficios que la persona manifieste haber recibido de "lo
Alto" al momento de recibir el Espíritu Santo. Es decir, el Espíritu Santo los
bautiza y los inviste de poder y la organización los guía, los enseña, los
autoriza y los... ¿revela?
La Organización protestante no reconoce, ni concibe como legítima
ninguna manifestación, ni los dones, ni los oficios que el Espíritu Santo
produzca en sus elegidos si estos son personas de congregaciones o
creyentes individuales de cultos no oficializados por el Estado. Todas las
organizaciones protestantes, constituidas a sí mismas como el Palacio del
Gobierno de Dios sobre la tierra, dan por sentado que toda manifestación
de Dios en cualquier individuo, hombre o mujer, o congregación, solo
puede ser veraz y legítima si esta poderosa expresión de la Deidad ocurre
al interior de sus recintos religiosos. Toda organización religiosa es una
auténtica trampa mortal para los individuos que caen en sus "beatíficas"
garras. Establecidas para engañar y ser engañadas son los silos donde se
amontona la cizaña para ser quemada en los días de los inminentes juicios
de Dios que caerán sobre la tierra. Toda organización erigida como la Casa
Central del Gobierno de Dios sobre los habitantes de la tierra, es ni más ni
menos, que la Capitanía General de Satanás sobre la tierra, quién, a través
de la temible imagen política, económica y religiosa que proyecta la
organización a la humanidad, intenta engañar, si fuere posible, a los
mismos elegidos. Pero...no lo es, gracias a la Gracia de la Omnipotencia
absoluta de Dios. Porque si a Dios le engañasen uno solo de sus escogidos,
quedaría muy mal parado.
Con este discurso perverso engañan, queriendo decirles a esos pobres
seres sometidos que la iglesia evangélica es como una réplica gentil del
Templo de los Judíos, donde en cierto tiempo, muy anterior a los días de
Jesús, Dios habitaba en el Aposento denominado Lugar Santísimo, en lo
que era el Arca del Pacto de Dios con Moisés, que se hallaba detrás del
Velo que se rasgó la tarde de la crucifixión de Jesús, el Cristo. Pero, pero,
pero… No hay ninguna iglesia gentil, en todos sus procesos históricos, que
haya albergado a la Deidad en alguna esquina, columna, recoveco o habitáculo especial, o accesorio alguno, tal como un arca, por ejemplo.
Cabe destacar que cuando la Gloria de Jehová habitaba el Templo detrás
del Velo del Lugar Santísimo, los sacerdotes no entraban así no más a ese
lugar tan santo, como suben los pastores aristocráticos a su remedo vulgar
de lugar santísimo en que han convertido el púlpito. No, había una forma
especial de caminar, de tal modo que el individuo señalado para entrar
una vez al año al lugar del Arca, durante la celebración del Jom Kipur, la
fiesta anual que perdonaba todos los pecados judaicos, el sumo sacerdote
debía conocer la manera de desplazarse, pues las campanitas que pendían
de él al irse adentrando detrás del velo debían tintinear de manera que
debía oírse que decían: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Y si este hombre santo lo
hacía mal o entraba intrépidamente sin importarle si había cometido
algún pecado, caía muerto allí mismo. Por esa razón entraba atado a una
soga, si ocurría su muerte lo arrastraban desde afuera. Pero, los
evangélicos que juran y re juran que Dios está en la iglesia, entran como se
les da la gana a sus templos y cuchichean hasta con malicia de su propio
prójimo, y hasta discuten entre sí antes, durante y al final de sus reuniones
convocadas bajo el techo eclesiástico que “habita” Dios. Y nunca ha caído
muerto algún jerarca estafador y canalla al subir hasta sus púlpitos de la
estafa y del escarnio. No obstante, y soy reiterativo, la organización
protestante logró convencer de manera absoluta al mundo que Dios está
en sus iglesias. El que acude a ellas, acude a Dios. Porque ya establecieron
que la única manera de que Dios se encuentre con el hombre, es a través y
en la iglesia. Los que no se unen a su signo y no se ordenan en ella, así
digan y manifiesten tener a Dios y su Sello del Espíritu Santo, están
marginados del dios eclesiástico que vive en sus iglesias, legalizado por la
jerarquía clerical y legalizado jurídicamente por el aparato estatal. Porque,
claro, si Dios no es autorizado jurídicamente por el Estado a funcionar
como Dios y a vivir legalmente en su “casa” que es la iglesia, entonces
queda expuesto a sufrir las consecuencias de las leyes de los hombres. Y
como ese dios de ellos es temeroso, ordenado y se sujeta a los
requerimientos estatales, como todo buen ciudadano, entonces hace
todos esos trámites diligentemente. Así nadie puede multarlo por vivir
ilegalmente en una iglesia o por practicar su función de dios
públicamente. Algo así.
La costumbre “sagrada” de construir iglesias con un dios adentro, se la
deben exclusivamente a su madre católica, quién organizada bajo la
conducción “divinamente” inspirada de Constantino, emprendió la
construcción del más grande clon del cristianismo. Allí se decidió que los
creyentes debían organizarse, ordenarse en jerarquías, se establecieron ritos, liturgias y sacramentos, y hasta discutieron cómo presentarían al
mundo la “divinidad” eclesiástica que constituían. Y, claro, allí, tan pulcros
y píos ellos, decidieron que debían construirse templos “como la gente”,
porque era muy ordinario y de muy mal gusto presentarse al mundo como
una religión sin complejos edilicios con arte arquitectónico, con gusto
refinado, con ambientación religiosa apropiada. Porque, ¿quién iba a
seguirlos si no tenían templos? Sin templos no había status, sin templo no
había nivel, sin templo se perdía toda solemnidad, sin templo la jerarquía
perdía estilo y no tenía imagen. Y lo que era más terrible para ellos: ¡Sin
templo no había Dios…!
Ya en el siglo segundo, Ignacio venía proclamando que la iglesia era el
cuerpo de Cristo y enseñaba que nadie sería salvo si no era miembro de la
iglesia, parecía sagrado y digno de temor, pero Ignacio mezclaba los
conceptos. El cuerpo de Cristo no era el tipo de iglesia que proponía e
interpretaba este discípulo de la segunda generación post apóstoles.
Nadie se hace miembro del cuerpo de Cristo perteneciendo a una iglesia y
cumpliendo rigurosamente sus ordenanzas y enseñanzas: se nace en ese
Cuerpo. En el siglo XV, Juan Calvino, teólogo, humanista y reformador
francés que no adscribía a la reforma luterana, gran campeón protestante
que lidiaba enérgicamente contra la iglesia católica y prolífico escritor de
textos doctrinarios, también era un recalcitrante líder pro eclesiástico, el
establecía que solo a través de la iglesia podía construirse una sociedad
verdaderamente piadosa. Bueno, aparte de dogmático el concepto, el
calvinismo también probó, con el asesinato de Miguel Servet, que estaba
dispuesto hasta la más encarnizada expresión de violencia para conseguir
sus fines, digamos, “evangelísticos” pro eclesiásticos en pos de una
sociedad más “cristiana”. Lo mismo que postulan los señores protestantes
de hoy en día, que no es más que el mismo predicamento de la iglesia
católica, solo que no se usa papa, ni hábitos, ni vírgenes, ni santos de yeso.
No es de extrañar entonces que la iglesia hubiese crecido tan
irreductiblemente como la imprescindible intermediaria entre Dios y los
hombres. Lo más curioso de todo esto es que todo lo que está adentro de
esos edificios clero-protestantes es santo, empezando por el edificio
mismo, por cuanto calificado como iglesia es obviamente lugar santo, y
como tiene un dios adentro, mucho más santo; santo su púlpito, santas
sus guitarras eléctricas rockeras, santos sus floreros, santas sus bancas,
santos sus platillos ofrenderos, santos los sobres de los diezmos,
últimamente hasta las billeteras de los distraídos que donan hasta que les
duele han adquirido el status de santas, etc. Lo curioso, decía, se presenta
en el factor humano, porque ocurre que lo único no santo es la gente que se congrega allí, en medio de paredes, muebles y accesorios tan, pero tan
santos. Y eso se desprende de los ásperos sermones que oímos que
zamarrean y avergüenzan a los concurrentes acusándolos y
avergonzándolos de cuanto pecado imaginable e inimaginable pueda
cometer el ser humano convocado allí. Nunca será santo como los
muebles que pertenecen a la “casa” del Señor. Nadie toca esos muebles,
pero el ser humano puede ser expulsado de allí de la manera más
ignominiosa. Extraño dios vive al interior de esa santa expresión
arquitectónica de iglesia: ¡jamás lanzará fuera de sus puertas un solo
florero de sus altares, pero expulsa seres humanos a dos manos cuando
está eclesiásticamente enojado!
Allí, a partir de ese extraño y tragicómico concepto de santidad en cuerpos
inanimados, se inicia, o sucede el drama del ser humano, no inanimado, y
su Vía Crucis religioso protestante.
Nada más fantasioso y fuera de lugar que hablar de la organización del
Cuerpo de creyentes de Dios, es exactamente lo mismo que organizar,
tamaño delirio digo, a Dios y su séquito angelical, cuatro seres vivientes
incluidos. Como si Dios hubiese pasado por alto el hecho de que una
religión de bien y con un Dios de tan alto respeto y consideración como Él,
solo funciona si se la organiza religiosa y jurídicamente.
Nada habla más fuerte del complejo de inferioridad que aqueja a las
comunidades protestantes frente a la poderosa universal imagen de la
iglesia católica que su obsesivo empacamiento por alcanzar el poderío y el
status de la iglesia de Roma. La iglesia protestante no ha trepidado en
hacer fortuna y perfil a cualquier precio: vendió los púlpitos, la doctrina, el
aparato jerárquico, los ministerios, se sentó a discutir conveniencias
ecuménicas, se vendió al Estado, a la sociedad, a los regímenes políticos,
al empresariado internacional, en fin, en fin, en fin. Pensada originalmente
como el Cuerpo de Jesucristo que rescataría de la iniquidad y la idolatría
católica romana a todo cuanto infeliz latinoamericano “cristianizado”
pudiera, cambió el Espíritu de Dios y las promesas de Su Reino, y Su propia
Palabra por un puñado de monedas y una investidura aristocrática. Las
palabras de Carlos Camus, un monseñor chileno en tiempos de la
dictadura pinochetista, a propósito de los movimientos de trasero que
ensayaba la iglesia evangélica chilena prostituyéndose con el régimen de
facto, grafican universalmente la bajeza moral y cristiana del aparato
protestante: “La iglesia evangélica chilena –comentó-, tenía el favor de los
pobres de las poblaciones marginales, ahora negocia con la dictadura
vendiéndose por un plato de lentejas.” Eso, elevado a escala mundial, es lo mismo que practican las iglesias protestantes en el día de hoy. Y
continuarán practicándolo.
En lo que respecta a la organización protestante, que es el punto a tratar
prioritariamente en todo este trabajo, hay un total y absoluto
segregacionismo que, incluso ya se manifestaba en los mismos días de
Lutero y que nunca conciliaron. Ahora, los encuentras enfrentados en
trinitarios y unitarios de manera recalcitrante e irreconciliable, a partir del
recrudecimiento en estas posiciones que ocurrió más o menos a finales de
los 40’, del siglo Veinte, en USA, claro, ¡dónde más! Enfrentamiento que
es absolutamente vistoso y palpable en naciones como Ecuador y
Colombia, en lo que respecta a Latinoamérica, pues estos dos países son
los que albergan las mayorías unitarias del sur latinoamericano. Un pastor
de Pereira, de la corriente denominada iglesia del nombre y que
pertenece a la famosa organización unitaria Iglesia Unida Pentecostal de
Colombia, separada de la madre unitaria norteamericana más conocida
por las siglas U.P.C, me comentaba en su propia casa su preocupación
ante el crecimiento inusitado que estaba -¡y que está!- teniendo la iglesia
trinitaria. Incluso él había convocado a reuniones a sus colegas
ministeriales para proponer planes operativos a escala, para contener en
algo el crecimiento trinitario y para levantar el carisma de la iglesia
unitaria, pero -se quejaba-, los jerarcas de su denominación no le
prestaban atención ni importancia a ese hecho, y según él, solo se debía a
que eso significaba mayores inversiones, y los pastores colombianos del
Nombre de la iglesia Pentecostal Unida eran tan tacaños que no querían
meter un solo peso en campaña alguna, así los devorasen los trinitarios
pentecostales de Pereira que marchaban en esos momentos encabezados
por Pablo Portela, el carismático exhibicionista millonario de la televisión
local. Este desmembramiento o divisionismo es tan agudo y determinante
que casi no caben esos calificativos, ya están muy más propensos a ser
calificados como una organización desintegracionista, que viene a ser
negativo e inconveniente para ellos a nivel terrenal, porque es una mala
política que demuestra que no son tan calculistas económicamente como
demuestran a nivel de sus movimientos locales, ganarían mucho más
dinero siendo un solo organismo religioso protestante, como lo gana a
manos llenas su madre vaticana. Pero, tampoco les serviría para
congraciarse con Dios, porque Él solo trata con individuos, y no con
individuos como ellos, precisamente.
Trinitarios y unitarios se atacan y se descalifican mutuamente, pero las
organizaciones trinitarias protagonizan los más grandes eventos, al menos
en Latinoamérica. Aquí llegan todos los más famosos evangelistas trinitarios, (contando desde la época moderna y de la ya casi feneciente
del siglo Veinte), por Humbard, Osborn, Roberson, quién se despachó el
muy espiritualista sermón aconsejando el asesinato de Hugo Chávez
públicamente, a través de su programa “evangelístico” televisivo; el
benemérito y caído en desgracia Jimmy Swagartt, el portorriqueño más
carismático del continente: Yiye Ávila, etc. Y en el aspecto musical,
también ha sido arrolladora la influencia trinitaria en las iglesias
protestantes, imponiendo fetiches acomplejados y titiritescos que no
persiguen la adoración a Dios con sus alabanzas, sino que prioritariamente
se evidencia en ellos en forma innegable esa especie de capricho
competitivo, que quiere mostrarle al mundo que son tan buenos músicos
o mejores músicos que ellos, no escatimando ninguna estrategia o trucos
técnicos para impresionar a las masas enajenadas que caracterizan a la
expresión protestante de esta edad. Mirándolos a ellos, no te queda
margen para apreciar qué diferencia pueda haber entre los músicos
mundanos y los músicos “cristianos” del aparato artístico del
protestantismo.
La oposición trinidad-unidad es histórica y se remonta a los días en que
Constantino tomó el mando de los traidores al cristianismo heredado de
Cristo –de quién se debe el apelativo- y sus apóstoles, con todos los
crímenes masivos que se conocen documentadamente desde los tiempos
de las primeras persecuciones. Porque la trinidad ha sido asesina en los
dos bandos: con camiseta católica y con camiseta protestante, da lo
mismo, porque es el mismo espíritu quién los unge, eso es irrefutable.
Uno de los crímenes más cobardes históricamente cometidos por las
hordas trinitarias protestantes fue el cometido contra la persona del
ilustre médico y teólogo español Miguel Servet. Sus opiniones fueron
resistidas por católicos y protestantes, principalmente porque era un
opositor al concepto trinidad, a pesar de reconocerse militante católico.
No obstante, mantuvo correspondencia con Juan Calvino, el líder
reformista francés. Fue detenido por el calvinismo reinante en Ginebra,
Suiza, cuando asistía a misa. Acusado por los protestantes calvinistas de
herejía y blasfemia contra el cristianismo, fue ejecutado en la hoguera. La
vieja historia de Caín y Abel. Historia que como siempre tiene como
motivo y pretexto para sus crímenes alevosos, un elemento religioso. En el
caso de Abel y Caín, fue un estilo de adoración, caso Servet y Calvino algo
más bajo: un dogma.
La organización protestante ejerce una sutil tiranía feroz sobre los seres
humanos que mantiene a raya bajo su techado inicuo y facineroso. Nadie
escapa a su dominación, ni ministros ni subordinados. Sometidos a un temor subliminal, tiemblan ante la idea de ser desechados por ella. Sufren
un pánico tal, que da la impresión de que la idea de ser expulsados fuera
sus puertas, le provoca al individuo un pavor semejante al que produce el
pensar en ser echado a las tinieblas de afuera en el día de la separación
definitiva de corderos y cabritos. Muy pocos abandonan sus dominios
tenebrosos con júbilo y alegría, y glorificando a Dios por ello; una inmensa
mayoría sale desconcertada, cabizbaja, desorientada y presa de terribles
cuadros depresivos. Otros salen con bronca y deciden convertirse en ateos
y enemigos de Dios, desilusionados por su experiencia “cristiana” en la
organización que los engañó. Ellos son los más dañados.
Conocí un hombre, en Santiago de Chile, miembro de uno de esos
tabernáculos del mensaje branhamita. Se produjo un antagonismo
irreconciliable entre su pensamiento y el de su pastor, a tal punto que
sucedió algo así como ocurría en las viejas películas del Oeste: ¡Uno de los
dos sobra en este pueblo…! Y como él no pastoreaba, le tocaba irse. Pero -
me confesó él mismo-, la iglesia le era como una esposa: “¡Me separé de
la iglesia y no volveré jamás a ella, pero sigo casado con ella… no puedo
tomar a otra!”
Alejandro, un buen amigo, también militante de tabernáculos
branhamistas, me preguntaba desorientado qué consejo podía yo darle a
él, pues estaba frente al dilema de decidir sobre su permanencia en la
iglesia, pues para él abandonarla era caer en el caos. ¿?¿?
Engañada a sí misma, con el engaño que practicó en el mundo entero y
cegada en el esplendor de sus adquisiciones políticas, sociales y
económicas, su extensión mundial, su influencia en el sistema, la muy
“todo poderosa” iglesia protestante organizada se ha tomado para sí
misma los atributos de la Iglesia Viviente del Señor Jesucristo. Y caída en
su propio engaño manufacturado, cree ser un aparato invencible y
perdurable en el tiempo. Cree ser la Iglesia Eterna de Dios. Sin embargo,
es una cuestión muy confusa, porque esta es algo así como una creencia
compartida en diferentes direcciones, porque cada iglesia que compone el
Aparato Protestante cree lo mismo pero en su propio beneficio, pues
hasta en eso están divididas. Entre sí cada una de ellas cree ser la
verdadera, mientras considera falsas a las otras. Pero, no es muy difícil
notar la futibilidad y necedad de este concepto de institución eterna que
se arroga cada una de ellas, su “eternidad” eclesiástica tiene los días
contados.
Debatí en cierta ocasión, con un teólogo de Buenos Aires, vía internet,
precisamente respecto del concepto de institución oficial del cristianismo
que se arrogan las iglesias evangélicas. Y el reclamaba estar cierto, que debido a sus más de doscientos años de existencia y trascendencia pública
e internacional, su santa madre iglesia Asambleas de Dios era
indiscutiblemente la verdadera iglesia. Le respondí que todas las iglesias
protestantes de tradición argumentaban lo mismo, fundamentadas en su
antigüedad. Él replicó que nadie le arrebatada esa seguridad de certeza
respecto a su denominación. Entonces le pedí que me dijera si acaso era
entonces su iglesia la escogida por Dios para que nosotros nos
congregásemos durante el transcurso del Milenio. Porque si su iglesia es la
verdadera, entonces nos congregaremos en ella en esos mil años. Al
menos, fue honesto y declaró no saber eso. Le repliqué que entonces no
tenía un asidero veraz, bíblico y espiritual para sostener que la única
iglesia verdadera era la suya, pues si así lo fuera, él mismo estaría claro de
su permanencia eterna, como el cuerpo institucional eterno de Dios que
postulan ellos.
Ese es el drama de la Organización: no pueden argumentar veraz y
bíblicamente que son verdaderas, hacerlo implicaría también aseverar,
que por cuanto verdaderas, también son la Novia de Jesucristo que subirá
a la Fiesta de Bodas del Cordero en el Rapto o arrebatamiento de la
Iglesia. Y eso sí que resultaría incongruente y confuso, y loco. Siendo así,
¿a cuál de ellas escogería? Porque trabadas en ese empecinamiento de
descalificarse unas a otras dentro del mismo seno del protestantismo, no
es muy convincente el hecho de que algunas sea la verdadera y que
consecuentemente es la que Cristo elige para su Fiesta de Bodas. La cosa
es grave, porque encima que Jesucristo no fundó la Iglesia Protestante,
mal podría elegir una entre ellas, pues si no es el fundador del Aparato
Protestante, tampoco fundó las iglesias que lo componen. Luego tenemos
el “problema” de la Palabra. En ella no se menciona que haya formado
una iglesia para su Nombre y tampoco se nos explica en la Biblia que
conoceríamos esta iglesia por ser jurídicamente organizada, teológica,
culta, millonaria, aristocrática, de rancia tradición, sino que dice que
formó un pueblo para su Nombre. Y da la casualidad que ese pueblo no es
caratulado o denominado pueblo protestante. Ni mucho menos con
apelativos tales como pueblo bautista de Su Nombre, pueblo pentecostal
de Su Nombre, pueblo trinitario de Su Nombre, pueblo Mormón de Su
Nombre. Para colmo cuando Él dice dónde estará congregado, no cuadra
con la aseveración organizacional de que Dios está en la iglesia
protestante, las palabras de Jesús al respecto son apabullantes en contra
de ese concepto eclesiástico, Él dice: “Porque donde hay dos o tres
congregados en mi Nombre, allí estoy yo.” Mateo 18:20. Eso no determina
lugar específico, iglesia específica, letrero específico o nación específica. Lo único específico que resalta en esa aseveración de Jesucristo es el ser
humano y no importa el lugar en que este ser humano esté reunido, lo
que especifica es que donde quiera que los seres humanos se reúnan en
Su Nombre, allí estará Él. Eso saca automáticamente a la organización
protestante de en medio, saca a la iglesia Católica de en medio, saca todo
lo que se interpone condicionando al hombre y la mujer en cuanto a su
acercamiento, convivencia y relación con Dios.
Mala noticia. Y muy pésima: ninguna organización religiosa sobrevivirá a la
gran tribulación que se desatará después del Rapto. Allí es donde se
cumple la fecha de vencimiento de la “eternidad” del Aparato Eclesiástico.
Ninguna de ellas sobrevivirá bajo la hora de juicios que se desatará sobre
el globo terráqueo, mientras Su Pueblo esté gozando las Bodas con su
Redentor. Entonces, comprenderán tardíamente las organizaciones que lo
único eterno sobre la tierra no eran ellos precisamente, sino que el
hombre y la mujer que martirizaron y asesinaron incesantemente en los
días de su fastuoso despliegue religioso organizado sobre el planeta. Allí
comprenderá la Organización que no era ella la que tenía el Patrimonio
sobre el hombre. Ni mucho menos, potestad sobre los dones de Dios en el
hombre. Entonces comprenderá que el hombre no era un don eclesiástico
producido por ella, sino que el hombre es indiscutiblemente un don de
Dios. Y entonces comprenderá la Organización para su espanto y
condenación eterna que no era Dios quién tenía que arrodillarse delante
los designios, negocios y doctrinas de ella, comprenderá que es ella quién
debía haberse arrodillado delante la soberanía y majestad del Dios Eterno.
Allí comprenderá la verdadera estatura de su tamaño, frente a la
Omnipotente Omnipresencia Omnisciente de la Deidad que suplantó
temerariamente en todas las edades de la tierra.
Cuando fue elegido Benedicto XVI, el Papa que reemplazó al fallecido Juan
Pablo II, pude ver en la CNN cuando entrevistaban al Presidente del
Concejo Mundial de Iglesias: había llegado al Vaticano para discutir con el
nuevo Papa las políticas de conducción del nuevo jerarca católico respecto
de su relación con las iglesias que representaba. Como vulgares líderes
políticos del concierto mundial discuten los destinos sociales, laborales,
económicos y educacionales que determinarán sobre todos los hombres
de las naciones del globo, así mismo se reúnen los líderes de la iglesia
oficial para decidir el estado “espiritual” al que será sometido el hombre y
la mujer adheridos a sus organizaciones. No se trata de personas
espontáneas y de baja procedencia en el escalafón de clases sociales, se
trata de intelectuales y teólogos de fuste. Un ministro campesino jamás
será elevado a la categoría de Presidente del Concejo Mundial de Iglesias. Su diminuta y/o nula capacidad teológica no lo haría ni remotamente
digno de sentarse siquiera en medio de ellos en sus ampulosas reuniones
ministeriales. Lo mismo le ocurriría a Simón Pedro, por ejemplo. Y Pablo,
pese a su elevada formación e instrucción en las Sagradas Escrituras y
pese a su innegable unción de apóstol genuino de Jesucristo -no apostolito
denominacional organizado-, tampoco calificaría para ser aceptado o
elegido y elevado al rango dirigente de ellos por su marginalidad, por su
nulo poder adquisitivo, por su absoluta falta de nivel aristocrático, por su
empobrecida manera de vestir y ¡horror de horrores! Por carecer de
credenciales que demuestren que es un ministro ordenado por la
organización respectiva y por carecer, por consecuencia, de organización
reconocida por algún estado que lo respalde.
Si alguna vez, alguna persona fuera puesta de pie en medio de una de sus
multitudinarias reuniones universales, de seguro temblaría ante esa
apabullante presencia de ministros poderosos y ante la gigantesca imagen
global que representa. Lo mismo le ocurriría a esa persona puesta de pie
al centro de todo el poderío del Vaticano sesionando en pleno, con todo
su poderío eclesiástico en funciones, la fastuosidad de sus ceremoniales,
su inigualable poderío económico, la expresión temible y universal de su
poderío político y el estremecedor influjo de sus rituales y dogmas, y sus
místicas respectivas, imponiéndose arrolladoramente por sobre todas las
religiones convocadas.
Sin embargo, si usted subiese a la terraza de cualquier edificio alrededor
de la sede del Concejo Mundial de Iglesias y mirase hacia el ente
arquitectónico de este Concejo, no le parecería tan, tan grande. Y si
tuviese la oportunidad de abordar un avión y sobrevolase el edificio
indicado, ya lo encontraría realmente pequeño. Y si usted mismo pudiera
subir a esa moderna Estación Espacial que construyen astronautas de
todas las naciones a casi 500 kilómetros de altura sobre la tierra y pudiera
mirar hacia el edifico del Concejo Mundial de Iglesias, sí que lo vería
pequeñísimo, bien, bien chiquito. Pero, pero, pero… si usted tuviese esa
bendita facultad de pararse los más cerca posible del Trono de Dios y
mirase hacia donde está ubicado el edificio del Concejo Mundial de
Iglesias, ¡se daría cuenta de cuán insignificante es esa construcción
religiosa y todo lo que ocurre en ella ante la mirada de Dios!
Ese es el fatal problema insoluble de la mega poderosa organización
mundial religiosa que somete y engaña a todos los habitantes del planeta
tierra: ¡No es nada delante de la Soberanía y Magnificencia del Dios
Altísimo que vive y reina para siempre! Dios todavía y por los siglos de los siglos es más infinita y maravillosamente más Todopoderoso que el
pasmoso y apabullante poderío mundial de la religión organizada.
Pero esto es lo más significativo y asombroso y que tampoco no
disciernen los jerarcas de las organizaciones religiosas mencionadas: Un
humilde mestizo, indio, mulato o negro ungido e investido del Poder de
ese Dios tan Alto y tan Inconmensurable, por muy ignorante que sea en
materias educacionales y teológicas del sistema: ¡Es todavía muchísimo
más poderoso que el Concejo Mundial de Iglesias y el Vaticano juntos, y
muchísimo más importante para Dios que todos estos mamarrachos
organizacionales que han engañado al hombre en Su Nombre! Por esa
imponderable y sencilla razón a la vez: está ungido con el mismo Espíritu
de ese Dios que lo gobierna todo desde lo Alto. Eso es todo. Punto.
La comprensión y el conocimiento de que Dios ha sido siempre el gran Yo
Soy Todopoderoso son milenarios. Así también el conocimiento del
verdadero status de un legítimo ungido de Dios. La pregunta es: ¿Cómo
entidad terrenal religiosa alguna puede reclamar, y atribuirse el derecho y
la autoridad, y lograr organizar a los hijos e hijas de Dios? Es
absolutamente delirante e incoherente.
La Organización religiosa protestante está comprometida en el más grave
de los atentados contra la Humanidad: desconoce ciega y
empecinadamente a Dios y su Voluntad para con los seres humanos de su
autoría y desconoce su más temible advertencia: ¡No toquéis a mis
ungidos, dice Jehová! Pero, la Organización Protestante no solo los ha
tocado: los ha manipulado, los ha manoseado, los ha ninguneado, los ha
humillado, los ha enajenado, los ha perseguido y los ha matado.
Es irreversible: segará lo que ha sembrado. Llegará ufana, importante,
solemne, millonaria y aristocrática ante el Trono de la Deidad a
fanfarronear y a jactarse de sus logros, conquistas y poder religioso sobre
la tierra y será apabullada escalofriantemente por la Voz rugiente del León
de la Tribu de Judá: ¡Nunca os conocí…!
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