UN REVISIONISMO   DE LA IGLESIA PROTESTANTE DE LATINOAMÉRICA 
I
SINCRETISMO 
Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes.
Es el culto caracterizado por la convergencia de componentes provenientes de 
diferentes credos. 
Es la forma de mezclar tradiciones religiosas con la fe cristiana.  
Probablemente no hay manera de traspasar a otros la impresión personal 
de  la  observancia  de  la  desconcertante  realidad  sudamericana  del  mal 
llamado "cristianismo" protestante. En sí, este es un absoluto y verdadero 
sincretismos de conceptos, modos, usanzas y costumbres, que se amplían, 
y  son,  o  mayormente  o  en  forma  menor,  practicadas  como  auténticas 
situaciones de revelación divina. 
Todas  las  religiones,  después  de  la  muerte  de  sus  fundadores 
correspondientes  fueron  construidas  o  reconstruidas  en  base  al 
sincretismo por  sus  seguidores posteriores,  con el  fin de: o  levantarlas o 
ponerlas en un círculo más amplio de aceptación; y hasta con el fin, en la 
mayoría de los casos, de convertirlas en la influencia oficial de sus estados 
respectivos.  Lo  que  consiguen,  evidentemente;  y  eso  para  ellos  ya  es  el 
súmmum  de  su  cometido  religioso  en  el  planeta.  Los  protestantes  hace 
mucho  tiempo comprendieron eso y hoy en día  los  tenemos convertidos 
en  verdaderos  gurúes  potentados,  altamente  enriquecidos  y  altamente considerados  en  los  círculos  oficiales  del  Sistema.  El  sincretismo,  en 
muchos de  los  casos es en  realidad, una especie de  llave del éxito. Abre 
puertas insospechadas si se saben elegir los elementos a incorporar sobre 
el  credo  ¿original?  Se  fundieron  costumbres,  ritos,  se  construyeron 
templos  o  se  adoptaron  templos  de  antiguas  deidades;  se  adhirieron 
incluso deidades: o nuevas,  inventadas, u originarias de otras  religiones. 
Babilonia  ha  sido  históricamente  la  fuente más  recurrente  de  este  afán 
sincretista de modelar o darle  forma o nuevos perfiles a una religión con 
aspiraciones,  digamos, mundanas  –a  ver,  bueno:  universalistas,  para  no 
herir  susceptibilidades-, en el estricto  sentido del  significado materialista 
del  concepto.  Así  ocurrió  con  la   Iglesia  Católica,  que  es  el  ejemplo más 
destacable  de  estos  procesos,  que  tomó  principalmente  elementos 
babilónicos,  persas,  griegos  y  romanos,  para  fundirlos  al  judaísmo  y  al 
cristianismo  apostólico  y,  cómo  no,  también  incorporándole  sus  propios 
dogmas  y  conceptos,  para  así  edificar  este  híbrido  concepto  llamado 
"cristianismo  católico".  Así  también  hicieron  en  nuestro  continente 
porque  “el  sincretismo  religioso  permitió  que  los  ídolos  autóctonos  (las 
fuentes,  los árboles,  las piedras sagradas, los astros) se sumarán también 
al  estructurado  y  riguroso  compendio  y  repertorio  de  vírgenes,  santos, 
preceptos,  ritos  y  de  tres  personas  en  un mismo  Dios,  que  los  frailes  y 
misioneros  españoles  se  encargaron  de  difundir,  de  catequizar,  sin  que 
pudiesen impedir que todas sus enseñanzas se fusionaran con las creencias 
propias  y  ancestrales  de  los  aborígenes  para  producir  un  cristianismo 
particular.” (Enrique Viloria Vera)   Y, como decíamos, así "triunfaron", así 
consiguieron  sus  más  "sagrados"  objetivos:  convertirse  en  la  influencia 
principal  en  las  administraciones  políticas  y  hasta  la  muy  "triunfalista" 
comisión "cristiana" de conquistar el poder.  
Más fino y más sutil que el de la iglesia católica, ha sido el sincretismo de 
conceptos  y  usos  sobre  el  cual  está  organizado  y  ordenado  el 
"cristianismo"  protestante,  aunque  ya  esta  rayando  en  una  obviedad, 
digamos, notoriamente insoslayable. Este, en sus expresiones más bajas y 
etno  culturales  de  Latinoamérica,  sufre  hasta  de  las  influencias 
shamánicas de la región. 
Podríamos  graficar  así,  más  o  menos,  el  espectro  del  sincretismo 
protestante:  se  compone  de  usos  y  costumbres  de  las  culturas  euro 
americanas; profecías  y  rituales exclusivamente  referidas al pueblo  judío 
(la prosperidad material, el día sábado, la ley, etc.), jerarquías y doctrinas 
tomadas de la organización de las iglesias católicas, misticismo shamanista 
y muchas de sus prácticas, amén de la incorporación de los más populares 
prejuicios y supersticiones derivados de las creencias populares urbanas y campesinas,  según el  lugar de  su ubicación  y desarrollo organizacional e 
institucional.  Y,  adquirido  del  uso  de  todas  las  religiones  de  la  historia 
civilizada del hombre, el cristianismo protestante  también decidió que el 
lugar de encuentro entre Dios y los hombres, como así mismo, el lugar del 
desarrollo de la actividad religiosa propia, sólo debe y puede hacerse en y 
dentro de  la  iglesia; y hacerse  todo según y cómo  lo ordena  la  iglesia. Al 
punto, que el cristianismo protestante declara abiertamente que la iglesia 
es  la  institución  del  cristianismo.  Claro,  no  tienen  apoyo  escritural  ni 
apostólico  para  aseverar  tal  cosa,  pero,  así  está  determinado;  y  eso  no 
está  sujeto  a  discusión  en  el  seno  del  protestantismo:  es  un hecho,  con 
caracteres sagrados prácticamente. 
La  organización  protestante  exhibe  en  líneas  generales  un  sincretismo 
total,  en  todos  sus  frentes.  Como  no  le  han  sido  suficientes,  o  tal  vez 
incomprensibles  e  inaplicables  los  preceptos,  mandamientos  y 
recomendaciones bíblicas para el hombre y la mujer de hoy, echó mano a 
los manuales educativos y administrativos que  "ordenan" al  ser humano 
actual en el Sistema Universal. Podemos decir, ampliamente  respaldados 
por  la abundante documentación al respecto, que acá, en Latinoamérica, 
la  organización  protestante  se  ha  consolidado  tan  solo  como  un  gran 
bastión  colonizador  y  colonizado,  después  del  gran  bastión  colonizador 
que significa el catolicismo en el continente. Lo nefasto de este accionar es 
que  la Biblia  ha  sido  relegada  a  ser  un mero  instrumento  de  respaldo  a 
estas  nociones  cívico-religiosas  de  ser,  para  que  se  vea  un  tanto  sacro, 
claro. 
En esta modalidad sincrética de la iglesia protestante, el corte de cabello y 
la  cara  rasurada  son  auténticas  señales  de  "cristianismo".  Sin  embargo, 
esas  son  costumbres  culturales  greco-romanas.  Ellos,  eran  las  únicas 
culturas, en  tiempos de Cristo, que practicaban el corte de pelo a  ras de 
cráneo  y  la  rasuración  de  sus  cuerpos,  así  como  los  aceites  y  bálsamos 
respectivos. Todas  las otras  culturas,  judíos  incluidos, usaban barba y un 
cabello  largo hasta el  cuello, o hasta  sobre  los hombros, y más abajo en 
algunas  otras  etnias.  Lo  que  motivaba  que  fuesen  llamados  bárbaros, 
entre otras cosas, por el aparato político-militar dominante e  imperialista 
de  la  época  de  Cristo  y  los  apóstoles.  Hoy  en  día,  el  creyente  que  no 
practica  greco  romanismo  en  su  aspecto  físico,  es  llamado mundano  en 
sus  iglesias,  lo  que  prácticamente  viene  a  ser  un  sinónimo  de  "bárbaro 
incivilizado". Jesús no vino a civilizar ni a transculturizar al hombre, vino a 
rescatarlo para Su Reino: porque  su hombre y  su mujer pertenecen a Su 
Reino En  la  (contra)  cultura protestante, el  traje  y  la  corbata euro americanos, 
han  venido  a  ser  la  vestidura  oficial  del  "cristianismo"  occidentalizado 
(porque  el  cristianismo  apostólico  es  oriental  en  su  nacimiento  y 
procedencia), más valiosos que la Investidura del Poder de lo Alto, porque 
nadie  es  considerado  convertido  y  consagrado  a  Dios  si  no  se muestra 
vestido con estas prendas  impuestas en Latinoamérica por el  invasor y el 
misionero europeo, y el misionero usamericano. Si usted  les dice a ellos 
que viste los aprestos del evangelio de la paz, se ríen en su cara y replican: 
"Oh, bueno, sí, hermano, pero...." 
Un  indígena probaba  (y prueba aun)  su  conversión ante  la  jerarquía  y  la 
congregación  adoptando  estas  "señales":  rasurándose,  cortándose  el 
cabello ancestral, despojándose de sus vestiduras étnicas milenarias para 
vestir el traje y  la corbata euro americanas. Eso bastaba a  los misioneros 
colonizadores y eso basta hoy en las organizaciones religiosas colonizadas, 
para  aprobar,  aceptar  y  reconocer  el  cristianismo  en  el  individuo 
latinoamericano  conquistado,  civilizado  y..."cristianizado".  Y,  esto,  por 
todo  el  planeta,  por  donde  quiera  que  vayan  los  heraldos  oficiales  del 
"cristianismo"  protestante,  en  cualquiera  de  sus  sectas  o  disciplinas;  y 
cualquiera  sea  su  nación  de  origen misionero.  ¿El  Espíritu  Santo  en  las 
personas, las señales, el sello de Dios, la investidura de poder de lo Alto...? 
Te la quedo debiendo. Todo eso puede esperar. Tienen un versículo de su 
biblia  paralela  y  apócrifa  para  justificarse:  "Por  el  camino  se  arregla  la 
carga..." 
Cuando  pasé  por  Payne,  un  bellísimo  pueblo  campesino  al  sur  de  Chile, 
invitado  expresamente por  el pastor  evangélico de  la  iglesia  local de  los 
"Jesús Solo", fui mirado como pájaro raro cuando me vieron llegar sin traje 
ni  corbata, vestido  solamente  con vaqueros azules y  remera, o polera, o 
camiseta de mangas  cortas.  Le expliqué al pastor que me había  invitado 
que  jamás  yo  había  usado  corbata. Me  respondió  con  sorna  de  pastor 
pentecostal  sabihondo:  "¡La  corbata  es  la  gracia  del  creyente...!"  Pero, 
¡cómo no...! Un precepto también extraído de su biblia paralela y apócrifa; 
es decir,  su manual de  sincretismo, que aplastó por  completo a  la Biblia 
original. Quedé mirando al hermano que me acompañaba y  le  comenté: 
"Mala  suerte para  las hermanas, ellas no usan  corbatas: están excluidas 
de la Gracia de Dios..." 
En  estos  días  de  2009,  cuando  escribo,  estoy  terminando mi  estadía  en 
Colombia. En este país fui sospechado de mi cristianismo por muchísimos 
pastores,  no  solo  porque  no  uso  traje  ni  corbata,  sino  que  hasta  les 
pareció  de  inconversos mi  costumbre  de  no  atarme  los  cordones  de mi 
calzado.  Uno  de  ellos  me  dijo  por  ahí,  con  esa  ironía  despectiva,  tan peculiar y distintiva de muchos legalistas evangélicos (cristianos, según su 
propio decir orgulloso): "¡El hermano no se ata  los zapatos...!" Y esto me 
ocurría en una corporación que defiende en todos los frentes, y a ultranza, 
el concepto restauración; y cuya jerarquía administrativa está compuesta, 
en su mayoría, por ministros casados por segunda y tercera vez; amén de 
algunos  otros  ministros  que  han  protagonizado  bulliciosos  escándalos 
sexuales con damas de sus propias congregaciones, repartiendo hijos por 
doquier; y cuyo vice-presidente protagonizó un caso de adulterio durante 
diez  años  consecutivos,  sin  dejar  de  ministrar  su  iglesia  y  sus 
congregantes.  Entonces,  cuando  enfrentas  esta  emperrada  expresión  de 
legalismo  enajenante, por  causas  tan mínimas  e  insignificantes  como mi 
costumbre de no atarme  los cordones del calzado, te agarras  la cabeza a 
dos manos y ni ganas siquiera de compartir alguito con ellos. Luego, queda 
pésimo pararse entre ellos reconociéndoles ministros y pastores de Dios. 
Ministros  organizacionales,  sí,  con  todo  y  derecho  legítimo  indiscutible. 
Pero, solidarizar con ellos autenticándolos como ministros de Dios...no sé. 
Hay  que  ser  muy  despistado  o  muy  vendido  a  intereses  económicos  e 
inmorales  personales.  Y  aunque  pasé  por  Sonso,  un  río  y  un  pueblo  de 
Cali,  no  voy  a  hacer  el  zonzo  participando  o  autenticando  a  estas 
organizaciones. Tengo otro espíritu, je, je, je...Un Espíritu que ha resistido 
con éxito no humano al sincretismo colonizante. Y… “cristianizante”. 
Lo  paradójico  es  que  Chile  y  Colombia  están  reconocidos  en  la  historia 
oficial,  como  los  dos  países  latinoamericanos  que  evangelizaron  el 
continente,  junto  a USA.  Lo  que  no  especifica  la  historia  es  que  Chile  y 
Colombia evangelizaron bajo los auspicios, la inspiración y la dirección del 
"cristianismo"  colonizador  y  americanizante  de  los  misioneros 
usamericanos. 
En  efecto,  Chile,  por  ejemplo,  evangelizó  la  Argentina.   Si  vamos  a  la 
historia  protestante  de  la  nación  del  Río  de  La  Plata,  conoceremos  que 
chilenos  emigrados  hacia  la  pampa,  y más  tarde  sus  hijos,  fundaron  los 
movimientos  evangelísticos  más  importantes  del  amable  y  culto  país 
transandino;  y  esto  relatado  y  reconocido  por  propios  investigadores 
argentinos  contemporáneos.  Chile,  ha  atendido  evangelísticamente  al 
Cono Sur. En Paraguay, se dice que mi tío Daniel Bobadilla evangelizó a la 
nación  guaraní.  En  Perú,  los ministros  evangélicos  chilenos  son mirados 
como  un  patriarca,  para más  o menos  describir  el  perfil misionero  que 
tienen los chilenos en ese país incario. 
Por su parte, Colombia, se hizo cargo del Ecuador, de parte de Venezuela, 
parte de Brasil y algunos países de Centroamérica.  La diferencia entre ambos países latinoamericanos, es que Chile propuso y 
expandió una evangelización de contenido y  forma  trinitaria. Y Colombia 
desarrolló  y  sembró  un  evangelismo  fundamentado  en  la  doctrina  de  la 
Unidad de Dios. 
Pero, ambos coinciden en una misma cosa:  las dos  repúblicas misioneras 
autóctonas exportaron un protestantismo heredado de los usamericanos. 
En todo, doctrinas y usos, malos y buenos, incluidos. 
De  los yanquis se aprendió el modelo  iglesia, una dirección piramidal, en 
lo administrativo. De los yanquis se aprendió la política económica que se 
practica  al  interior  de  los  templos,  de  los  yanquis  se  aprendió  cómo 
practicar  la  prostitución  política,  de  los  yanquis  se  aprendió  que  un 
"cristiano próspero" es de Dios y uno pobre es de satanás, de los yanquis 
se  aprendió  cómo  desvestir  de  sus  ropas  autóctonas  a  los  individuos 
latinoamericanos,  para  vestirlos  cristianizadamente  con  la  moda  euro 
americana;  y  hasta  de  los  yanquis  se  aprendió  a  odiarse  y  despreciarse 
unos con otros por cuestiones de conceptos, dogmas, doctrinas y letreros 
religiosos diferentes. 
Ahora han  ido más  lejos, cuando  llegas a Ecuador, Colombia o Venezuela 
encuentras  a  trinitarios  peleando  contra  sí  mismos,  y  a  unitarios 
peleándose  y  mordiéndose  como  perros,  unos  a  otros.  ¿Luchas 
doctrinarias...?  No,  mucho  más  bajo  todavía:  luchas  por  la  imagen  de 
grandeza  y  de  patrimonio  eclesiástico:  cada  uno  reclama  ser  la  iglesia 
verdadera,  la  más  grande,  la  más  próspera,  la  que  tiene  más...  gente. 
Como si las personas, el ser humano fuese un accesorio, un objeto que se 
cuenta, que se enumera y que se exhibe como pertenencia del inventario 
de las cosas que elevan el status de la iglesia. 
Los protestantes occidentales, muy desorientadamente  en un  verdadero 
rasgo  sincretista,  se  apoyan  muchísimo  en  las  exclusivas  promesas  del 
pueblo  de  Israel,  para  engañarse  ellos mismos  en  sus  afanes  de  status 
oficialista,  hasta  se  roban  las  palabras  del  profeta  para  justificar  sus 
"conquistas cristianas": "Yo te pondré por cabeza y no por cola". Dt. 28:13. 
¿?¿?¿? 
El sincretismo de la iglesia gentil protestante, con las prácticas, profecías y 
promesas hechas y dadas en exclusividad al pueblo judío, es ya un hecho y 
una  práctica  consolidada.  Hasta  el  extremo  de  enseñar  que  los  144 mil 
judíos  del  Apocalipsis,  son  personas  que  pertenecen  a  la  iglesia  gentil. 
Atropellando el Rapto en el medio del discurso judaizante, pasando por la 
defensa  de  la  práctica  sabática,  que  es  el  eje  del  discurso  adventista  y 
apropiándose  de  la  cuestión  prosperidad,  basada  exclusivamente  en  las 
promesas de  tesoros y  riquezas materiales prometidas por  Jehová Dios a su pueblo hebreo, en contraste absoluto e  irreconciliable con el discurso 
de tesoros y riquezas del cielo que Jesús prometió a los suyos, a la iglesia 
gentil,  a  la  iglesia  de  la  Gracia,  corroborado  por  todos  los  apóstoles, 
Santiago  el  más  radical  de  ellos  frente  al  tema  en  cuestión,  en  cuya 
epístola  con  gozo  y  vehemencia  proclama:  "¡Ea,  ahora  ricos,  aullad, 
porque  vuestras  riquezas  están  podridas...!"  Stgo.  5.  Y,  rematando  en  las 
cosas más  costumbristas y propias del pueblo  judío,  como  la prohibición 
de  comer  cerdo,  censura  dogmática  que  se  aplica  hasta  en  las  más 
modestas iglesias campesinas pentecostales del sur del mundo. 
Ahora,  digo  que  si  no  hubiese  sido  porque  la  cultura  judía  fue 
europeizada,  hubiésemos  sido  obligados  a  vestirnos  y  a  parecernos 
físicamente  a  ellos,  los  judíos,  con  todo  y  pelo  largo,  y  barba;  para  ser 
autenticados  como  cristianos  conversos  y  genuinos.  Así  como  Pedro, 
Jacobo  y otros  reclamaban  la  circuncisión  como elemento probatorio de 
cristianismo a los gentiles de la primera edad de la iglesia, sin ir más lejos. 
Y aun teniendo en cuenta, que al menos, el tema de la circuncisión era un 
elemento  legítimo  y  no  un  dogma  aprobado  por  consenso  entre  el 
sacerdocio  judío, aun así,  instalada  la  Gracia, se había convertido en algo 
que no era útil como condicionante para convalidar al cristiano como tal y 
hasta  había  tomado  un  peligroso  perfil  de  objeto  de  trampa  para  el 
creyente de  la  iglesia primitiva. Porque  según Pablo,  en  la   Epístola  a  los 
Gálatas,  capitulo  cinco  y  versículo  cuatro,  todo  aquél  que  adscribiera  a 
algún precepto de la ley mosaica quedaba desligado de Cristo, cosa grave. 
Y en un  capítulo anterior de  la misma epístola, el  capítulo dos, versículo 
catorce, Pablo encara a Pedro y le enrostra su conducta inapropiada para 
el  cristianismo  naciente  y  aun  le  reprueba  su  intención  de  judaizar,  que 
viene  a  ser  lo  mismo  que  transculturizar  y  que  es  lo  que  se  aplica 
realmente  en  el  protestantismo.  Y  también  exactamente  lo mismo  que 
practicó la iglesia católica en la invasión del continente nuestro. 
El  sello  de  la   Iglesia  Católica  en  el  comportamiento  jerárquico  y 
eclesiástico de  la  iglesia protestante  es  innegable.  Tenemos  la  influencia 
principal:  esa  inexplicable  doctrina  de  la  trinidad  de  Dios,  que  apunta 
directamente  a  minimizar  la  Deidad  del  Señor  Jesucristo,  relegándolo 
directamente  al  segundo  escalafón  de  ese  misterio  tan  "misterioso"  e 
insoluble de  la trinidad con tres personas distintas y un solo Dios. El solo 
versículo 2 de Colosenses  capítulo 1, que dice:  "Él es  la  imagen del Dios 
Invisible...",  hace  rodar  estrepitosamente  las  tres  cabezas,  de  las  tres 
personas  distintas,  para  dejarlas  reducidas  a  una  sola:  un  solo  Dios 
invisible  manifestado  en  la  imagen  corporal  de  Cristo:  porque  no 
aparecieron tres cristos simultáneos. "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre".  Palabras  de  Jesús  que  no  han  tenido  buen  destino  en  las 
organizaciones protestantes trinitarias, porque las explicitan, las discuten, 
las reinterpretan, cuando no solo quiso decir lo que dijo literalmente, sino, 
lo que agrava el hecho de  la discusión trinitaria es que es a Jesús a quién 
están  queriendo  re  interpretar,  o  sea,  sí,  pero  no  es  eso  lo  que  quiso 
decir...Y  Jesús  es  la   Deidad,  ni  más  ni  menos,  y  ante  cualquiera  de  su 
palabras,  debiéramos  callar  reverentemente,  acatar  y  no  replicar,  si 
tuviéremos Su Espíritu, claro. 
Luego, tenemos el aparato jerárquico, organizado con el mismo concepto 
de autoridad que se manejan las autoridades eclesiásticas del catolicismo, 
exceptuando  la ausencia del papado. Aunque en realidad,  los evangélicos 
no extrañan para nada  la figura papal, porque  la  imagen del pastor es un 
verdadero muy más rígido papa que el mismo Papa, y no  le conviene, ¡ni 
loco...! otro mayor o igual que él en competencia. 
Ni  decir  del  tema  de  la  privacidad  y  la  intimidad  de  los  individuos  al 
interior  del  protestantismo,  porque  hay  demasiadas  iglesias  evangélicas, 
incluyendo  el  debutante  aparato  de  los  tabernáculos  branham,  que 
arrebatan  este  derecho  natural  de  los  individuos  que  caen  en  sus, 
digamos,  dominios.  Hasta  la  incoherencia,  como  esa  práctica  de  hacer 
formar  en  una  larga  fila  -según  la  cantidad  de  congregantes-,  a  los 
militantes  que  quieran  participar  de  la  Santa  Cena,  obligándolos  a 
confesarse  delante  de  su  pastor  antes  del  sacramento  indicado,  que  se 
convierte en maldita cena ante esta práctica de confesión dogmática a  la 
que  son  sometidos  los  despistados  creyentes.  Porque  esa  es 
indiscutiblemente una práctica babilónica que adoptó la iglesia católica en 
sus  inicios  constantinistas  y  que  la  organización  protestante  adopta 
alegremente a su repertorio de martirizar, humillar, someter, manipular a 
sus  desgraciados  prosélitos,  con  el  fin  de  sujetarlos  y  dominarlos  a 
voluntad. Porque esto de confesarse  llega a  lo más canallesco y cruel en 
algunos  sectores protestantes,  caso  tabernáculos branham, por ejemplo, 
porque  esa  misma  confesión  hecha  en  la  más  absoluta  candidez  e 
ignorancia  es  usada por  estos ministros de  satanás  para  amenazar  a  los 
creyentes  "rebeldes  y  disidentes"  y,  para  desacreditarlos  públicamente  
con esa "preciosa" información de primera mano, no solo al interior de sus 
iglesias,  sino  alcanzando  también  a  todas  las  que  incluyen  su  círculo 
corporativo, y las asociadas, de modo que  la persona sea vista como algo 
execrable y maldito, indigno de caminar en medio de ninguna de las otras 
"santas casas de Dios y Puertas del Cielo" organizadas,  ¡nunca más en su 
vida...! Iglesias pentecostales trinitarias en Chile, obligan a la congregación 
a  un acto de reconciliación pública a todos los que estaban peleados  entre sí antes de tomar la Santa Cena, si no, no son dignos. Obvio que  no lo son, 
pero  eso  debe  determinarlo  el  individuo  en  un  gesto  de  honestidad 
personal,  no  debe  ser  inducido  a...  Así  lo  determina  Pablo  cuando  se 
refiere  al  respecto:  "Por  tanto,  pruébese  cada  uno  a  sí mismo..."  1  Cor. 
11:28.  Pero, como la iglesia evangélica salió del seno de la iglesia católica, 
mantiene  aun  aquellos  ripios  y  areniscas  que  mezclan  su  pretendida 
pureza y diferencia con la iglesia madre. 
Este sincretismo protestante también incluye modalidades estatales en su 
listado de condicionantes para acceder a  la “perfección y  la santidad” de 
sus  individuos. Cuando de conseguir ministerios se  trata y si el candidato 
elige esa opción materialista de preparación teológica y “siente” que debe 
integrarse a algún  seminario, primero debe exhibir el  cartón de  su  título 
de la  Enseñanza Media, o Secundaria, por lo menos. Porque nadie que no 
haya  cursado  la  educación  oficial  del  sistema,  accede  a  un  seminario. 
Claro, porque los “ungidos” ministeriales de Dios no son ningunos porros y 
bajo  ningún  punto  de  vista  pueden  aparecer  públicamente  con  algún 
ministerio si ni siquiera saben cuánto son dos más dos. Porque queda mal, 
eso  no  ayuda  en  nada  a  la  imagen  aristocrática  de  la  “iglesia”.  Como  si 
Dios  fuese  el  inspirador  del  sistema  educacional  que  estableció  el  ente 
colonizador. Inclusive, desplazándose a Sí mismo como Padre y Creador de 
todos  los  hombres  y  en  su  lugar  hubiese  decidido  instalar  al  chimpancé 
evolutivo.  Pero  así  son  las  cosas,  un  modelo  educativo  filosófico, 
materialista  y  blasfemo,  aun  pagano,  por  cuanto  son  programas 
educacionales fiscalizados y hasta patrocinados por  las políticas religiosas 
del Vaticano. Eso, en cuanto a  la carrera “profesional” de un aspirante al 
ministerio.  Porque  si  alguien  desea  casarse,  también  debe  presentar  en 
primer  lugar  su  documento  de  que  se  ha  casado  legalmente  por  el  civil 
antes de “pretender” casarse bajo  los auspicios de Dios. Porque, claro, es 
más poderoso, genuino y legal casarse por las leyes de un estado pagano y 
ateo, y predicador de la paternidad del mono,   que unirse en matrimonio 
bajo la sola y exclusiva bienaventuranza de Dios. La explicación es clara: la 
iglesia protestante no  solo  sometió a  sus  individuos a  la  fiscalización del 
estado, también arrodilló a Dios ante el Sistema. Lo que no  logró satanás 
en el desierto con Jesús: “¡Todo esto daré si postrado me adorares”! Mateo 
4:9. Le ofertó de plano mostrándole todos los reinos de este mundo. Bien, 
la iglesia tomó lo que Jesús rechazó invocando la Palabra de Dios. Hoy en 
día cualquiera que  logre casarse primeramente por  la supuesta  iglesia de 
Dios, es mirado como fornicario o adúltero hasta el día que decida acudir 
al civil con su pareja. Y no le ocurre esto por los comentarios y los ojos de 
la gente natural de este mundo, eso  le  sucede al  interior de ese edificio apodado  Casa  de  Dios  y  Puerta  del  Cielo,  en  medio  de  todos  aquellos 
circunspectos  y  muy  santos  personajes  dogmáticos  que  se  llaman  sus 
“hermanos”. Hermanados por un Dios relegado a posiciones de autoridad 
secundaria bajo la supremacía del estado. 
En el resumen total,  la  jerarquía evangélica ha resultado ser una mejor y 
hasta "restaurada" versión nicolaíta de administración. El creyente común 
es gobernado con la más recalcitrante de las tiranías religiosas que se han 
practicado  jamás  en  esta  blasfema  expresión  de  cristianismo  oficial 
organizado. 
La  iglesia  denominacional,  organizada,  ha  sido  elevada  al  status  de 
institución oficial del cristianismo. Esto significa, en otras palabras, que  la 
iglesia  es  la  madre  de  los  creyentes  y  ministerios.  No  se  concibe  el 
nacimiento de un creyente fuera de sus puertas: todos lo demás creyentes 
al  margen  de  ella  son  calificados  de  falsos  creyentes,  desordenados  y 
mentirosos, porque Dios "atiende" oficialmente en y a través de la iglesia 
organizada.  Y  así  como  lo  imponen,  nos  queda  claro  que  la  iglesia 
protestante es un mero y rígido calco del concepto  iglesia que acordaron 
establecer  Constantino  y  sus  secuaces  anticristos  en  el  siglo  III.  Y,  así  se 
enseña, a rajatabla, por todo el continente. Y así es que se erigen nuevas y 
más grandes, y lujosas iglesias protestantes, que aunque hijas -y muy más 
prostitutas y malulas-, de  la  iglesia católica, continúan disputándole seres 
humanos  a  la madre  vaticana,  sacándolos  de  una  iglesia  con  figuras  de 
yeso  y  un  cristo  doliente  crucificado,  para  meterlos  en  una  iglesia  sin 
santos ni vírgenes, pero bajo  la misma condición de engaño y perversión 
religiosa:  el  ser  humano  es  convertido  en  esclavo  aterrorizado  de  las 
creencias falaces de madre e hija. 
A  ambas  les  ha  ido  bien  con  el modelito  arquitectónico  heredado  de  la 
madre de todas las religiones: la gran Babilonia de los jardines colgantes y 
la famosísima Torre de Babel. Aunque la madre romana se ha enriquecido 
tanto, que en cuanto las economías mundiales lo precisen, ella esta pronta 
a  cubrir  cualquier  desastre  financiero  en  el  globo;  aun  así,  la  hija 
protestante no  lo hace tan mal al respecto, pues tenemos organizaciones 
como Visión Mundial, que ya ha debutado sosteniendo algunas economías 
en los países centroamericanos. Y, aunque ya es redundar en la materia, lo 
mismo puedo mencionar  la pujante   y efervescente marcha en pro de  las 
riquezas de este mundo que protagonizan  las rameritas de  la teología de 
la  Prosperidad,  también  les ha  ido muuyyy bieeenn...Por  lo expuesto, es 
claro que ellas tienen que defender y acudir cuántas veces se requiera al 
sincretismo, pues para ellas, en su concepto materialista del reino de Dios, 
les significa un más que excelente pasar en el valle de este mundo. Y digo "en"  el  valle,  porque  no  da  la  impresión  que  "pasan"  por  este  valle, 
porque así como  se ven agarrando dinero y posesiones a dos manos, no 
sé,  uno  piensa  que  se  quieren  quedar  eternamente  aquí  gozando  sus 
"bendiciones de prosperidad".  
Chamanismo pentecostal. 
Según un antropólogo norteamericano  llamado David Stoll,  los shamanes 
latinoamericanos se  identificaron mucho con  la algarabía espiritual de  los 
pentecostales,  porque  en  las  sesiones  místicas  de  ellos  ocurrían  las 
mismas  efervescencias  carismáticas.  Incluso,  muchos  ritos  de  sanación 
pentecostal eran idénticos a las sesiones de sanación shamánicas. Y, como 
los  shamanes  ejercían  toda  la  influencia  y  todo  el  poder  sobre  jefes  y 
componentes  de  la  tribu,  la  orden  fue  congregarse  con  los  hermanos 
evangelistas  blancos.  Pero,  como  los  "hermanos  blancos"  no  venían 
precisamente  a  evangelizar:  no  evangelizaron.  Y  en  el  choque  cultural 
salieron  perdiendo,  tal  como  la  iglesia  católica  en México:  los  mexicas 
compraron  el  cuento  de  la  virgen  católica,  pero  velada  en  la  virgen  de 
Guadalupe,  los  mejicanos  adoraban  a  su  diosa  azteca,  Tonantzin,  que  
designaba a la gran diosa Madre-Tierra: Coatlicue o Cihuacóatl. Esta diosa 
autóctona era venerada en un santuario ubicado en Tepayac, al norte de 
ciudad de México.   Así mismo  les ocurrió a  los pentecostales por el  lado 
místico y carismático: fueron penetrados por la cultura shamánica en todo 
el continente. Fuesen organizaciones trinitarias o lo fuesen unitarias, daba 
lo mismo. Y eso, hasta hoy. 
Lo mismo  ocurrió  bajo  el  choque  cultural  contra  las  religiones  del  afro 
insertado en  la  región por consejo de  fray Bartolomé de  las Casas, quien 
después  se  arrepintiera de  tamaño  error.  La mística de  los orishas  afros 
fue  arrebatadora  e  incontenible,  a  partir  de  ello,  según  Enrique  Vilora 
Vera,   “se produce un sincretismo de analogías y semejanzas entre dioses 
de  distinto  cuño  y  proveniencia  que  luego  tendrán  una  misma  y  única 
significación  Como  expresión  de  este  sincretismo  se  produce  una 
asimilación  entre  vírgenes  y  santos,  dioses  y  provenientes  de  uno  y  otro 
lado  del  mundo:  de  la   España  católica  y  del  África  pagana.  En  Cuba: 
Yemayá,  es  la  Virgen  de  regla,  patrona  de  la  ciudad  de  La   Habana; 
Changó, Santa Bárbara; Ochún, la Virgen de la Caridad del Cobre; Obatalá, 
la Virgen de las Mercedes”.  
En Ecuador, creo que a principios del 2007, acompañaba a mi hijo mayor a 
buscar algún medicamento para un extraño mal que le aquejaba en ambas 
piernas,  desde  sobre  los  tobillos  hacia  arriba.  Le  había  aparecido  una 
franja  roja que  le ardía y  le dolía  tanto que no podía apoyar bien ambos 
pies  para  caminar.  Sucedió  que  nos  encontramos  con  un  joven  pastor colombiano, de la iglesia del Nombre, pues es así como se denominan las 
iglesias unitarias. Cuando le contamos a éste el problema físico de mi hijo, 
nos explicó que debíamos buscar un sapo y pasarlo de panza, varias veces 
por sobre las zonas afectadas, el vientre del sapo absorbía el mal y moría a 
los  tres  días  del  procedimiento.  Si  aun  no  curaba  la  herida,  había  que 
repetir  la  "curación"  con otro. Me  sonreí ampliamente  y  le dije:  "  ¡Pero, 
eso  es  chamanismo,  mi  hermano!  ¿Qué  hacemos  con  el  Nombre  de 
Jesucristo?" 
Se  enojó  hasta  enrojecer,  como  si  yo  le  hubiese  dicho  una muy  grande 
ofensa. Perdió  la  compostura  y alzando  la  voz me  replicó que  yo era un 
gran  ignorante,  que  él  tenía  un  tío  en  Colombia  que  había  sufrido  lo 
mismo y ni las oraciones ni ungimientos le sirvieron de nada, hasta que se 
le  practicó  la  curación  del  sapo.  "Si  fuera  por  eso,  contesté,  en  lugar  de 
ejecutar  a  Cristo  en  la  cruz,  hubieran  crucificado  a  un  sapo..."  Mi 
contestación terminó de enojarlo y acusándome de engreído, se alejó de 
nosotros renegando. 
Los pastores de la denominada Iglesia del Nombre, siempre han creído ser 
superiores a los pastores de las iglesias trinitarias, pero en este continente 
ninguno  de  los  dos  supera  la  influencia  shamánica  de  las  culturas 
originarias. Muchísimos de ellos y de sus congregantes acuden al brujo del 
vecindario, para "quebrar el mal del empacho" y el "mal del ojo" en niños 
y bebés, con la misma naturalidad que piden: "Ore por mí", en sus propias 
reuniones. 
En  1975, mientras  fundaba  una modesta  iglesita  en  los  alrededores  de 
Curacaví, vino a visitarme el Ayudante del Pastor. En esos días, alguien de 
la  congregación  que  yo  dirigía,  nos  pidió  que  fuésemos  a  bendecir  su 
hogar,  con  las  oraciones  respectivas.  Mi  amigo,  en  su  condición  de 
Ayudante de Pastor, encabezó el tema. Y, para mi sorpresa, organizó una 
especie de rito. Me dio instrucciones del cómo íbamos a orar: entraríamos 
a  cada  cuarto  de  la  casa  y  nos  repartiríamos  a  orar  en  cada  una  de  las 
cuatros esquinas de cada habitación, poniendo nuestras manos sobre  las 
paredes, "ungiéndolas". Les prometo que yo me sonreí cuando mi amigo 
me daba  las  "instrucciones", pero, a pesar de mi, digamos,  reticencia,  le 
ayudé  voluntariosamente. Cuando  terminamos al  interior de  la  vivienda, 
salimos al patio y allí él me ordenó que hiciésemos lo mismo: uno en cada 
esquina "ungiendo" y "reprendiéndolo" todo. Eso ya me pareció el colmo 
y me negué a seguir adelante con el ritual "santificador". “¡Basta ya para 
mí, no sigo con esto!" Le anuncié y me volví al lugar donde nos reuníamos. 
Lo mismo presencié en el 2002, en  casa de una  familia que milita en un 
famosísimo  tabernáculo  branham,  en  Santiago  de  Chile,  en  el  barrio Carrascal. Atendí allí a Daniel, quién venía saliendo de su tercer intento de 
suicidio. Su pastor: ni  luces, ningún  interés por el muchacho, que era  su 
tecladista,  y  uno  de  los  mejores  músicos  en  su  especialidad.  Pero,  se 
enteró del drama un pastor pentecostal de unas cuantas casas más allá del 
domicilio de esta familia y una mañana se vino a ofrecer su ministración. 
La  familia aceptó  la oferta del pastor, un hombre barbudo. Este hombre 
anunció que Daniel sufría esas tentaciones de quitarse la vida porque esa 
casa estaba  llena de demonios  y él  venía a exorcizarla en el nombre del 
Señor.  Los  padres  de  Daniel  aprobaron  y  cuando  el  pastor  les  pidió  le 
ayudasen,  dijeron  que  sí  y  todos  se  pusieron manos  a  la  obra.  Yo, me 
limité a observar, acompañado por mi hijo menor. El ministro de la barba 
espesa y fecunda los paseó a todos tras de sí por todas las habitaciones de 
la  casa  y  orando  y  reprendiendo  demonios  en  cada  esquina,  como  mi 
amigo del campo de Curacaví en  los 70'. Cuando  regresaron al comedor, 
donde estaba junto a mi hijo, el pastor me quedó mirando fijamente y me 
preguntó  si  yo  creía,  respondí  afirmativamente  con  un  movimiento  de 
cabeza, no  le  iba a decir que yo creía que efectivamente era una práctica 
chamánica,  se hubiese armado un altercado, así que dejé que  fuese  feliz 
en su labor religiosa. Pero, también, para que mi hijo menor, hasta hoy un 
empedernido  observante  de  los  tabernáculos  branham,  se  diese  cuenta 
cabal  que  branhams  y  pentecostales  son  la  misma  cosa.  De  pronto,  el 
ministro  barbudo  dijo  haber  visto  a  un  demonio meterse  en  la  guitarra 
que  descansaba  sobre  un  sillón,  a  la  entrada  de  la  puerta  principal  y  se 
abalanzaron  todos  detrás  de  él  a  reprender  el  demonio  oculto  en  el 
instrumento,  hasta  que  el  ungidor  ministerial  vio  huir  al  demonio. 
Terminaron en un cuartito que oficiaba de oficina del dueño de casa y san 
se acabó.  
Al  pasar  de  los  años,  en  la  década  de  los  90's,  conocía  un  profesor  de 
Teatro y expositor del arte poético y  la cultura de  la etnia Colla, como se 
identifican  los originarios quechuas del norte argentino. El era de Tilcara. 
Hicimos  una  hermosa  y  fluida  amistad  en  mi  bien  amada  ciudad  de 
Córdoba. Coincidimos allí en una radio F.M. comunitaria; conducíamos los 
dos  nuestros  respectivos  programas  latinoamericanistas.  De  él  aprendí 
muchísimo  respecto  de  las  culturas  étnicas,    tanto  argentinas  como  del 
resto del continente: cocina Colla, vestimenta, música, costumbres, etc. Y, 
por supuesto, también algo de su cultura religiosa. Y una de esas prácticas 
religiosas es exactamente igual al ritual que practicó mi amigo en esa casa 
campesina de la zona de Curacaví (que en lenguaje mapuche quiere decir: 
Agua de Piedra),  y  la práctica que  ejecutó  en  casa de Daniel  el barbudo 
pastor  pentecostal.  Cuando  los  collas  quechuas  purifican  una  vivienda, aparte  de  vestir  su  propia  indumentaria  original  y  de  maquillarse  a  la 
usanza nativa, el hombre o shamán que oficia  la práctica, toma un arco y 
una flecha y mantiene el arco tensado, como si fuese a disparar  la flecha 
hacia  el  objetivo  deseado;  y,  con  esta  actitud,  se  va  ubicando  en  cada 
esquina de  la casa, amenazante y balbuceando sus conjuros ritualistas en 
su  lengua originaria  contra  cada  rincón.  ¿Qué del accionar de mi amado 
amigo  protestante  en  la  zona  central  de  Chile,  en  territorios  antaño 
mapuches?   Y, ¿qué del accionar ministerial del pastor de barba profusa 
en  casa  de  Daniel?  Sincretismo  puro.  Encima,  si  observamos  la 
procedencia  de  mi  amigo  chileno,  entenderemos  un  poco  su  accionar 
shamanista-pentecostal: él nació muy cerca de un villorrio llamado Pueblo 
Indio y se crió allí, viviendo en pleno campo, hasta mucho después de su 
matrimonio.  El  lugar  donde  está  ubicado  el  villorrio  se  llama  Orrego 
Arriba;  y Orrego  había  sido  el  cacique  de  la  etnia  de  ese  paraje  de  la  V 
Región  chilena.  Las  prácticas  indias  invadieron  con  éxito  a  quiénes  los 
invadían  con  el  cuento  falseado de  la  "cristianización":  Invasor  invadido, 
algo  así.  Lo mismo  Santiago  de  Chile,  aun  hay  allí  una  fuerte  presencia 
mapuche. 
Las  mismas  prácticas  de  carácter  shamánico  presencié  en  Santiago  de 
Chile, en una  iglesia trinitaria de una población  llamada Cerro Navia. Allí, 
en  medio  de  esas  apoteósicas  trifulcas  pentecostales  que  te  dejan 
erizados todos los pelos del espinazo, acostaban a los enfermos en el piso 
y comenzaban a "operarlo", haciendo toda la mímica de los galenos en el 
quirófano:  anestesiando,  cortando,  abriendo  y  extrayendo 
aparatosamente  lo malo,  el mal.  Para  eso,  quién  oficiaba  de  "doctor  en 
jefe"  se  rodeaba de ayudantes que obedecían mímicamente  a  todas  sus 
órdenes  y  pedidos.  Al  rato,  terminada  la  "operación",  se  erguía 
dificultosamente el paciente, que, incluso, al parecer, se había mantenido 
"dormido" por efectos del "sedante" durante toda la operación médica o... 
"meica";  y manifestaba  estar  sano,  aunque  dolido  del  sector  del  cuerpo 
que había sido "intervenido"; y, aun sintiendo los efectos de la "anestesia 
de  Dios". Ni  qué  decir  del  estallido  de  algarabía mística  que  remecía  la 
iglesia entonces. 
También  Santiago  fue  zona  de mapuches;  y,  a  sus  recientes  doscientos 
años  y  algo de  independencia, no  se puede decir que  la  influencia de  la 
cultura  originaria  ha  desaparecido.  Aun  Santiago,  como  toda  capital 
latinoamericana,  está  poblado  de  un  alto  número  de  mapuches,  sus 
aborígenes correspondientes. De  la misma manera que  los pentecostales 
trinitarios  desarrollan  estos  actos  de  sanaciones,  así  también  brujos, 
meicas y  shamanes  "operan" a  sus pacientes en el día de  la  fecha. Hace unos  cuantos  años  atrás,  incluso,  en  la  década  de  los  80',  evangélicos 
mapuches  sacrificaron  un  bebé  en  un  ritual  al  interior  de  su  iglesia 
pentecostal,  lo  que  causó  estupor  e  indignación  por  todo  Chile.  Y  aun, 
brujos  de  las  clases  blancas  lo  cultivan  al  chamanismo  y  practican, 
inclusive.  Y  practicantes  de  religiones  más  "cultas"  que  la  de  los 
evangélicos locales, en su expresión urbana, suburbana o rural. Lo que nos 
dice  que  la  cultura mapuche,  jamás  sometida  en  300  años  de  dominio 
español y 100 años de dominio incario pre hispánico, no ha sido hasta hoy 
sometida; sino que, pese a que se hiera  la  inefable susceptibilidad de  los 
chilenos, que reclaman orgullosamente ser  los "ingleses del sur" (por eso 
traicionaron  a  la  Argentina  en  su  guerra  con  Inglaterra  por  las  Islas 
Malvinas,  que  son,  sí  o  sí,  argentinas),  las  etnias  originarias mantienen 
invadida  ampliamente  la  cultura  "cristianizadora"  euro  americana  que 
pervierte al cristianismo original al sur del mundo.  
En Venezuela, hay una denominación pastoreada por personas de directa 
ascendencia  indígena;  y,  cada  predicador  que  les  visita  recibe  una muy 
buena ofrenda  y  le  son presentadas  todas  las  jóvenes de  la  iglesia: para 
que elija una para su placer. Ustedes dirán: "¡Ah, bueno, eso es porque en 
esos  lugares  los  pobres  todavía  son  indios  incivilizados...!"  Empero,  sin 
embargo,  no  obstante...  no  solo  ellos  son  indios  todavía:  nada  nos  ha 
quitado a nosotros el ascendiente  indígena propio, por una parte; y, por 
otro lado, sí, será porque son pobres, de lugares pobres, pero los de nivel 
medio y los de clase alta, aunque mezclados con indios y negros, practican 
esa otra suerte de sincretismo que aprendieron de  los misioneros primer 
mundistas:  esa  mezcla  de  cuestiones  socio  culturales  euro  americanas, 
con catolicismo,  judaísmo, filosofía, sicología, economía, política y alguito 
de la Biblia, ¡para que parezca cristianismo...! 
Nada  más  gráfico,  para  enseñar  una  muestra  de  sincretismo  euro 
americano en las doctrinas y costumbres protestantes, que el ejemplo o la 
historia que cuenta, como su gran  testimonio personal,  la esposa de una 
pastor de Santo Domingo de Los Tsáchilas, en Ecuador, cada vez que hay 
una  vigilia.  Su  esposo  no  pierde  ocasión  de  darle  una  oportunidad  para 
que ella  cuente  su  "testimonio", porque aparte, ese es un mandato que 
ella  recibió  de  "Dios",  después  de  sufrir  la  experiencia  que  reparte  de 
vigilia en vigilia. 
Ella dice que  fue  "transportada" y que vio  la Gloria,  con ángeles y Cristo 
incluidos,  pero  que  también  fue  a  los  infiernos;  y  allí,  satanás  y  los 
demonios  torturaban  gente  que  llegaba  a  dar  calambre:  todos  esos 
pecadores mortales eran martirizados maléficamente por el diablo  y  sus 
demonios, de  las  formas más  crueles. El  relato es  largo, pero el discurso final  de  la  dama  es  que  a  todos  los  que  no  obedecen  al  Señor,  se  los 
llevará el diablo al  infierno. Doctrina común en una muy amplia gama de 
iglesias  evangélicas,  trinitarias  o,  como  en  este  caso,  del  Nombre.  Lo 
curioso  es  que  no  tiene  asidero  bíblico:  satanás  no  solo  no  reina  en  el 
infierno con sus demonios, como  la contra parte del Reino de Dios en  los 
cielos  con  sus  ángeles,  sino,  que  no  quiere  por  nada  del mundo  irse  al 
infierno. Mucho menos  entonces,  gastará  tiempo  recolectando malucos 
para  atormentarlos  en  los  fuegos  nunca  extinguibles  de  su  supuesto  e 
imaginario  reino.  Esa  historia  que  enseña  que  el  diablo  es  el  amo  del 
infierno  nace  de  un  poema  de  John  Milton,  poeta  inglés,  en  su  obra 
titulada Paraíso Perdido;  y  luego,  se  va enriqueciendo  con el  tema de  la 
Divina Comedia, del Dante Alighieri, que en su Divina Comedia, cruza  los 
infiernos, el purgatorio hasta el paraíso acompañado del poeta Virgilio; y, 
concluye en exagerada cosmovisión y apología del reinado de satanás en 
el infierno por todos los condimentos que le agregan la sabiduría popular, 
la ignorancia y hasta la picardía de la imaginería popular. 
Cuando  ocurrió  que  la  dama  contó  esta  visión  dantesca  (de  Dante 
Alighieri),  del  reino  de  don  sata  y  sus  dinámicos  secuaces,  después,  le 
expliqué  a  la  congregación  esto  mismo,  que  esa  visión  tenía  todos  los 
ingredientes de  las culturas  literarias del primer mundo y absolutamente 
nada de  la Biblia, ni  les  cuento  la  carita que puso  la pobre hermana y  la 
que puso su esposo: hasta el día de la fecha me...odian. Je, je, bueno, algo 
así. 
Al  final,  si  la  iglesia  madre  romana  nació  infectada  de  toda  clase  de 
alimañas,  aves  inmundas,  víboras,  chacales  y  toda  bestia  aborrecible, 
según  denuncia  la  Biblia.  A  estas  alturas  de  la  edad  ya  es 
indiscutiblemente  notorio  que  la  iglesia  protestante  sufre  de  la  misma 
zoología  tenebrosa. Probablemente esta animalidad mística es  lo que ha 
impulsado a los protestantes organizados a atropellar a tanto ser humano 
y a excluir a Dios de sus complejos edilicios anatemas, contra humanos y 
apóstatas.  No  se  explica  de  otra manera.  Aunque  aun,  teología  de  por 
medio, podemos explicar que es satanás quien hace uso de animales para 
manifestarse. Mala cosa. 
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