XI
LOS SALMISTAS PROTESTANTES
Los salmos revelan la verdad, no de una manera abstracta, sino en términos de la
experiencia humana. La verdad que así se entrega es entretejida en emociones, los
deseos y los sufrimientos del pueblo de Dios por medio de las circunstancias a través de
las cuáles ellos tienen que pasar. C.I. Scofield.
“El autor J. Lee Grady se mofa de la música Cristiana tradicional como de "endecha" o
"inmaculada" y como de algo solo para "abuelas". Él continúa y hace el pretensioso
reclamo de que la música de adoración en el Cielo será caracterizada por "una docena
de órganos Hammond-B3 y una procesión de bailarines de hip-hop [rap] [N.T.: hip hop,
saltito de cadera]". No contento con esta descarada pretensión, Grady nos dice que
Jesucristo "ama todas las músicas, aún la más hedionda" y que Jesucristo se goza
danzando con los ángeles y "poniéndose a tono con el sonido de R & B [rhythm y blues]
Cristianos que es emitido de una caja de altoparlante" (Way of Life)
La historia de los músicos “cristianos” protestantes, no tiene nada que
envidiarle a la historia de los músicos y artistas de lo que denominamos el
mundo. Cantan lo mismo, con los mismos intereses, y hasta bailan y
“vacilan” lo mismo. Más o menos, puedo comprender al músico
protestante, porque tengo amados músicos creyentes, de muy sincera fe,
pero que no discriminan en cuanto a música porque consideran que toda
música, profana o divina, es un don de Dios. Pero olvidan que la simiente
de Caín era también pródiga y prolífica en músicos y artistas, y creadores
de tendencias y estilos, manufactureros de sus propios instrumentos, y
que pese a todo, no son ni serán una raza con gracia de salvación: su
creatividad musical y sus canciones no lograron ni lograrán conseguirles
un lugar junto a Dios en su Reino. Y eso, no porque sea una maldición de
uno mismo, sino, porque Dios estableció que así fuera.
Sin embargo, decía, comprendo un poco a ellos, y porque yo también
pensé como ellos en mis días jóvenes, cuando hacía mis tímidas y primeras
apariciones en el seno de las iglesias pentecostales trinitarias y
presbiterianas de la ciudad de Quilpué, en Chile, en el año 1972, con mi guitarra española y mi emergente don de componer canciones, lo que
hago hasta hoy.
Por esos días yo ya estaba convertido en un cantautor y participaba con
éxito en los festivales estudiantiles de la región, con mis propias
creaciones, que en ese tiempo estaban dedicadas a la primera mujercita
que me enamoró en los patios de mi institución escolar secundaria. De
hecho (y hago este recuento personal para testimoniarle que se de lo que
hablo como músico), en uno de los últimos certámenes estudiantiles que
participé llegué a la final con siete canciones mías, repartidas entre varios
intérpretes amigos, y obviamente gané yo con una de mis creaciones, no
había como perder, claro.
Cultivando esos estilos románticos de la época, marcados por italianos y
españoles, fue que me re asomé al mundo evangélico en mi juventud, y
digo así, porque desde niño había sido llevado a cultitos evangélicos, pero
después me fui apartando y poniéndome reacio a seguir asistiendo a su
reuniones, solo por causa de las amistades y del encandilamiento natural
de las cosas de este mundo. Pero reingresé, decía, en todo el esplendor de
mi vena creativa. Y al notar en estilo tradicional de música que se
cultivaba e esas iglesias, cuyos ritmos más, digamos, modernos, pasaban
por el bolero y el valsecito peruanos, y la infaltable música mejicana, claro,
me ocurrió lo mismo que les ocurre a los músicos modernos del
protestantismo y a mis amigos músicos amados, y, de paso, lo mismo que
al hombre que narra en la nota que inserté al comenzar este capítulo: los
encontré anticuados, creí que la música debía ser renovada y como yo
estaba recontra influenciado por los románticos italianos y españoles, y
por todos eso rockeros norteamericanos del country y el blues, empecé a
componer canciones religiosas en esos colores tonales. Eso causó
conmoción naturalmente y fui bien recibido, aunque también fui mirado
sospechosamente como un “mundano”, tanto como admirado. Al mismo
tiempo, estaban entrando a las iglesias evangélicas los músicos rockeros
más radicales, que estaban totalmente influenciados por un rock más
pesado, más rítmico, más furioso. Lo mío llegaba hasta Credence
Clearwater Revival, pero los ejércitos mayoritarios de rock venían de la
influencia de The Who, Hendrix, Stones, Doors (aunque todos ellos
crecieron bajo la influencia de Los Beatles), y toda esa pléyade de músicos
que impactó al mundo entero desde los campos de Woodstock, donde
hasta nos condenaron a la marihuana y al amor libre. Esos músicos
renovadores impresionaban hasta en las calles con su modo de cantar “al
Señor” y así arrastraban a mucha gente joven tras ellos, era lindo y fácil:
solo había que cambiarle la letra al ritmo. Pero, en el cristianismo nunca ha sido el ritmo ni la letra lo que sufre cambios: era y es y seguirá siendo el
individuo. Pero, ellos, muy ufanos, caminaban las calles, parques y plazas,
moviéndose al compás de una alabanza rockera “cristianizada” fascinando
a los espectadores de este “gran avivamiento” musical de “cristianos”
jóvenes.
Por supuesto que lo mío no fue nada comparado con la apoteósica
revolución musical que emprendieron ellos en el seno de las “anticuadas”
iglesias pentecostales del sur del mundo, ellos vencieron
abrumadoramente, a tal punto que hasta yo mismo, como músico y
creador cristiano soy considerado un anticuado y muy retro exponente
musical cristiano. De hecho, me quedé parado en ninguna parte con mi
creación cristiana, aunque no solo por el hecho de mi estilo musical, con el
cual yo mismo he estado en conflicto intentando siempre melodías
cadenciosas y sobrias, que sean bellas en su tranquilidad y produzcan paz.
Me he volcado a ritmos más naturales y originales del continente. Sino
que también, porque, al revés de los músicos modernos que cambiaron el
ritmo de la música protestante, yo elegí cambiar el texto, el mensaje, el
contenido de esa canción, porque creo que el creador de Dios, el trovador
de Dios debe cultivar todos los discursos: debe hacer historia cantando
debe dar testimonio de sí mismo y de otros, debe adorar, debe alabar,
debe adoctrinar cantando, debe denunciar y hasta debe hacer poesía
espiritual cantando y no debe ser tan pobre y plagiador textualmente,
como lo son estos tan planos músicos modernista del último tiempo. Eso
me ha provocado expulsiones y censuras en casi todo el continente
latinoamericano, lo que al final me ha dejado, como dije, parado en
ninguna parte con lo mío, en lo musical y en lo literario. No deja de
parecerme una incongruencia risible: a mí me expulsan por decir críticas,
denuncias, historia o doctrina con palabras directas, con un discurso lírico
bien armado y sobriamente musicalizado, a los músicos rockeros, hip
hoperos, del reggae, y la cumbia y la salsa “cristiana” los adoran, nadie los
censura. Claro, no me desorienta ni me quita el sueño: yo no compongo
para ser famoso, o para hacerme un nombre en la galería de celebridades
de la música comercial evangélica, yo creo que uno, ungido de tal don, es
un creador que alaba directamente a Dios y sirve a su pueblo sin
pretensiones de grandeza, lucro o fama internacional. Yo prefiero ser
conocido de Dios a que me conozca el mundo entero y me desconozca
Dios. De hecho, en muchas lugares protestantes que me he presentado
ocasionalmente, la televisión protestante de Viña del Mar, por ejemplo,
me preguntaban y se preguntaban donde había estado yo escondido tanto tiempo, a lo que yo respondía diciéndoles que en el anonimato, que ese
era mi éxito como músico cristiano, mantenerme anónimo.
Así que, toda esa generación de pastores rescatados del hipismo, la
marihuana, fuertemente inclinados al rock, se apoderaron del espectro
musical de los coros protestantes y esto es lo que tenemos hoy
enajenando a las masas religiosas.
El movimiento de Música Cristiana Contemporánea está predicando
mucho de la misma cosa. Ellos nos dicen que Jesucristo no es separado del
mundo, que Él ama cada clase de música en este maligno mundo, que Él
danza el rock and roll, que Él se place con Su pueblo haciendo hip hop
alrededor en un estadio en el modo de los modernos rappers [N.T.:
danzarines de rap]. El Señor Jesucristo que nosotros vemos en el libro de
Apocalipsis luego de la Resurrección y Ascensión no es un Jesús a tono; Él
es el temiblemente santo Jesús. Juan cayó a Sus pies como muerto. Los 24
ancianos no están danzando alrededor con Jesús ante algún ritmo
excitante de rock, ellos están cayendo ante Él (Apocalipsis 4:10; 5:8). Ellos
no están batiendo tambores; ellos están tocando arpas (Apocalipsis 5:8).
No existe la más leve insinuación de una danza moderna de rock
llevándose a cabo en el Cielo.
(Way of Life)
Los “shows cristianos” actuales producen el mismo frenesí y efervescencia
que experimenta cualquier espectador de conciertos rockeros o
hiphoperos de la actualidad mundana. Si usted se ubica en las puertas de
los establecimientos donde se desarrollan estas “orgías cristianas” y
entrevista a cualquiera de los asistentes al final del espectáculo
preguntándoles qué nuevo aporte edificativo les ha significado para el
crecimiento de su estatura en cuanto a lo espiritual, lo escritural, lo
doctrinario o la revelación cristiana en el programa de los “salmistas”
modernos que oyeron, encogerán sus hombros con una amplia sonrisa
imbecibilizada y responderán que lo único que saben es que han tenido un
gran avivamiento espiritual, de lo más “cool” de los últimos tiempos. “¡Me
gocé mucho con el Señor!” “¡Fue chévere!” Y fuiste. Y todo eso es también
porque los músicos modernos del aparato protestante tampoco tienen
mucho que aportar. Hijos de una generación híbrida e indecisa en lo
relativo a la conversión, e ignorantes y ajenos a la naturaleza de la música
de los hijos e hijas de Dios, y del conocimiento de Dios en pro de la
edificación del creyente genuino, no saben nada, no tienen nada, no ven nada. Solo las influencias que reciben a diario del mundo pagano,
blasfemo y ateo.
Entonces la diferencia es algunas veces sutil... básicamente en la raíz, no
hay diferencia. ... El Cristianismo es sobre rebelión. La única diferencia
[entre el rock y rock Cristiano] es la lírica. Jesucristo era y es aún EL MÁS
GRANDE REBELDE QUE HA CAMINADA A LA FAZ DE LA TIERRA... Él fue
crucificado por su rebelión. EL ROCK ´N´ ROLL ES SOBRE LA MISMA COSA:
REBELIÓN... PARA MÍ EL ROCK Y LA IGLESIA VAN MANO CON MANO"
(Mark Stuart de Audio Adrenaline, Pensacola News Journal, Pensacola,
Florida, Marzo 1, 1998, pp. 1,6E). (Way of Life)
Petra [N.T.: otro conjunto de rock "cristiano"] promueve la blasfema idea
de que Dios es el "Dios del Rock and Roll":
"Dios te dio el rock and roll/ Póngalo en el alma de cada uno/ Si usted ama
el sonido/ Nunca olvide su fuente/ Tu puedes dar vueltas/ Puedes cambiar
el curso/ Tu puedes amar el Rock/ y dejarlo libre en tu alma" ("Dios dio el
Rock and Roll", Petra).
Robert Sweet, del ahora desbandado grupo de rock Cristiano: Stryper,
tenía pintado el siguiente dicho en la parte de atrás de su butaca de
tamborilero: "JESÚS BAILA EL ROCK" [N.T.: o "JESÚS ES EL ROCK" (LA
ROCA), usando un torpe juego de palabras]. (Way of Life
http://www.wayoflife.org)
Todo esto lo copian los acomplejados músicos del protestantismo sudaca,
aun: ves a tipos ya ancianos cadenciándose “espiritualmente” regocijados
con el rock. No hay diferencia alguna, de la misma manera arrolladora e
instantánea en que es influenciado y poseído por el ritmo secular
extranjero un músico natural, sin ningún tipo de experiencia espiritual, así
mismo son arrollados vertiginosamente los músicos y cantantes
supuestamente cristianos que dominan en el aparato protestante. Como
músico, siempre me parece increíble e inexplicable este fenómeno
artístico tanto en lo secular como en lo religioso. No entiendo cómo
músicos tan capaces y que no tienen nada que envidiarles a los músicos
primer mundistas, no puedan crear un ritmo, una tendencia. O, por lo
menos utilizar los ritmos y estilos del lugar de nacimiento, de inserción
cultural, pues exactamente esa es la procedencia de los estilos foráneos,
son naturales expresiones de su culturalidad. Da la sensación de que
viven agazapados esperando una nueva expresión musical extranjera,
pues apenas se produce eso, el nuevo ritmo forastero, de inmediato aparecen músicos y cantantes totalmente influenciados por lo “nuevo”. Lo
nuevo de otros, de otras culturas, de otras latitudes, de otros modos de
vida. Lo que más llama la atención y decae: los adoptan como si fueran
creaciones de ellos, engañados a sí mismos en esa mitomanía colonialista,
posan como orgullosos autores y creadores de lo impuesto por el aparato
publicitario. Me preguntó cómo es posible que los músicos nuestros no
tengan nada de nada para presentar a la universalidad. Se habla de rock
chileno, rock argentino, rock peruano y así cada vez que aparece un ritmo
nuevo, como hoy en día: regaetton chileno, regaetton ecuatoriano, y
jamás se habla de huayno inglés, cumbia francesa, cueca norteamericana,
eso ni siquiera existe como tendencia underground en las grandes o
pequeñas ciudades que nos exportan exitosamente sus expresiones
culturales musicales: una desgracia total e irreversible. Trasladado al
campo “cristiano” protestante, es más frustrante y peor aún: reclaman ser
hijos del Creador y no han creado nada. Todo lo que son los extranjeros,
de inmediato pasan a ser ellos, una ausencia alarmante, grave y oscura de
identidad: Dios no tiene hijos tontitos y volubles, y manipulables e
influenciables así, tan gratis, tan fácilmente, tan bobamente. Como en el
mundo secular se engañan con el cuento de que son creadores del rock
argentino, chileno, venezolano, mejicano, estos pobres infelices, peleles
de los manejos oscuros y anticristos de la organización protestante creen
ser “creadores” del rock “cristiano”, creadores de reggaetón “cristiano”,
creadores de Metálica “cristiana”. Como si el todopoderoso reino de
Jesucristo, el Señor, adoleciese de una expresión musical propia, como si
allí presentase un vacío la creatividad del Creador y fuese necesario
suplirla con las tendencias musicales de inconversos, blasfemos y paganos.
Hay una enfermedad allí, una enfermedad religiosa. Hay un error allí, un
error religioso. Que peca ya, peca de omisión: le ha omitido la identidad a
su militante. Aunque más que un error, raya hace mucho tiempo en la
mala intención, esa intención retorcida y oscura de esta auténtica iglesia
del diablo de ofrecerle este mundo y su gloria al ser humano que busca a
Dios, como satanás lo ofreció sin éxito a Jesús en el desierto.
Messiah Prophet Band va aún más lejos, llamando a Jesús “El Amo del
Metálico [N.T.: rock metálico]”:
“Oyes una resonante guitarra/ Te preguntas lo que somos/ Dices que
somos todos lo mismo/ Nos ves vestidos de negro/ Preparándote a atacar/
Dices esto es una vergüenza/ Pero tú lo sabes/ La fuerza detrás nuestro
muestra/ Nuestro único camino marca a casa/ ESTAMOS ROCKEANDO POR EL ROCK [N.T.: o “LA ROCA”, nuevamente usando el mismo juego de
palabras.] / Y nunca nos detendremos/ Y esto tu ya lo sabes/ Jesús dijo
sobre este Rock mi iglesia se levantará/… ÉL ES EL AMO/ EL AMO DEL
METÁLICO…” (“El Amo del Metálico”, Messiah Prophet Band).
El grupo de rock “Cristiano” Barren Cross dice que Jesucristo es mejor que
marihuana e invita a sus seguidores a fumar en Su amor!
“Da una oportunidad, libertad al fin/ Gratuitamente para ti, toma y recibe/
Mejor que marihuana, Jesús rockanrolea/ Ven y cree/ Encontrarás gozo
vendrá a ti/ Toma esto, bebe esto, no pagues, ven y cree/ Fuma en su
amor: cree/ Fuma en su amor y tú verás el rock: arrollar/ Cree” (Barren
Cross, “Cree”). Way of Life http://www.wayoflife.org
Todo esto reciben y creen a pie juntillas estos músicos, esta triste y
desgraciada generación de músicos que insisten en llamarse cristianos,
respaldados y “ungidos” por el aparato evangélico. Todo esto repiten
“gozosamente” a los espectadores latinoamericanos, como una gran
revelación, como grandes gurúes del avivamiento delirantemente
esperado por las iglesias del protestantismo. No comprenden que el
cristianismo no necesita al dios de la música de este mundo inspirando sus
alabanzas al Creador. No comprenden que Dios no necesita de estos
rockeros tormentosos, depravados, drogadictos, cultores del suicidio,
homosexuales, transexuales, bisexuales para inspirar “alabanzas de gozo y
adoración” a sus trovadores religiosos para que estos a su vez “regocijen”
a “su” pueblo. Es una cuestión terrible y blasfema.
En el año 2001, coincidí con una reunión de músicos en un muy céntrico
hotel de Viña del Mar, frente a la plaza Francisco Vergara. Allí estaban
todos los rockeros evangélicos de los años 70’s. Contemporáneos míos,
con los cuales nunca armonicé. Por esos años, yo subía a los montes a
buscar a Dios y en esas jornadas de búsqueda espiritual compuse
muchísimas veces mis canciones para la gloria del Creador. Hubo
momentos en que suspendía mis travesías por el campo solitario para
sentarme a componer mis himnos a la vera de los caminos campesinos:
ellos esperaban su inspiración de los Estados Unidos de Norteamérica o de
Inglaterra, allí se surtían de melodías y acudían a sus iglesias con un nuevo
avivamiento musical, así que siempre estuvimos en veredas opuestas.
Entre ellos estaba el Nene, este muchacho fue quién compuso el famoso
corito que dice: “¡Hey, me siento feliz!/ si Cristo está mí/ me llena de
amor…” Nos contaba a los presentes, cuando hizo uso de la palabra como
uno de los oradores más sobresalientes y más célebres de ese mitin de viejas estrellas vanguardistas del flamante rock “evangélico”, que esos
días del amor libre y la revolución de las flores y la marihuana, cruzaba él
junto a sus hermanos de la iglesia de Cristo, por las calles de Valparaíso
cantando su rockito célebre, el cual yo también he cantado en muchas
ocasiones, y aun junto a él mismo incluso. Nos comentaba nostálgico y
emocionado que por esos días la gente abría sus ventanas sorprendida de
verlos pasar alabando a Dios públicamente, con sus melenas largas y sus
atuendos desfachatados, cantando un rock moderno con letra cristiana.
Eso para él era un auténtico avivamiento cristiano. Los hacía sentir algo así
como Los Beatles evangélicos, revolucionando totalmente el concepto
musical eclesiástico.
El mismo término “rock & roll”, que es comúnmente abreviado “rock”, se
refiere específicamente a relaciones sexuales ilícitas. La mayoría de los
diccionarios de música e historias de la música rock lo admiten.
Les comparto algunos extractos acerca de lo que se dice del rock en los
círculos rockeros del mundo profesional:
“¡Esto es todo sobre lo que el rock es: el sexo con una bomba de 100
megatones: el ritmo!” (Gene Simmons de el grupo de rock Kiss, entrevista,
Entertainment Tonight, ABC, Diciembre 10, 1987).
“El misterio y la mala conducta son los dos más importantes ingredientes
en el rock and roll” (Bono, citado en Rock Facts, Rock & Roll Hall of Fame
and Museum, p. 12).
“El rock and roll es divertido, está lleno de energía, está lleno de risa. Es
pícaro” (Tina Turner, citada en Rock Facts, Rock & Roll Hall of Fame and
Museum, p. 12).
“El rock and roll apunta a la liberación y trascendente erotización de lo
espiritual y la espiritualización de lo erótico, porque ése es su universal
patrimonio” (Robert Palmer, Rock & Roll una Historia de Rebelión p. 12).
“El hervor del rock fue la cara de Dionisio [N.T.: el dios pagano griego de
los placeres], lleno de febril sexualidad e insensatez; hizo sonrojar las
mejillas de las nuevas amas de casa e hizo que sonrosados muchachos
adolescentes se reinventaran a sí mismos como llameantes criaturas”
(Nick Tosches, Country: Las Retorcidas Raíces del Rock and Roll, p. 58).
“La música rock es sexo y debes golpearlos [a los adolescentes] en la cara
con esto” (Andrew Oldham, manager de los Rolling Stones, Time, Abril 28,
1967, p. 54).
“Cuando Usted está en un cierto marco mental, particularmente
sexualmente orientado, no hay nada mejor que el rock and roll… a causa
de que la mayoría de los que lo ejecutan están allí” (manager de
Aerosmith, USA Today, Diciembre 22, 1983, p. D5).
“La música rock es sexo, el fuerte pulso empareja los ritmos del cuerpo”
(Frank Zappa de la Madre de la Invención, Life, Junio 28, 1968).
Way of Life http://www.wayoflife.org
Y quiero confrontarlo con lo que dice Pablo en su epístola a los más
díscolos creyentes de la historia de la primera edad de la iglesia cristiana.
Recordándoles que también por ese tiempo había tendencias, modas,
íconos, tanto de la música, como del baile, así también de las letras y de la
filosofía, como tendencias de la moda, y tendencias políticas y religiosas,
ante lo cual sucumbían a menudo los corintios, a raíz de ello las epístolas a
estos creyentes de Corinto eran reprensivas, como este fragmento:
“OJALÁ toleraseis un poco mi locura; empero toleradme. Pues que os celo
con celo de Dios; porque os he desposado a un marido, para presentaros
como una virgen pura a Cristo. Mas temo que como la serpiente engañó a
Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna
manera, de la simplicidad que es en Cristo. Porque si el que viene,
predicare otro Jesús que el que hemos predicado, o recibiereis otro espíritu
del que habéis recibido, u otro evangelio del que habéis aceptado, lo
sufrierais bien” 2 Corintios 11:1-4
Hoy, vencedores por abrumadora mayoría mundial como auténticos y
muuyyy cristianos músicos del Señor, nadie osa pararse en las puertas de
las iglesias evangélicas a expulsarlos, ni siquiera a criticarlos como en el
pasado de su ofensiva vanguardista rockera, ni por sus estilos musicales
blasfemos, ni por sus estrafalarias vestimentas acorde con el estilo musical
que implantaron, sus caras pintarrajeadas, sus cabellos recortados o
largos a gusto y gana, y teñidos del color que también impone la
modalidad musical que cultivan: “para ganar jóvenes para Cristo” ¿Y eso
de “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo?" Acaso también sea para ellos una pregunta anacrónica y una actitud muy desajustada a los cambios del mundo y de la iglesia, esa
iglesia que esta edificada sobre el rock, como la califican esos músicos
primer mundistas que subyugan y someten la capacidad artística de moros
y cristianos. En ese punto estoy de acuerdo, esa iglesia sí que está
expuesta a los cambios de todos los tiempos que corran sobre el planeta,
pero la “otra” iglesia, esa que está fundada sobre la roca de la revelación,
de cuyas puertas aseveró y sentenció Jesucristo una victoria sobre todo
tipo de influencias, tentaciones y ataques de diablo, de esa no: esa es
inmutable y gloriosa como el Espíritu que le da vida y guianza. No puede
cambiar, porque Dios, su Espíritu, no cambia, es inmutable. Y Dios no
sigue las tendencias y caprichos del ser humano: es el ser humano el que
tiene que encuadrar con su Voluntad.
Pero, aunque “rebelde e iconoclasta” la “inspirada” música rockera
“cristiana”, solo se queda en eso de la rebeldía rítmica, porque todos estos
“carismáticos” músicos vanguardistas del “cristianismo marketinero”
están bajo el dominio del aparato eclesiástico, cosa que no sufre, por
ejemplo, el rock secular o mundano: el aparato no tiene poder ni
condiciona a sus músicos y protagonistas. Sin embargo, el aparato
eclesiástico sí somete a sus músicos, cualesquiera que sean ellos,
demostrando así su poderío: todo está bajo su control, aun el más
despeinado y pintarrajeado cantorcito “cristiano” y la más rebelde y
sensual cantorcita “cristiana”: nadie escribe a su gusto y gana, nadie tiene
libre albedrío para “decir”, toda música “cristiana” está condicionada, hay
una regla de escribir y componer, y todas las producciones musicales que
ustedes puedan revisar y oír, se adscribe rigurosamente a esa
condicionante eclesiástica. Para muestra, esta publicación investigativa al
respecto:
“Se envió una amplia invitación para que fueran escritas músicas nuevas
que promovieran el mensaje de ‘Key ‘73’ con varias condiciones: las
palabras justicia, juicio, santidad, arrepentimiento, y varios otros términos
bíblicos no fueron permitidos usarse, y LAS LETRAS DEBÍAN SER DE UNA
NATURALEZA POSITIVA. Había un esfuerzo intencional para escribir
canciones NO OFENSIVAS”
La Música Cristiana Contemporánea está bien acomodada en los contextos
más ecuménicos. La misma música será perfectamente adecuada en un
retiro Católico Romano o en una conferencia del Concilio Mundial de
Iglesias o en un Avivamiento de la Risa carismático”.
Esta declaración debiera hacernos comprender una cosa que es
absolutamente clara: a la iglesia organizada no le molestan ni la música ni el ritmo, le molesta lo que se dice y quién lo dice, porque debe decirse lo
que “ella” dice. Y ese es el punto. La Biblia dice que Dios habita en medio
de la alabanza, eso no quiere decir que habita en medio del ritmo, sino,
cuando vemos el cuadro de adoración en la Gloria en las páginas del
Apocalipsis, veríamos que nadie adoraría hablando o cantando, todos
adorarían practicando algún ritmo: es la palabra la que contiene
alabanzas, la palabra expresa adoración, el decir, el hablar, con o sin
música. La Iglesia denominacional sabe esto, por eso ataca la palabra, la
expresión hablada o cantada, por eso controla el dicho, el verbo, la frase,
el adjetivo, el punto y la coma: teme la palabra de un heraldo ungido,
teme la palabra de un trovador ungido, porque ese cantor ungido trae una
palabra de…el Creador, el Padre Celestial, el Dios vivo y verdadero, el Rey
de Reyes. Pues es Él quién pone la palabra en un texto que será
musicalizado como en un discurso que será predicado. Nadie que no
cumpla las condiciones de la iglesia, accederá jamás a un lugar de
importancia en la galería de los monstruos sagrados de la
canción…”cristiana”. Eso está claro.
La siguiente nota que les reproduzco de H.T. Spence, Confrontando a la
Música Cristiana Contemporánea, grafica el resultado total y presente de
la música producida según las condiciones de la iglesia organizada:
La Música Cristiana Contemporánea fue también la música de la más
grande conferencia carismática ecuménica de los años 80. Ésta fue Nueva
Orleáns ’87, llevada a cabo en Julio de 1987. Yo asistí a ésta con
credenciales de prensa. Después de cuatro días de coros “renovados” y
rock cristiano, fue obvio para mí que la MCC era la música preferida de los
aproximadamente 40.000 carismáticos ecumenistas de la concurrencia.
Aproximadamente 40 diferentes denominaciones y grupos se juntaron
bajo el mismo techo, incluyendo a Episcopales, Iglesia de Cristo,
Metodistas Unidos, Bautistas Americanos, Iglesia Evangélica Luterana en
América, Iglesia Presbiteriana de USA, y docenas de otras. El cincuenta por
ciento de la concurrencia eran 20.000 Católicos Romanos. El sacerdote
Católico Romano Tom Forrest entregó el mensaje de cierre y llevó a la
variada multitud a ponerse de pie cuando él llamó por la unidad.
“Debemos alcanzar el mundo”, exclamó él, “y debemos alcanzarlo de la
única manera que podemos alcanzarlo, ¡debemos alcanzarlo JUNTOS!”
Ante aquellas palabras la multitud se puso en éxtasis, saltando, gritando,
hablando en lenguas, danzando.
Los músicos cristianos deben comprender (dije cristianos sin comillas) que
la música de Dios, del Padre Celestial, del Creador de todas las cosas y de
todo lo que respira, esa expresión de arte muy propia del Reino del Rey de
Reyes, Santo, Inmutable, Todopoderoso, Omnisciente y Omnipresente que
vive y estuvo muerto, no le pide prestado nada a la expresión cultural de
este mundo. ¡Sería el colmo de la mediocridad en cuanto a lo Divino! Cuán
ordinario y perecedero sería el reino de Dios si fuese una expresión
cultural colonizada, americanizada, europeizada. Si este Reino Glorioso y
eternamente poderoso de Dios hubiese sufrido un vulgar proceso de
transculturización y encontrásemos el día de Su Manifestación gloriosa a
los ángeles alabando “copados” y frenéticos al ritmo del rock evangélico,
al ritmo del hip hop evangélico, al ritmo de la cumbia o la salsa evangélica,
o "perreando", como se estila últimamente.
Se confunden tenebrosamente los músicos religiosos protestantes en
cuanto al concepto de música angelical: los ángeles no son influenciados
por la música rockera de ese mundillo de músicos drogadictos y
tormentosos hasta el suicidio, que influencian e influenciarán hasta el fin
de los tiempos a estos tristes y famélicos musiquillos mitómanos y
comerciales que amenizan las “santas” convocatorias de la religión.
Engañados en sus conceptos musicales y en sus habilidades, presas de la
vanidad y en el estado de locura que identifica al creyente de la edad de
Laodicea, están reclamándole al mundo que les reconozcan y les
consideren en todas las premiaciones que reconocen la producción de los
músicos seculares e inconversos, Grammy incluido, porque reclaman que
“su“ música “cristiana” no tiene nada que no tenga la de “ellos” (y es
verdad, pues deriva de “ellos”), y que los músicos “cristianos” son tan
profesionales y talentosos como cualquiera de los exponentes de la
música no cristiana. Para la Gloria de Dios, claro, no piensen mal de los
musiquitos protestantes, por favor, todo lo hacen “para la Gloria de Dios”.
Tan humilditos ellos que te da la sensación de que cada uno de ellos y
ellas nacieron en su propio pesebre.
Luego, si no comprenden la música de un hijo o hija de Dios restaurados,
nacidos de nuevo y sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús,
¿cómo comprenderán la música de los ángeles, la música celestial, la
música de Dios, el Padre Celestial y Creador? ¡Jamás! A menos, que se
entreguen a su propio aposento alto personal y experimenten la
investidura de Poder de lo Alto, y experimenten el ingreso triunfal del
Señor Jesucristo a sus vidas, constituyéndolos hijos e hijas de Dios.
Luego, si consideran anticuada la música de un hijo o hija de Dios, ¿cuán
más anticuada será la música de los ángeles? ¿Cuán más anticuados serán los cánticos de gloria? ¿Cuán más anticuada y obsoleta será la inspiración
musical propia de Dios?
Por supuesto, queda en evidencia irrefutable la condición de elevada y
aristocrática ignorancia cultural de la iglesia colonizada y transculturizada
del fin del tiempo, que fue sometida por el lenguaje y la expresión cultural
universal que constituye el rock, cuyo poder es evidente: expulsó a todos
los coristas sencillos y humildes de los himnos serenos y tradicionales, e
instaló a todos sus “rebeldes sin causa” (y sin libertad de expresión propia)
para que “alaben” a Dios con sus rockitos, hip-hop, reggaetones y etcs.,
los muy “espirituales” servicios religiosos de esta desvergonzada
prostituta protestante organizada.
En su propia iglesia de Ciudad del Este, en Paraguay, mi tío se rindió ante
su conjunto rockero de paraguayitos, ninguno alcanzaba la edad de los
dieciocho años, pero ellos impusieron el ritmo y el estilo. Hacen sonar sus
instrumentos amplificados para reventar tímpanos y a eso la congregación
debe aguantárselo por cuarenta y cinco minutos, más o menos. Le
pregunté a mi pariente cómo podía aguantarse tanto bullicio electrónico si
se suponía que los músicos debían y deben crear un ambiente de temor y
adoración. Me respondió que si no se aguantaba a esos menores de edad
tocando como tocaban, se iban de la iglesia y él se quedaba sin músicos,
completamente vencido de rock y trifulca de música extranjera en el
mismo país que habla guaraní masivamente.
En Cuba, un populoso barrio de nivel en Pereira, Colombia, fui invitado a
predicar a una iglesia de la llamada Restauración del Nombre de
Jesucristo. Un trío de muchachos por sobre los veintitantos años ameniza
la reunión. Dos son hijos del pastor, un hombre que entre su historial de
ministro registra una incursión pastoral en Estados Unidos, lo que le
permitió hacerse de un buen patrimonio para construir esta elegante
iglesia en ese lugar colombiano. Son rockeros los muchachos, claro que sí,
es lo que se estila. Son buenos ejecutantes, limpios y casi perfectos; un
baterista, un bajista y un primera guitarra y vocalista. Sus interpretaciones
son un verdadero pequeño concierto de rock. A eso se le llama hoy en día
“música de Dios”, “alabanza”, “himnos de adoración”,
“música…espiritual…”
Es el gran bache que lastimeramente exhiben las iglesias evangélicas
trinitarias, unitarias y branhamistas por toda Latinoamérica, todos en su
mayoría aceptaron la música comercial como la expresión musical oficial
del credo. De tal manera que puedo decir que es acertado el que comente
públicamente al predicar que las iglesias de hoy “alaban” a Dios al ritmo
de la música comercial evangélica: el muchachito toca su guitarra eléctrica pensando e imitando al famoso rockero mundano de la televisión,
mientras la congregación “enfervorizada” cree estar alabado a Dios. Qué
otra fuente de inspiración, claro, no hay imágenes de seres angelicales
ejecutando música rockera.
Yo he cambiado en mi natural proceso de madurez en lo creativo, pero
mis cambios pasan por el contenido y los estilos del texto más que por la
música. Mis transformaciones se experimentaron en la forma de hablar el
texto, de escribirlo, en la manera de decir. Estoy preocupado de eso. Creo
que un creador de Dios debe trabajar en todos los rubros de decir, pues se
canta no solo para alabar y adorar, también para enseñar doctrinas, para
testificar, para hacer historia del cristianismo, para denunciar y, claro,
también para hacer poesía al nivel de los escritos más poéticos de la
Biblia. Eso me ha convertido en elemento de conflicto en las iglesias, he
sido prohibido, censurado y expulsado por cantar las cosas que escribo
bajo esta manera de ver el arte musical y literario del cristianismo. Y esto
en todas las categorías eclesiásticas: unitarios, trinitarios, branhamistas,
todos han reaccionado en contra de mi trabajo musical cristiano. Reitero,
no me echan por el estilo musical que manejo, a eso hasta lo consideran
anticuado, me expulsan por lo que digo en las canciones. Las iglesias
ignoran de arte y estilos en su mayoría, respecto a lo terrenal, mucho más
respecto a las expresiones musicales de Dios, en eso son francamente
analfabetas, más que una tropilla de burros andinos, pues estos al menos
saben de quenas, ocarinas, erques, zampoñas y flautas, lo que los hace
más cultos que estos evangélicos protestantes transculturizados. No soy
un buen músico, cualquier músico comercial me pasa por encima en lo
teórico y en lo práctico. Nunca propondré ni haré una revolución musical
en ninguna parte, eso nunca me ha quitado el sueño. Es al revés, me
desvelo pensando en cómo desprenderme de estas influencias musicales
comunes, terrenales, naturales, mundanas si se quiere, para coincidir con
la música de la, llamémosla, cosmogonía celestial de Dios y sus legiones de
músicos angelicales. En el pasado los grandes compositores primer
mundistas soñaban y realizaban inmensas obras musicales, que hoy en día
han llegado a ser calificadas como “música culta”. Entre las naciones
aborígenes, aunque no publicitadas por el sistema, pues fueron aplastadas
por la engañifla de la “civilización y cristianización”, también hubo
conjuntos de músicos que haciendo uso de la caña y la percusión lograron
sonidos apacibles, inspiradores, jubilosos. La inspiración era más sublime
pese a lo terrenal de sus expositores, esa subliminidad no la tienen los
músicos actuales del protestantismo. El movimiento que provoca el ritmo
comercial en las masas religiosas es francamente grosero, turbio, duro, enajenante y a la vez, inocuo, vacío de Dios, enfermizo, endeble, falto de
celestialidad, carente del Espíritu de Dios: el Espíritu Santo no ha sido ni
será jamás rockero, o salsero, o hip hopero, o regaetonero. La locura de
los músicos “cristianos” sufre un desenfreno irremediable.
Frente a esta ignorancia de carácter tridimensional, los creadores
multifacéticos no tienen destino en el aparato religioso protestante. No es
su lugar definitivamente. La Biblia nos explica en Efesios 3 el carácter de la
sabiduría de Dios: es multiforme. A eso no lo comprenden los religiosos
actuales. Según la multiforme sabiduría de Dios los apóstoles hacían las
cosas de Dios. Hoy en día, se hacen según la necia sabiduría uniforme de la
iglesia organizada. ¿Por qué los músicos “cristianos” no aspiran ni
expresan esta multiforme sabiduría de Dios en sus “producciones”
comerciales? Porque son tan prostitutos como sus iglesias madres. A la
iglesia le gusta y le viene bien el producto comercial que produce este
músico moderno, porque todos ganan: el músico vende a dos manos y se
hace famoso y la iglesia aumenta sus ingresos por conceptos de diezmos,
ofrendas, donaciones y, claro, los porcentajes de las ventas de las
entradas de los conciertos “cristianos” que patrocina. Por eso la
monotemática es la reina de todos los productos musicales de los
cantantes comerciales protestantes, todos cantan lo mismo: alabanza y
adoración/adoración y alabanza/alabanza y adoración…. Hasta lo
insoportable. Se repiten a sí mismos, se copian a sí mismos, se plagian a sí
mismos y entre ellos mismos. Dije plagiar, yo pertenezco también a todo
ese rebaño de corderos y ovejas trasquilados por los plagiadores y piratas
evangélicos que avanzan en su carrera a la fama a cualquier precio y
usando todos los artilugios a manos llenas, para conseguir sus afiebrados
propósitos mitómanos: ser una estrella de la canción evangélica. Pobres y
miserables mendigos de una gloria tan efímera y fatal como la gloria de los
músicos inconversos, paganos, blasfemos y ateos de la mundanalidad. Y
aunque usted no lo crea: la iglesia los defiende, los cubre, como un gran
capo mafia, la iglesia protege a sus roedores musicales, porque, claro, ella
es la madre de ellos, por supuesto. Los medios no importan para nada,
han aportado grandes ganancias a la meretriz protestante, la vieja
comadrona evangélica ha disfrutado con ellos y los ha usado de manera
eficaz para seducir a las masas contemporáneas que acuden a sus
programas, conferencias y conciertos musicales en vivo, debe protegerlos.
Y los defiende atacando violentamente a los despojados que osan
denunciarlos e intentan desenmascararlos: favores mutuamente
cumplidos. A los pies de los cerros en San Francisco de Limache, Chile, envejece, ya de
ochenta años de edad, en la pobreza total, la creadora de Sigo Escalando
Peldaños, por ejemplo. Sus despojadores internacionales andan de país en
país, de avión en avión, como quién cambia de medias o de camisas,
embolsicándose las “bendiciones” que les reportan el plagio, el pirateo,
“santo”, claro. Ella no sabe tocar ningún instrumento musical. Ella piensa
su texto y piensa la música simultáneamente, llama a alguno de sus hijos
guitarristas y ellos le encuentran las notas de su creación. Ella no compuso
Sigo Escalando Peldaños pensando en cuanto ganaría con esa canción y
cuán famosa sería en la iglesia organizada. Ella escribió esa canción de
esperanza y lucha cuando un automóvil atropelló y dio muerte a uno de
sus once hijos. Ella perdonó al hechor y su esposo, hoy ya fallecido, visitó
al conductor de la tragedia en la cárcel y oró junto a él, ambos llorando
abrazados por el hecho trágico. No levantaron cargos contra él. El hombre
comenzó desde entonces una asistencia regular a las iglesias evangélicas.
De ese hecho nació esa canción inspirada. No del resultado de una amplia
investigación de mercadeo, no plagiada, no pensada para obtener
beneficios en función de la vanidad. Los buitres de la canción evangélica
no piensan así: depredan vorazmente todo los que les parece beneficioso
para sus cuentas bancarias y sus carreras artísticas…”cristianas”.
Respecto a lo mío, me he quedado quieto, no puedo rebajarme a disputar
derechos con gente de esta catadura. Cada vez que regresé a Chile
encontré que las canciones que escribí en mi juventud aparecen con
nuevos “autores”. Algunos de ellos consiguieron reverendos pastorados,
pero no me reciben porque por lo menos les da vergüenza, claro: no
vergüenza de haber despojado la obra de otro, sino de quedar mal frente
a sus “hijos” en Cristo, de que descubran que ha sido un farsante musical
evangélico. Já. Por otra parte, el autor de todo esto es Dios y uno
solamente es el escriba. Se arreglarán con Él.
En Venezuela, por el canal de cable oficial de los protestantes, me puse a
ver unas actuaciones de Marcos Witt, el capo máximo de los evangélicos y
católicos. Quién mejor ha encarnado el deseo ecuménico del aparato que
fiscaliza lo que se dice y lo que se escribe en las composiciones de sus
“ahijados” modernos. Apareció el tipo después de una cortina musical, a la
usanza de los cantantes seculares, como una gran estrella de la canción
(que lo es, sin duda). Traía una Biblia de tapas oscuras en sus manos, al
menos eso parece ser. Comenzó con una canción tranqui. Después, poco a
poco ya estaba en pleno vacilón rockero y haciendo vacilar a todo su
auditorio en un “poderoso” avivamiento rockero-espiritual, algo así. A
camisa suelta ya, sudado y practicando todos los gestos de los cantantes seculares cuando puntea el guitarrista su interludio. Y, por supuesto,
ejecutando algunos pasitos de baile, claro, se trata de un artista,
ubiquémonos. Bueno, en medio de todo el espectáculo el tipo no suelta
jamás la Biblia, ¿no? Tal vez, para que en medio de toda esa parafernalia
escénica no se olvide nadie de que se trata de un cantante “cristiano”.
Aunque hasta los espiritistas, satanistas y macumberos la usan a la Biblia,
ustedes saben. Digo: el tipo no canta mal. Está más panzoncito, eso sí.
Pero, a un autor, a un creador, a un compositor él no le va a decir que es
un gran hacedor de canciones. Es repetitivo, es monotemático. El
contenido no importa, él es el típico vacilador comercial evangélico. Nada
para pensar, nada para aprender, nada para edificación personal: vacilar,
vacilar que el mundo se va a acabar, y punto. El que no vacila con Marcos
Witt es momio. Algo así. El resultado es una pobre imitación de los
conciertos mundanos: nenitas chillando aleluyas y muchachitos saltando y
gritando como en esas grandes convocatorias rockeras o reggaetoneras de
hoy en día. Nunca verá ojo alguno multitud tan grande de “cristianos”
mitómanos, acomplejados y enajenados por la televisión satelital. Fue un
buen espectáculo aterrador.
Lo veía a Marquitos Witt y pensaba en amigos lejanos y conocidos de los
tabernáculos branhamitas. Uno de los pastores “branham”, quién ha sido
apodado “el gánster” en su propia comunidad religiosa, por ese afán de
copiar todo lo del evangelista norteamericano, hasta el usar un sombrero
de ala ancha que es lo que le da esa apariencia gansteril que le hizo
ganarse el apodo. Este tipo dijo despectivamente cierta vez a mi hijo
mayor: “No vamos a comparar a tu papá con Marcos Witt…” Otro ex
amigo espetó lo mismo a otro: “No me vengas a decir que la música del
Rafa es mejor que la de Marcos Witt…” Y en cierto tabernáculo branham,
del ala llamada “truenista”, me pidieron que cantase un par de canciones
de mi autoría, no me dieron ni cinco de… pero, después de mi
participación fallida, los muchachos del coro sacro, comenzaron a cantar
canciones del gordito mejicano famoso. Y recordé ese envenenado conato
que protagonicé con otro músico branhamita, también de Chile, muy
conocido internacionalmente en la comunidad referida, también
altamente influenciado por Witt. Y me preguntaba mientras recordaba
estos pasajes anecdóticos al ver rockerear a Witt agitando su Biblia de
tapas negras, qué dirían o qué pensarían ahora de la música de Marquitos
esos celosos branhamistas al saber de la voltereta magistral que practicó
míster Witt, ese talentoso payaso del circo internacional de la música
evangélica, abandonando a los protestantes, para enlistarse en las filas de
la iglesia católica. Esperarán, seguramente, que el ídolo vuelva al redil, sin embargo, la espera puede ser larga, porque en una de esas el famoso
gordito después de su experiencia católica, pueda querer enlistarse en la
galería de cantantes sufíes del Islam. Y, tal vez, cuando se canse de hacer
vacilar a los hijos de Alá, decida raparse para ir a conquistar al público
budista. Y, bueno, la espera puede alargarse, digo.
Uno no sabe si reírse o no de tanta ignorancia “espiritualmente”
organizada. Pero, es triste. Y muy desolador. El espectáculo es feo. No
tiene nada de paradisíaco. Con cantantes como estos, volvemos a perder
el Edén. Imagínense un show de estos pobres pordioseros culturales
eclesiásticos del protestantismo en pleno Paraíso. Un desastre. Satanás y
sus secuaces serían los únicos copados y gozosos. Sin duda.
Si los ángeles vacilan con Marcos Witt: Dios no existe.
Quién produce aun mayor lástima es esa pobre muchachita mejicana que
canta una canción titulada “Diablo Payaso” es un verdadero escracho.
María Magdalena se ruborizaría primero y entraría en franca bronca
después, si presenciara la actuación de esta moderna Salomé evangélica:
la bajaría de los pelos del escenario. El Resucitado que Magdalena anunció
no se merece a esta voluptuosa cantante mejicana evangélica que baila y
mueve sus caderas haciendo chillar y aullar a su público protestante-
ecuménico, que experimenta un gran “avivamiento” espiritual con esa
actuación intrépida. Pobre gordita caderuda. Da pena.
Y pobre y miserable destino musical el de esta enloquecida iglesia
denominacional de Laodicea. En Babilonia se cantaban mejores canciones,
más épicas, más poéticas, con mayor contenido. La iglesia protestante
está en caída vertical.
Es increíble, que aun militantes de lo denominado el Cuarto Camino, con
esa mezcla de brujos y shamanes, con espiritismo y todo ese aspecto
esotérico de cada religión, es decir, altamente sincréticos e indefinidos a la
vez, busquen una música más espiritual, un contenido que diga algo afín
con el espíritu, que no parezca terrena, que esté más allá de lo físico, eso
que ellos llaman: La Sinfonía de Dios. Para ellos, quién logre oír esta
sinfonía de Dios alguna vez en su vida, ha sintonizado con el Reino de Dios.
Este solo ejemplo destaca la ordinariez y la decadencia del concepto
“alabanza de Dios” que manejan estos tristes y tragicómicos cantantes
que exhibe vía satélite, para todo el orbe, la santísima hija de la santísima
madre iglesia católica de Roma. Cuál de las dos más prostituta.
A ver si les queda claro el tema y si les ayuda este ejemplo. Vi un
documental colombiano en mi estadía en el país cafetalero. El video
mostraba una especie de carnaval protagonizado por un encuentro de
culturas aborígenes de la nación. En el lugar elegido, se convocaban allí etnias amazónicas, gente de las comunidades Pastos, originarios del valle
de Cali, etc. A esta fiesta inter étnica fueron invitados dos rockeritos
bogotanos, nada más tirado de los pelos, pero de eso se trataba el video.
Lo más ridículo lo ponía la actitud de los muchachos, se paseaban por
todos los puestecitos de artesanías y comidas típicas, charlando con los
aborígenes que podían. Se reían de todo aquello los nenes, y a todo lo
encontraban sin valor o caricaturesco. En un pasaje del documental, los
chicos le preguntan a una damita originaria que le parece a ella, que por
primera vez en la historia, se hagan presentes en sus festividades étnicas
un par de músicos rockeros. Con la respuesta que les dio la dama
requerida, yo me daba la media vuelta allí mismo y me las tomaba
derechito para Bogotá, a meter mi cabecita en mi cubil rockero. Les dijo
que le parecía absolutamente mal y desubicado, porque ese era un
festival de culturas aborígenes, que ellos ya habían tenido bastante con la
cultura de los conquistadores para tener que aguantarse ahora la
musiquita rockera de los extranjeros. Les preguntó por qué no cultivaban
la música aborigen si eran del mismo país. Por qué negaban esa música
tradicional originaria y elegían la música extranjera.
La pregunta es: si un cantante rockero desubicado identitariamente, se ve
mal en una fiesta cultural indígena de su propio país, ¿cuán más ridículos y
desubicados se verán tres o cuatro rockeros paseándose como famosas
estrellas de la canción evangélica y ejecutando sus mundanas
inspiraciones al centro del Reino de Dios?
¿Qué cara pondrán todos estos músicos cuando lleguen a la Gloria, al
Juicio, claro, y no vean a ningún ángel con guitarra eléctrica
contorneándose sobre ella y haciendo todos esos gestos de muñeco
drogadicto con problemas estomacales, mientras puntea frenéticamente
un rock santo, santo, santo, tres veces santo? Y, ¿qué cara pondrán
cuando no vean a ningún ángel golpeando frenéticamente una batería,
moviendo desaforadamente su melena eterna, hasta despeinarse de gozo
espiritual?
Tampoco hallarán a las Marías famosas moviendo sus caderas como esa
gordita mejicana que canta Diablo Payaso. Tampoco hallarán exhibiciones
de Hip- Hop y Reggaetón mientras se espera que hable el Rey.
¡Oh, Dios! ¡Cuando hable el Rey! No sé si les quedarán ganas de rock o de
reggaetón, porque temblarán como enfermos de Parkinson, pero al doble
o al triple de la velocidad de sus incontrolados movimientos.
Eso da lástima, porque son seres humanos. El tema es que ellos debieran
tener lástima de sí mismos, pero continúan paseándose entre los hijos del
Reino como esos imbecilitos rockeritos bogotanos en medio de esa fiesta indígena, ¡queriéndonos decir que tienen una revolución musical de Dios y
cantándonos ridículamente sus internacionales cancioncitas comerciales
religiosas!
Basta ya. Dios nos libre a ellos y a nosotros, los músicos ignorados y
rechazados, del engaño universal de la iglesia protestante que los ampara
y les da fama y dinero, desviándolos fatalmente del Reino.
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