lunes, 20 de septiembre de 2010

Hno Rafael Mendoza


UN REVISIONISMO   DE LA IGLESIA PROTESTANTE DE LATINOAMÉRICA

I
SINCRETISMO 

Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes.
Es el culto caracterizado por la convergencia de componentes provenientes de
diferentes credos.
Es la forma de mezclar tradiciones religiosas con la fe cristiana. 

Probablemente no hay manera de traspasar a otros la impresión personal
de  la  observancia  de  la  desconcertante  realidad  sudamericana  del  mal
llamado "cristianismo" protestante. En sí, este es un absoluto y verdadero
sincretismos de conceptos, modos, usanzas y costumbres, que se amplían,
y  son,  o  mayormente  o  en  forma  menor,  practicadas  como  auténticas
situaciones de revelación divina.
Todas  las  religiones,  después  de  la  muerte  de  sus  fundadores
correspondientes  fueron  construidas  o  reconstruidas  en  base  al
sincretismo por  sus  seguidores posteriores,  con el  fin de: o  levantarlas o
ponerlas en un círculo más amplio de aceptación; y hasta con el fin, en la
mayoría de los casos, de convertirlas en la influencia oficial de sus estados
respectivos.  Lo  que  consiguen,  evidentemente;  y  eso  para  ellos  ya  es  el
súmmum  de  su  cometido  religioso  en  el  planeta.  Los  protestantes  hace
mucho  tiempo comprendieron eso y hoy en día  los  tenemos convertidos
en  verdaderos  gurúes  potentados,  altamente  enriquecidos  y  altamente considerados  en  los  círculos  oficiales  del  Sistema.  El  sincretismo,  en
muchos de  los  casos es en  realidad, una especie de  llave del éxito. Abre
puertas insospechadas si se saben elegir los elementos a incorporar sobre
el  credo  ¿original?  Se  fundieron  costumbres,  ritos,  se  construyeron
templos  o  se  adoptaron  templos  de  antiguas  deidades;  se  adhirieron
incluso deidades: o nuevas,  inventadas, u originarias de otras  religiones.
Babilonia  ha  sido  históricamente  la  fuente más  recurrente  de  este  afán
sincretista de modelar o darle  forma o nuevos perfiles a una religión con
aspiraciones,  digamos, mundanas  –a  ver,  bueno:  universalistas,  para  no
herir  susceptibilidades-, en el estricto  sentido del  significado materialista
del  concepto.  Así  ocurrió  con  la  Iglesia  Católica,  que  es  el  ejemplo más
destacable  de  estos  procesos,  que  tomó  principalmente  elementos
babilónicos,  persas,  griegos  y  romanos,  para  fundirlos  al  judaísmo  y  al
cristianismo  apostólico  y,  cómo  no,  también  incorporándole  sus  propios
dogmas  y  conceptos,  para  así  edificar  este  híbrido  concepto  llamado
"cristianismo  católico".  Así  también  hicieron  en  nuestro  continente
porque  “el  sincretismo  religioso  permitió  que  los  ídolos  autóctonos  (las
fuentes,  los árboles,  las piedras sagradas, los astros) se sumarán también
al  estructurado  y  riguroso  compendio  y  repertorio  de  vírgenes,  santos,
preceptos,  ritos  y  de  tres  personas  en  un mismo  Dios,  que  los  frailes  y
misioneros  españoles  se  encargaron  de  difundir,  de  catequizar,  sin  que
pudiesen impedir que todas sus enseñanzas se fusionaran con las creencias
propias  y  ancestrales  de  los  aborígenes  para  producir  un  cristianismo
particular.” (Enrique Viloria Vera)   Y, como decíamos, así "triunfaron", así
consiguieron  sus  más  "sagrados"  objetivos:  convertirse  en  la  influencia
principal  en  las  administraciones  políticas  y  hasta  la  muy  "triunfalista"
comisión "cristiana" de conquistar el poder. 
Más fino y más sutil que el de la iglesia católica, ha sido el sincretismo de
conceptos  y  usos  sobre  el  cual  está  organizado  y  ordenado  el
"cristianismo"  protestante,  aunque  ya  esta  rayando  en  una  obviedad,
digamos, notoriamente insoslayable. Este, en sus expresiones más bajas y
etno  culturales  de  Latinoamérica,  sufre  hasta  de  las  influencias
shamánicas de la región.
Podríamos  graficar  así,  más  o  menos,  el  espectro  del  sincretismo
protestante:  se  compone  de  usos  y  costumbres  de  las  culturas  euro
americanas; profecías  y  rituales exclusivamente  referidas al pueblo  judío
(la prosperidad material, el día sábado, la ley, etc.), jerarquías y doctrinas
tomadas de la organización de las iglesias católicas, misticismo shamanista
y muchas de sus prácticas, amén de la incorporación de los más populares
prejuicios y supersticiones derivados de las creencias populares urbanas y campesinas,  según el  lugar de  su ubicación  y desarrollo organizacional e
institucional.  Y,  adquirido  del  uso  de  todas  las  religiones  de  la  historia
civilizada del hombre, el cristianismo protestante  también decidió que el
lugar de encuentro entre Dios y los hombres, como así mismo, el lugar del
desarrollo de la actividad religiosa propia, sólo debe y puede hacerse en y
dentro de  la  iglesia; y hacerse  todo según y cómo  lo ordena  la  iglesia. Al
punto, que el cristianismo protestante declara abiertamente que la iglesia
es  la  institución  del  cristianismo.  Claro,  no  tienen  apoyo  escritural  ni
apostólico  para  aseverar  tal  cosa,  pero,  así  está  determinado;  y  eso  no
está  sujeto  a  discusión  en  el  seno  del  protestantismo:  es  un hecho,  con
caracteres sagrados prácticamente.
La  organización  protestante  exhibe  en  líneas  generales  un  sincretismo
total,  en  todos  sus  frentes.  Como  no  le  han  sido  suficientes,  o  tal  vez
incomprensibles  e  inaplicables  los  preceptos,  mandamientos  y
recomendaciones bíblicas para el hombre y la mujer de hoy, echó mano a
los manuales educativos y administrativos que  "ordenan" al  ser humano
actual en el Sistema Universal. Podemos decir, ampliamente  respaldados
por  la abundante documentación al respecto, que acá, en Latinoamérica,
la  organización  protestante  se  ha  consolidado  tan  solo  como  un  gran
bastión  colonizador  y  colonizado,  después  del  gran  bastión  colonizador
que significa el catolicismo en el continente. Lo nefasto de este accionar es
que  la Biblia  ha  sido  relegada  a  ser  un mero  instrumento  de  respaldo  a
estas  nociones  cívico-religiosas  de  ser,  para  que  se  vea  un  tanto  sacro,
claro.
En esta modalidad sincrética de la iglesia protestante, el corte de cabello y
la  cara  rasurada  son  auténticas  señales  de  "cristianismo".  Sin  embargo,
esas  son  costumbres  culturales  greco-romanas.  Ellos,  eran  las  únicas
culturas, en  tiempos de Cristo, que practicaban el corte de pelo a  ras de
cráneo  y  la  rasuración  de  sus  cuerpos,  así  como  los  aceites  y  bálsamos
respectivos. Todas  las otras  culturas,  judíos  incluidos, usaban barba y un
cabello  largo hasta el  cuello, o hasta  sobre  los hombros, y más abajo en
algunas  otras  etnias.  Lo  que  motivaba  que  fuesen  llamados  bárbaros,
entre otras cosas, por el aparato político-militar dominante e  imperialista
de  la  época  de  Cristo  y  los  apóstoles.  Hoy  en  día,  el  creyente  que  no
practica  greco  romanismo  en  su  aspecto  físico,  es  llamado mundano  en
sus  iglesias,  lo  que  prácticamente  viene  a  ser  un  sinónimo  de  "bárbaro
incivilizado". Jesús no vino a civilizar ni a transculturizar al hombre, vino a
rescatarlo para Su Reino: porque  su hombre y  su mujer pertenecen a Su
Reino En  la  (contra)  cultura protestante, el  traje  y  la  corbata euro americanos,
han  venido  a  ser  la  vestidura  oficial  del  "cristianismo"  occidentalizado
(porque  el  cristianismo  apostólico  es  oriental  en  su  nacimiento  y
procedencia), más valiosos que la Investidura del Poder de lo Alto, porque
nadie  es  considerado  convertido  y  consagrado  a  Dios  si  no  se muestra
vestido con estas prendas  impuestas en Latinoamérica por el  invasor y el
misionero europeo, y el misionero usamericano. Si usted  les dice a ellos
que viste los aprestos del evangelio de la paz, se ríen en su cara y replican:
"Oh, bueno, sí, hermano, pero...."
Un  indígena probaba  (y prueba aun)  su  conversión ante  la  jerarquía  y  la
congregación  adoptando  estas  "señales":  rasurándose,  cortándose  el
cabello ancestral, despojándose de sus vestiduras étnicas milenarias para
vestir el traje y  la corbata euro americanas. Eso bastaba a  los misioneros
colonizadores y eso basta hoy en las organizaciones religiosas colonizadas,
para  aprobar,  aceptar  y  reconocer  el  cristianismo  en  el  individuo
latinoamericano  conquistado,  civilizado  y..."cristianizado".  Y,  esto,  por
todo  el  planeta,  por  donde  quiera  que  vayan  los  heraldos  oficiales  del
"cristianismo"  protestante,  en  cualquiera  de  sus  sectas  o  disciplinas;  y
cualquiera  sea  su  nación  de  origen misionero.  ¿El  Espíritu  Santo  en  las
personas, las señales, el sello de Dios, la investidura de poder de lo Alto...?
Te la quedo debiendo. Todo eso puede esperar. Tienen un versículo de su
biblia  paralela  y  apócrifa  para  justificarse:  "Por  el  camino  se  arregla  la
carga..."
Cuando  pasé  por  Payne,  un  bellísimo  pueblo  campesino  al  sur  de  Chile,
invitado  expresamente por  el pastor  evangélico de  la  iglesia  local de  los
"Jesús Solo", fui mirado como pájaro raro cuando me vieron llegar sin traje
ni  corbata, vestido  solamente  con vaqueros azules y  remera, o polera, o
camiseta de mangas  cortas.  Le expliqué al pastor que me había  invitado
que  jamás  yo  había  usado  corbata. Me  respondió  con  sorna  de  pastor
pentecostal  sabihondo:  "¡La  corbata  es  la  gracia  del  creyente...!"  Pero,
¡cómo no...! Un precepto también extraído de su biblia paralela y apócrifa;
es decir,  su manual de  sincretismo, que aplastó por  completo a  la Biblia
original. Quedé mirando al hermano que me acompañaba y  le  comenté:
"Mala  suerte para  las hermanas, ellas no usan  corbatas: están excluidas
de la Gracia de Dios..."
En  estos  días  de  2009,  cuando  escribo,  estoy  terminando mi  estadía  en
Colombia. En este país fui sospechado de mi cristianismo por muchísimos
pastores,  no  solo  porque  no  uso  traje  ni  corbata,  sino  que  hasta  les
pareció  de  inconversos mi  costumbre  de  no  atarme  los  cordones  de mi
calzado.  Uno  de  ellos  me  dijo  por  ahí,  con  esa  ironía  despectiva,  tan peculiar y distintiva de muchos legalistas evangélicos (cristianos, según su
propio decir orgulloso): "¡El hermano no se ata  los zapatos...!" Y esto me
ocurría en una corporación que defiende en todos los frentes, y a ultranza,
el concepto restauración; y cuya jerarquía administrativa está compuesta,
en su mayoría, por ministros casados por segunda y tercera vez; amén de
algunos  otros  ministros  que  han  protagonizado  bulliciosos  escándalos
sexuales con damas de sus propias congregaciones, repartiendo hijos por
doquier; y cuyo vice-presidente protagonizó un caso de adulterio durante
diez  años  consecutivos,  sin  dejar  de  ministrar  su  iglesia  y  sus
congregantes.  Entonces,  cuando  enfrentas  esta  emperrada  expresión  de
legalismo  enajenante, por  causas  tan mínimas  e  insignificantes  como mi
costumbre de no atarme  los cordones del calzado, te agarras  la cabeza a
dos manos y ni ganas siquiera de compartir alguito con ellos. Luego, queda
pésimo pararse entre ellos reconociéndoles ministros y pastores de Dios.
Ministros  organizacionales,  sí,  con  todo  y  derecho  legítimo  indiscutible.
Pero, solidarizar con ellos autenticándolos como ministros de Dios...no sé.
Hay  que  ser  muy  despistado  o  muy  vendido  a  intereses  económicos  e
inmorales  personales.  Y  aunque  pasé  por  Sonso,  un  río  y  un  pueblo  de
Cali,  no  voy  a  hacer  el  zonzo  participando  o  autenticando  a  estas
organizaciones. Tengo otro espíritu, je, je, je...Un Espíritu que ha resistido
con éxito no humano al sincretismo colonizante. Y… “cristianizante”.
Lo  paradójico  es  que  Chile  y  Colombia  están  reconocidos  en  la  historia
oficial,  como  los  dos  países  latinoamericanos  que  evangelizaron  el
continente,  junto  a USA.  Lo  que  no  especifica  la  historia  es  que  Chile  y
Colombia evangelizaron bajo los auspicios, la inspiración y la dirección del
"cristianismo"  colonizador  y  americanizante  de  los  misioneros
usamericanos.
En  efecto,  Chile,  por  ejemplo,  evangelizó  la  Argentina.  Si  vamos  a  la
historia  protestante  de  la  nación  del  Río  de  La  Plata,  conoceremos  que
chilenos  emigrados  hacia  la  pampa,  y más  tarde  sus  hijos,  fundaron  los
movimientos  evangelísticos  más  importantes  del  amable  y  culto  país
transandino;  y  esto  relatado  y  reconocido  por  propios  investigadores
argentinos  contemporáneos.  Chile,  ha  atendido  evangelísticamente  al
Cono Sur. En Paraguay, se dice que mi tío Daniel Bobadilla evangelizó a la
nación  guaraní.  En  Perú,  los ministros  evangélicos  chilenos  son mirados
como  un  patriarca,  para más  o menos  describir  el  perfil misionero  que
tienen los chilenos en ese país incario.
Por su parte, Colombia, se hizo cargo del Ecuador, de parte de Venezuela,
parte de Brasil y algunos países de Centroamérica.  La diferencia entre ambos países latinoamericanos, es que Chile propuso y
expandió una evangelización de contenido y  forma  trinitaria. Y Colombia
desarrolló  y  sembró  un  evangelismo  fundamentado  en  la  doctrina  de  la
Unidad de Dios.
Pero, ambos coinciden en una misma cosa:  las dos  repúblicas misioneras
autóctonas exportaron un protestantismo heredado de los usamericanos.
En todo, doctrinas y usos, malos y buenos, incluidos.
De  los yanquis se aprendió el modelo  iglesia, una dirección piramidal, en
lo administrativo. De los yanquis se aprendió la política económica que se
practica  al  interior  de  los  templos,  de  los  yanquis  se  aprendió  cómo
practicar  la  prostitución  política,  de  los  yanquis  se  aprendió  que  un
"cristiano próspero" es de Dios y uno pobre es de satanás, de los yanquis
se  aprendió  cómo  desvestir  de  sus  ropas  autóctonas  a  los  individuos
latinoamericanos,  para  vestirlos  cristianizadamente  con  la  moda  euro
americana;  y  hasta  de  los  yanquis  se  aprendió  a  odiarse  y  despreciarse
unos con otros por cuestiones de conceptos, dogmas, doctrinas y letreros
religiosos diferentes.
Ahora han  ido más  lejos, cuando  llegas a Ecuador, Colombia o Venezuela
encuentras  a  trinitarios  peleando  contra  sí  mismos,  y  a  unitarios
peleándose  y  mordiéndose  como  perros,  unos  a  otros.  ¿Luchas
doctrinarias...?  No,  mucho  más  bajo  todavía:  luchas  por  la  imagen  de
grandeza  y  de  patrimonio  eclesiástico:  cada  uno  reclama  ser  la  iglesia
verdadera,  la  más  grande,  la  más  próspera,  la  que  tiene  más...  gente.
Como si las personas, el ser humano fuese un accesorio, un objeto que se
cuenta, que se enumera y que se exhibe como pertenencia del inventario
de las cosas que elevan el status de la iglesia.
Los protestantes occidentales, muy desorientadamente  en un  verdadero
rasgo  sincretista,  se  apoyan  muchísimo  en  las  exclusivas  promesas  del
pueblo  de  Israel,  para  engañarse  ellos mismos  en  sus  afanes  de  status
oficialista,  hasta  se  roban  las  palabras  del  profeta  para  justificar  sus
"conquistas cristianas": "Yo te pondré por cabeza y no por cola". Dt. 28:13.
¿?¿?¿?
El sincretismo de la iglesia gentil protestante, con las prácticas, profecías y
promesas hechas y dadas en exclusividad al pueblo judío, es ya un hecho y
una  práctica  consolidada.  Hasta  el  extremo  de  enseñar  que  los  144 mil
judíos  del  Apocalipsis,  son  personas  que  pertenecen  a  la  iglesia  gentil.
Atropellando el Rapto en el medio del discurso judaizante, pasando por la
defensa  de  la  práctica  sabática,  que  es  el  eje  del  discurso  adventista  y
apropiándose  de  la  cuestión  prosperidad,  basada  exclusivamente  en  las
promesas de  tesoros y  riquezas materiales prometidas por  Jehová Dios a su pueblo hebreo, en contraste absoluto e  irreconciliable con el discurso
de tesoros y riquezas del cielo que Jesús prometió a los suyos, a la iglesia
gentil,  a  la  iglesia  de  la  Gracia,  corroborado  por  todos  los  apóstoles,
Santiago  el  más  radical  de  ellos  frente  al  tema  en  cuestión,  en  cuya
epístola  con  gozo  y  vehemencia  proclama:  "¡Ea,  ahora  ricos,  aullad,
porque  vuestras  riquezas  están  podridas...!"  Stgo.  5.  Y,  rematando  en  las
cosas más  costumbristas y propias del pueblo  judío,  como  la prohibición
de  comer  cerdo,  censura  dogmática  que  se  aplica  hasta  en  las  más
modestas iglesias campesinas pentecostales del sur del mundo.
Ahora,  digo  que  si  no  hubiese  sido  porque  la  cultura  judía  fue
europeizada,  hubiésemos  sido  obligados  a  vestirnos  y  a  parecernos
físicamente  a  ellos,  los  judíos,  con  todo  y  pelo  largo,  y  barba;  para  ser
autenticados  como  cristianos  conversos  y  genuinos.  Así  como  Pedro,
Jacobo  y otros  reclamaban  la  circuncisión  como elemento probatorio de
cristianismo a los gentiles de la primera edad de la iglesia, sin ir más lejos.
Y aun teniendo en cuenta, que al menos, el tema de la circuncisión era un
elemento  legítimo  y  no  un  dogma  aprobado  por  consenso  entre  el
sacerdocio  judío, aun así,  instalada  la Gracia, se había convertido en algo
que no era útil como condicionante para convalidar al cristiano como tal y
hasta  había  tomado  un  peligroso  perfil  de  objeto  de  trampa  para  el
creyente de  la  iglesia primitiva. Porque  según Pablo,  en  la  Epístola  a  los
Gálatas,  capitulo  cinco  y  versículo  cuatro,  todo  aquél  que  adscribiera  a
algún precepto de la ley mosaica quedaba desligado de Cristo, cosa grave.
Y en un  capítulo anterior de  la misma epístola, el  capítulo dos, versículo
catorce, Pablo encara a Pedro y le enrostra su conducta inapropiada para
el  cristianismo  naciente  y  aun  le  reprueba  su  intención  de  judaizar,  que
viene  a  ser  lo  mismo  que  transculturizar  y  que  es  lo  que  se  aplica
realmente  en  el  protestantismo.  Y  también  exactamente  lo mismo  que
practicó la iglesia católica en la invasión del continente nuestro.
El  sello  de  la  Iglesia  Católica  en  el  comportamiento  jerárquico  y
eclesiástico de  la  iglesia protestante  es  innegable.  Tenemos  la  influencia
principal:  esa  inexplicable  doctrina  de  la  trinidad  de  Dios,  que  apunta
directamente  a  minimizar  la  Deidad  del  Señor  Jesucristo,  relegándolo
directamente  al  segundo  escalafón  de  ese  misterio  tan  "misterioso"  e
insoluble de  la trinidad con tres personas distintas y un solo Dios. El solo
versículo 2 de Colosenses  capítulo 1, que dice:  "Él es  la  imagen del Dios
Invisible...",  hace  rodar  estrepitosamente  las  tres  cabezas,  de  las  tres
personas  distintas,  para  dejarlas  reducidas  a  una  sola:  un  solo  Dios
invisible  manifestado  en  la  imagen  corporal  de  Cristo:  porque  no
aparecieron tres cristos simultáneos. "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre".  Palabras  de  Jesús  que  no  han  tenido  buen  destino  en  las
organizaciones protestantes trinitarias, porque las explicitan, las discuten,
las reinterpretan, cuando no solo quiso decir lo que dijo literalmente, sino,
lo que agrava el hecho de  la discusión trinitaria es que es a Jesús a quién
están  queriendo  re  interpretar,  o  sea,  sí,  pero  no  es  eso  lo  que  quiso
decir...Y  Jesús  es  la  Deidad,  ni  más  ni  menos,  y  ante  cualquiera  de  su
palabras,  debiéramos  callar  reverentemente,  acatar  y  no  replicar,  si
tuviéremos Su Espíritu, claro.
Luego, tenemos el aparato jerárquico, organizado con el mismo concepto
de autoridad que se manejan las autoridades eclesiásticas del catolicismo,
exceptuando  la ausencia del papado. Aunque en realidad,  los evangélicos
no extrañan para nada  la figura papal, porque  la  imagen del pastor es un
verdadero muy más rígido papa que el mismo Papa, y no  le conviene, ¡ni
loco...! otro mayor o igual que él en competencia.
Ni  decir  del  tema  de  la  privacidad  y  la  intimidad  de  los  individuos  al
interior  del  protestantismo,  porque  hay  demasiadas  iglesias  evangélicas,
incluyendo  el  debutante  aparato  de  los  tabernáculos  branham,  que
arrebatan  este  derecho  natural  de  los  individuos  que  caen  en  sus,
digamos,  dominios.  Hasta  la  incoherencia,  como  esa  práctica  de  hacer
formar  en  una  larga  fila  -según  la  cantidad  de  congregantes-,  a  los
militantes  que  quieran  participar  de  la  Santa  Cena,  obligándolos  a
confesarse  delante  de  su  pastor  antes  del  sacramento  indicado,  que  se
convierte en maldita cena ante esta práctica de confesión dogmática a  la
que  son  sometidos  los  despistados  creyentes.  Porque  esa  es
indiscutiblemente una práctica babilónica que adoptó la iglesia católica en
sus  inicios  constantinistas  y  que  la  organización  protestante  adopta
alegremente a su repertorio de martirizar, humillar, someter, manipular a
sus  desgraciados  prosélitos,  con  el  fin  de  sujetarlos  y  dominarlos  a
voluntad. Porque esto de confesarse  llega a  lo más canallesco y cruel en
algunos  sectores protestantes,  caso  tabernáculos branham, por ejemplo,
porque  esa  misma  confesión  hecha  en  la  más  absoluta  candidez  e
ignorancia  es  usada por  estos ministros de  satanás  para  amenazar  a  los
creyentes  "rebeldes  y  disidentes"  y,  para  desacreditarlos  públicamente 
con esa "preciosa" información de primera mano, no solo al interior de sus
iglesias,  sino  alcanzando  también  a  todas  las  que  incluyen  su  círculo
corporativo, y las asociadas, de modo que  la persona sea vista como algo
execrable y maldito, indigno de caminar en medio de ninguna de las otras
"santas casas de Dios y Puertas del Cielo" organizadas,  ¡nunca más en su
vida...! Iglesias pentecostales trinitarias en Chile, obligan a la congregación
a un acto de reconciliación pública a todos los que estaban peleados entre sí antes de tomar la Santa Cena, si no, no son dignos. Obvio que no lo son,
pero  eso  debe  determinarlo  el  individuo  en  un  gesto  de  honestidad
personal,  no  debe  ser  inducido  a...  Así  lo  determina  Pablo  cuando  se
refiere  al  respecto:  "Por  tanto,  pruébese  cada  uno  a  sí mismo..."  1  Cor.
11:28.  Pero, como la iglesia evangélica salió del seno de la iglesia católica,
mantiene  aun  aquellos  ripios  y  areniscas  que  mezclan  su  pretendida
pureza y diferencia con la iglesia madre.
Este sincretismo protestante también incluye modalidades estatales en su
listado de condicionantes para acceder a  la “perfección y  la santidad” de
sus  individuos. Cuando de conseguir ministerios se  trata y si el candidato
elige esa opción materialista de preparación teológica y “siente” que debe
integrarse a algún  seminario, primero debe exhibir el  cartón de  su  título
de la Enseñanza Media, o Secundaria, por lo menos. Porque nadie que no
haya  cursado  la  educación  oficial  del  sistema,  accede  a  un  seminario.
Claro, porque los “ungidos” ministeriales de Dios no son ningunos porros y
bajo  ningún  punto  de  vista  pueden  aparecer  públicamente  con  algún
ministerio si ni siquiera saben cuánto son dos más dos. Porque queda mal,
eso  no  ayuda  en  nada  a  la  imagen  aristocrática  de  la  “iglesia”.  Como  si
Dios  fuese  el  inspirador  del  sistema  educacional  que  estableció  el  ente
colonizador. Inclusive, desplazándose a Sí mismo como Padre y Creador de
todos  los  hombres  y  en  su  lugar  hubiese  decidido  instalar  al  chimpancé
evolutivo.  Pero  así  son  las  cosas,  un  modelo  educativo  filosófico,
materialista  y  blasfemo,  aun  pagano,  por  cuanto  son  programas
educacionales fiscalizados y hasta patrocinados por  las políticas religiosas
del Vaticano. Eso, en cuanto a  la carrera “profesional” de un aspirante al
ministerio.  Porque  si  alguien  desea  casarse,  también  debe  presentar  en
primer  lugar  su  documento  de  que  se  ha  casado  legalmente  por  el  civil
antes de “pretender” casarse bajo  los auspicios de Dios. Porque, claro, es
más poderoso, genuino y legal casarse por las leyes de un estado pagano y
ateo, y predicador de la paternidad del mono,   que unirse en matrimonio
bajo la sola y exclusiva bienaventuranza de Dios. La explicación es clara: la
iglesia protestante no  solo  sometió a  sus  individuos a  la  fiscalización del
estado, también arrodilló a Dios ante el Sistema. Lo que no  logró satanás
en el desierto con Jesús: “¡Todo esto daré si postrado me adorares”! Mateo
4:9. Le ofertó de plano mostrándole todos los reinos de este mundo. Bien,
la iglesia tomó lo que Jesús rechazó invocando la Palabra de Dios. Hoy en
día cualquiera que  logre casarse primeramente por  la supuesta  iglesia de
Dios, es mirado como fornicario o adúltero hasta el día que decida acudir
al civil con su pareja. Y no le ocurre esto por los comentarios y los ojos de
la gente natural de este mundo, eso  le  sucede al  interior de ese edificio apodado  Casa  de  Dios  y  Puerta  del  Cielo,  en  medio  de  todos  aquellos
circunspectos  y  muy  santos  personajes  dogmáticos  que  se  llaman  sus
“hermanos”. Hermanados por un Dios relegado a posiciones de autoridad
secundaria bajo la supremacía del estado.
En el resumen total,  la  jerarquía evangélica ha resultado ser una mejor y
hasta "restaurada" versión nicolaíta de administración. El creyente común
es gobernado con la más recalcitrante de las tiranías religiosas que se han
practicado  jamás  en  esta  blasfema  expresión  de  cristianismo  oficial
organizado.
La  iglesia  denominacional,  organizada,  ha  sido  elevada  al  status  de
institución oficial del cristianismo. Esto significa, en otras palabras, que  la
iglesia  es  la  madre  de  los  creyentes  y  ministerios.  No  se  concibe  el
nacimiento de un creyente fuera de sus puertas: todos lo demás creyentes
al  margen  de  ella  son  calificados  de  falsos  creyentes,  desordenados  y
mentirosos, porque Dios "atiende" oficialmente en y a través de la iglesia
organizada.  Y  así  como  lo  imponen,  nos  queda  claro  que  la  iglesia
protestante es un mero y rígido calco del concepto  iglesia que acordaron
establecer  Constantino  y  sus  secuaces  anticristos  en  el  siglo  III.  Y,  así  se
enseña, a rajatabla, por todo el continente. Y así es que se erigen nuevas y
más grandes, y lujosas iglesias protestantes, que aunque hijas -y muy más
prostitutas y malulas-, de  la  iglesia católica, continúan disputándole seres
humanos  a  la madre  vaticana,  sacándolos  de  una  iglesia  con  figuras  de
yeso  y  un  cristo  doliente  crucificado,  para  meterlos  en  una  iglesia  sin
santos ni vírgenes, pero bajo  la misma condición de engaño y perversión
religiosa:  el  ser  humano  es  convertido  en  esclavo  aterrorizado  de  las
creencias falaces de madre e hija.
A  ambas  les  ha  ido  bien  con  el modelito  arquitectónico  heredado  de  la
madre de todas las religiones: la gran Babilonia de los jardines colgantes y
la famosísima Torre de Babel. Aunque la madre romana se ha enriquecido
tanto, que en cuanto las economías mundiales lo precisen, ella esta pronta
a  cubrir  cualquier  desastre  financiero  en  el  globo;  aun  así,  la  hija
protestante no  lo hace tan mal al respecto, pues tenemos organizaciones
como Visión Mundial, que ya ha debutado sosteniendo algunas economías
en los países centroamericanos. Y, aunque ya es redundar en la materia, lo
mismo puedo mencionar  la pujante   y efervescente marcha en pro de  las
riquezas de este mundo que protagonizan  las rameritas de  la teología de
la Prosperidad,  también  les ha  ido muuyyy bieeenn...Por  lo expuesto, es
claro que ellas tienen que defender y acudir cuántas veces se requiera al
sincretismo, pues para ellas, en su concepto materialista del reino de Dios,
les significa un más que excelente pasar en el valle de este mundo. Y digo "en"  el  valle,  porque  no  da  la  impresión  que  "pasan"  por  este  valle,
porque así como  se ven agarrando dinero y posesiones a dos manos, no
sé,  uno  piensa  que  se  quieren  quedar  eternamente  aquí  gozando  sus
"bendiciones de prosperidad". 
Chamanismo pentecostal.
Según un antropólogo norteamericano  llamado David Stoll,  los shamanes
latinoamericanos se  identificaron mucho con  la algarabía espiritual de  los
pentecostales,  porque  en  las  sesiones  místicas  de  ellos  ocurrían  las
mismas  efervescencias  carismáticas.  Incluso,  muchos  ritos  de  sanación
pentecostal eran idénticos a las sesiones de sanación shamánicas. Y, como
los  shamanes  ejercían  toda  la  influencia  y  todo  el  poder  sobre  jefes  y
componentes  de  la  tribu,  la  orden  fue  congregarse  con  los  hermanos
evangelistas  blancos.  Pero,  como  los  "hermanos  blancos"  no  venían
precisamente  a  evangelizar:  no  evangelizaron.  Y  en  el  choque  cultural
salieron  perdiendo,  tal  como  la  iglesia  católica  en México:  los  mexicas
compraron  el  cuento  de  la  virgen  católica,  pero  velada  en  la  virgen  de
Guadalupe,  los  mejicanos  adoraban  a  su  diosa  azteca,  Tonantzin,  que 
designaba a la gran diosa Madre-Tierra: Coatlicue o Cihuacóatl. Esta diosa
autóctona era venerada en un santuario ubicado en Tepayac, al norte de
ciudad de México.   Así mismo  les ocurrió a  los pentecostales por el  lado
místico y carismático: fueron penetrados por la cultura shamánica en todo
el continente. Fuesen organizaciones trinitarias o lo fuesen unitarias, daba
lo mismo. Y eso, hasta hoy.
Lo mismo  ocurrió  bajo  el  choque  cultural  contra  las  religiones  del  afro
insertado en  la  región por consejo de  fray Bartolomé de  las Casas, quien
después  se  arrepintiera de  tamaño  error.  La mística de  los orishas  afros
fue  arrebatadora  e  incontenible,  a  partir  de  ello,  según  Enrique  Vilora
Vera,   “se produce un sincretismo de analogías y semejanzas entre dioses
de  distinto  cuño  y  proveniencia  que  luego  tendrán  una  misma  y  única
significación  Como  expresión  de  este  sincretismo  se  produce  una
asimilación  entre  vírgenes  y  santos,  dioses  y  provenientes  de  uno  y  otro
lado  del  mundo:  de  la  España  católica  y  del  África  pagana.  En  Cuba:
Yemayá,  es  la  Virgen  de  regla,  patrona  de  la  ciudad  de  La  Habana;
Changó, Santa Bárbara; Ochún, la Virgen de la Caridad del Cobre; Obatalá,
la Virgen de las Mercedes”. 
En Ecuador, creo que a principios del 2007, acompañaba a mi hijo mayor a
buscar algún medicamento para un extraño mal que le aquejaba en ambas
piernas,  desde  sobre  los  tobillos  hacia  arriba.  Le  había  aparecido  una
franja  roja que  le ardía y  le dolía  tanto que no podía apoyar bien ambos
pies  para  caminar.  Sucedió  que  nos  encontramos  con  un  joven  pastor colombiano, de la iglesia del Nombre, pues es así como se denominan las
iglesias unitarias. Cuando le contamos a éste el problema físico de mi hijo,
nos explicó que debíamos buscar un sapo y pasarlo de panza, varias veces
por sobre las zonas afectadas, el vientre del sapo absorbía el mal y moría a
los  tres  días  del  procedimiento.  Si  aun  no  curaba  la  herida,  había  que
repetir  la  "curación"  con otro. Me  sonreí ampliamente  y  le dije:  "  ¡Pero,
eso  es  chamanismo,  mi  hermano!  ¿Qué  hacemos  con  el  Nombre  de
Jesucristo?"
Se  enojó  hasta  enrojecer,  como  si  yo  le  hubiese  dicho  una muy  grande
ofensa. Perdió  la  compostura  y alzando  la  voz me  replicó que  yo era un
gran  ignorante,  que  él  tenía  un  tío  en  Colombia  que  había  sufrido  lo
mismo y ni las oraciones ni ungimientos le sirvieron de nada, hasta que se
le  practicó  la  curación  del  sapo.  "Si  fuera  por  eso,  contesté,  en  lugar  de
ejecutar  a  Cristo  en  la  cruz,  hubieran  crucificado  a  un  sapo..."  Mi
contestación terminó de enojarlo y acusándome de engreído, se alejó de
nosotros renegando.
Los pastores de la denominada Iglesia del Nombre, siempre han creído ser
superiores a los pastores de las iglesias trinitarias, pero en este continente
ninguno  de  los  dos  supera  la  influencia  shamánica  de  las  culturas
originarias. Muchísimos de ellos y de sus congregantes acuden al brujo del
vecindario, para "quebrar el mal del empacho" y el "mal del ojo" en niños
y bebés, con la misma naturalidad que piden: "Ore por mí", en sus propias
reuniones.
En  1975, mientras  fundaba  una modesta  iglesita  en  los  alrededores  de
Curacaví, vino a visitarme el Ayudante del Pastor. En esos días, alguien de
la  congregación  que  yo  dirigía,  nos  pidió  que  fuésemos  a  bendecir  su
hogar,  con  las  oraciones  respectivas.  Mi  amigo,  en  su  condición  de
Ayudante de Pastor, encabezó el tema. Y, para mi sorpresa, organizó una
especie de rito. Me dio instrucciones del cómo íbamos a orar: entraríamos
a  cada  cuarto  de  la  casa  y  nos  repartiríamos  a  orar  en  cada  una  de  las
cuatros esquinas de cada habitación, poniendo nuestras manos sobre  las
paredes, "ungiéndolas". Les prometo que yo me sonreí cuando mi amigo
me daba  las  "instrucciones", pero, a pesar de mi, digamos,  reticencia,  le
ayudé  voluntariosamente. Cuando  terminamos al  interior de  la  vivienda,
salimos al patio y allí él me ordenó que hiciésemos lo mismo: uno en cada
esquina "ungiendo" y "reprendiéndolo" todo. Eso ya me pareció el colmo
y me negué a seguir adelante con el ritual "santificador". “¡Basta ya para
mí, no sigo con esto!" Le anuncié y me volví al lugar donde nos reuníamos.
Lo mismo presencié en el 2002, en  casa de una  familia que milita en un
famosísimo  tabernáculo  branham,  en  Santiago  de  Chile,  en  el  barrio Carrascal. Atendí allí a Daniel, quién venía saliendo de su tercer intento de
suicidio. Su pastor: ni  luces, ningún  interés por el muchacho, que era  su
tecladista,  y  uno  de  los  mejores  músicos  en  su  especialidad.  Pero,  se
enteró del drama un pastor pentecostal de unas cuantas casas más allá del
domicilio de esta familia y una mañana se vino a ofrecer su ministración.
La  familia aceptó  la oferta del pastor, un hombre barbudo. Este hombre
anunció que Daniel sufría esas tentaciones de quitarse la vida porque esa
casa estaba  llena de demonios  y él  venía a exorcizarla en el nombre del
Señor.  Los  padres  de  Daniel  aprobaron  y  cuando  el  pastor  les  pidió  le
ayudasen,  dijeron  que  sí  y  todos  se  pusieron manos  a  la  obra.  Yo, me
limité a observar, acompañado por mi hijo menor. El ministro de la barba
espesa y fecunda los paseó a todos tras de sí por todas las habitaciones de
la  casa  y  orando  y  reprendiendo  demonios  en  cada  esquina,  como  mi
amigo del campo de Curacaví en  los 70'. Cuando  regresaron al comedor,
donde estaba junto a mi hijo, el pastor me quedó mirando fijamente y me
preguntó  si  yo  creía,  respondí  afirmativamente  con  un  movimiento  de
cabeza, no  le  iba a decir que yo creía que efectivamente era una práctica
chamánica,  se hubiese armado un altercado, así que dejé que  fuese  feliz
en su labor religiosa. Pero, también, para que mi hijo menor, hasta hoy un
empedernido  observante  de  los  tabernáculos  branham,  se  diese  cuenta
cabal  que  branhams  y  pentecostales  son  la  misma  cosa.  De  pronto,  el
ministro  barbudo  dijo  haber  visto  a  un  demonio meterse  en  la  guitarra
que  descansaba  sobre  un  sillón,  a  la  entrada  de  la  puerta  principal  y  se
abalanzaron  todos  detrás  de  él  a  reprender  el  demonio  oculto  en  el
instrumento,  hasta  que  el  ungidor  ministerial  vio  huir  al  demonio.
Terminaron en un cuartito que oficiaba de oficina del dueño de casa y san
se acabó. 
Al  pasar  de  los  años,  en  la  década  de  los  90's,  conocía  un  profesor  de
Teatro y expositor del arte poético y  la cultura de  la etnia Colla, como se
identifican  los originarios quechuas del norte argentino. El era de Tilcara.
Hicimos  una  hermosa  y  fluida  amistad  en  mi  bien  amada  ciudad  de
Córdoba. Coincidimos allí en una radio F.M. comunitaria; conducíamos los
dos  nuestros  respectivos  programas  latinoamericanistas.  De  él  aprendí
muchísimo  respecto  de  las  culturas  étnicas,    tanto  argentinas  como  del
resto del continente: cocina Colla, vestimenta, música, costumbres, etc. Y,
por supuesto, también algo de su cultura religiosa. Y una de esas prácticas
religiosas es exactamente igual al ritual que practicó mi amigo en esa casa
campesina de la zona de Curacaví (que en lenguaje mapuche quiere decir:
Agua de Piedra),  y  la práctica que  ejecutó  en  casa de Daniel  el barbudo
pastor  pentecostal.  Cuando  los  collas  quechuas  purifican  una  vivienda, aparte  de  vestir  su  propia  indumentaria  original  y  de  maquillarse  a  la
usanza nativa, el hombre o shamán que oficia  la práctica, toma un arco y
una flecha y mantiene el arco tensado, como si fuese a disparar  la flecha
hacia  el  objetivo  deseado;  y,  con  esta  actitud,  se  va  ubicando  en  cada
esquina de  la casa, amenazante y balbuceando sus conjuros ritualistas en
su  lengua originaria  contra  cada  rincón.  ¿Qué del accionar de mi amado
amigo  protestante  en  la  zona  central  de  Chile,  en  territorios  antaño
mapuches?   Y, ¿qué del accionar ministerial del pastor de barba profusa
en  casa  de  Daniel?  Sincretismo  puro.  Encima,  si  observamos  la
procedencia  de  mi  amigo  chileno,  entenderemos  un  poco  su  accionar
shamanista-pentecostal: él nació muy cerca de un villorrio llamado Pueblo
Indio y se crió allí, viviendo en pleno campo, hasta mucho después de su
matrimonio.  El  lugar  donde  está  ubicado  el  villorrio  se  llama  Orrego
Arriba;  y Orrego  había  sido  el  cacique  de  la  etnia  de  ese  paraje  de  la  V
Región  chilena.  Las  prácticas  indias  invadieron  con  éxito  a  quiénes  los
invadían  con  el  cuento  falseado de  la  "cristianización":  Invasor  invadido,
algo  así.  Lo mismo  Santiago  de  Chile,  aun  hay  allí  una  fuerte  presencia
mapuche.
Las  mismas  prácticas  de  carácter  shamánico  presencié  en  Santiago  de
Chile, en una  iglesia trinitaria de una población  llamada Cerro Navia. Allí,
en  medio  de  esas  apoteósicas  trifulcas  pentecostales  que  te  dejan
erizados todos los pelos del espinazo, acostaban a los enfermos en el piso
y comenzaban a "operarlo", haciendo toda la mímica de los galenos en el
quirófano:  anestesiando,  cortando,  abriendo  y  extrayendo
aparatosamente  lo malo,  el mal.  Para  eso,  quién  oficiaba  de  "doctor  en
jefe"  se  rodeaba de ayudantes que obedecían mímicamente  a  todas  sus
órdenes  y  pedidos.  Al  rato,  terminada  la  "operación",  se  erguía
dificultosamente el paciente, que, incluso, al parecer, se había mantenido
"dormido" por efectos del "sedante" durante toda la operación médica o...
"meica";  y manifestaba  estar  sano,  aunque  dolido  del  sector  del  cuerpo
que había sido "intervenido"; y, aun sintiendo los efectos de la "anestesia
de  Dios". Ni  qué  decir  del  estallido  de  algarabía mística  que  remecía  la
iglesia entonces.
También  Santiago  fue  zona  de mapuches;  y,  a  sus  recientes  doscientos
años  y  algo de  independencia, no  se puede decir que  la  influencia de  la
cultura  originaria  ha  desaparecido.  Aun  Santiago,  como  toda  capital
latinoamericana,  está  poblado  de  un  alto  número  de  mapuches,  sus
aborígenes correspondientes. De  la misma manera que  los pentecostales
trinitarios  desarrollan  estos  actos  de  sanaciones,  así  también  brujos,
meicas y  shamanes  "operan" a  sus pacientes en el día de  la  fecha. Hace unos  cuantos  años  atrás,  incluso,  en  la  década  de  los  80',  evangélicos
mapuches  sacrificaron  un  bebé  en  un  ritual  al  interior  de  su  iglesia
pentecostal,  lo  que  causó  estupor  e  indignación  por  todo  Chile.  Y  aun,
brujos  de  las  clases  blancas  lo  cultivan  al  chamanismo  y  practican,
inclusive.  Y  practicantes  de  religiones  más  "cultas"  que  la  de  los
evangélicos locales, en su expresión urbana, suburbana o rural. Lo que nos
dice  que  la  cultura mapuche,  jamás  sometida  en  300  años  de  dominio
español y 100 años de dominio incario pre hispánico, no ha sido hasta hoy
sometida; sino que, pese a que se hiera  la  inefable susceptibilidad de  los
chilenos, que reclaman orgullosamente ser  los "ingleses del sur" (por eso
traicionaron  a  la  Argentina  en  su  guerra  con  Inglaterra  por  las  Islas
Malvinas,  que  son,  sí  o  sí,  argentinas),  las  etnias  originarias mantienen
invadida  ampliamente  la  cultura  "cristianizadora"  euro  americana  que
pervierte al cristianismo original al sur del mundo. 
En Venezuela, hay una denominación pastoreada por personas de directa
ascendencia  indígena;  y,  cada  predicador  que  les  visita  recibe  una muy
buena ofrenda  y  le  son presentadas  todas  las  jóvenes de  la  iglesia: para
que elija una para su placer. Ustedes dirán: "¡Ah, bueno, eso es porque en
esos  lugares  los  pobres  todavía  son  indios  incivilizados...!"  Empero,  sin
embargo,  no  obstante...  no  solo  ellos  son  indios  todavía:  nada  nos  ha
quitado a nosotros el ascendiente  indígena propio, por una parte; y, por
otro lado, sí, será porque son pobres, de lugares pobres, pero los de nivel
medio y los de clase alta, aunque mezclados con indios y negros, practican
esa otra suerte de sincretismo que aprendieron de  los misioneros primer
mundistas:  esa  mezcla  de  cuestiones  socio  culturales  euro  americanas,
con catolicismo,  judaísmo, filosofía, sicología, economía, política y alguito
de la Biblia, ¡para que parezca cristianismo...!
Nada  más  gráfico,  para  enseñar  una  muestra  de  sincretismo  euro
americano en las doctrinas y costumbres protestantes, que el ejemplo o la
historia que cuenta, como su gran  testimonio personal,  la esposa de una
pastor de Santo Domingo de Los Tsáchilas, en Ecuador, cada vez que hay
una  vigilia.  Su  esposo  no  pierde  ocasión  de  darle  una  oportunidad  para
que ella  cuente  su  "testimonio", porque aparte, ese es un mandato que
ella  recibió  de  "Dios",  después  de  sufrir  la  experiencia  que  reparte  de
vigilia en vigilia.
Ella dice que  fue  "transportada" y que vio  la Gloria,  con ángeles y Cristo
incluidos,  pero  que  también  fue  a  los  infiernos;  y  allí,  satanás  y  los
demonios  torturaban  gente  que  llegaba  a  dar  calambre:  todos  esos
pecadores mortales eran martirizados maléficamente por el diablo  y  sus
demonios, de  las  formas más  crueles. El  relato es  largo, pero el discurso final  de  la  dama  es  que  a  todos  los  que  no  obedecen  al  Señor,  se  los
llevará el diablo al  infierno. Doctrina común en una muy amplia gama de
iglesias  evangélicas,  trinitarias  o,  como  en  este  caso,  del  Nombre.  Lo
curioso  es  que  no  tiene  asidero  bíblico:  satanás  no  solo  no  reina  en  el
infierno con sus demonios, como  la contra parte del Reino de Dios en  los
cielos  con  sus  ángeles,  sino,  que  no  quiere  por  nada  del mundo  irse  al
infierno. Mucho menos  entonces,  gastará  tiempo  recolectando malucos
para  atormentarlos  en  los  fuegos  nunca  extinguibles  de  su  supuesto  e
imaginario  reino.  Esa  historia  que  enseña  que  el  diablo  es  el  amo  del
infierno  nace  de  un  poema  de  John  Milton,  poeta  inglés,  en  su  obra
titulada Paraíso Perdido;  y  luego,  se  va enriqueciendo  con el  tema de  la
Divina Comedia, del Dante Alighieri, que en su Divina Comedia, cruza  los
infiernos, el purgatorio hasta el paraíso acompañado del poeta Virgilio; y,
concluye en exagerada cosmovisión y apología del reinado de satanás en
el infierno por todos los condimentos que le agregan la sabiduría popular,
la ignorancia y hasta la picardía de la imaginería popular.
Cuando  ocurrió  que  la  dama  contó  esta  visión  dantesca  (de  Dante
Alighieri),  del  reino  de  don  sata  y  sus  dinámicos  secuaces,  después,  le
expliqué  a  la  congregación  esto  mismo,  que  esa  visión  tenía  todos  los
ingredientes de  las culturas  literarias del primer mundo y absolutamente
nada de  la Biblia, ni  les  cuento  la  carita que puso  la pobre hermana y  la
que puso su esposo: hasta el día de la fecha me...odian. Je, je, bueno, algo
así.
Al  final,  si  la  iglesia  madre  romana  nació  infectada  de  toda  clase  de
alimañas,  aves  inmundas,  víboras,  chacales  y  toda  bestia  aborrecible,
según  denuncia  la  Biblia.  A  estas  alturas  de  la  edad  ya  es
indiscutiblemente  notorio  que  la  iglesia  protestante  sufre  de  la  misma
zoología  tenebrosa. Probablemente esta animalidad mística es  lo que ha
impulsado a los protestantes organizados a atropellar a tanto ser humano
y a excluir a Dios de sus complejos edilicios anatemas, contra humanos y
apóstatas.  No  se  explica  de  otra manera.  Aunque  aun,  teología  de  por
medio, podemos explicar que es satanás quien hace uso de animales para
manifestarse. Mala cosa.

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