lunes, 20 de septiembre de 2010

Hno Rafael Mendoza


XI


LOS SALMISTAS PROTESTANTES



Los salmos revelan la verdad, no de una manera abstracta, sino en términos de la
experiencia humana. La verdad que así se entrega es entretejida en emociones, los
deseos y los sufrimientos del pueblo de Dios por medio de las circunstancias a través de
las cuáles ellos tienen que pasar. C.I. Scofield.

“El autor J. Lee Grady se mofa de la música Cristiana tradicional como de "endecha" o
"inmaculada"  y  como  de  algo  solo  para  "abuelas".  Él  continúa  y  hace  el  pretensioso
reclamo de que la música de adoración en el Cielo será caracterizada por "una docena
de órganos Hammond-B3 y una procesión de bailarines de hip-hop [rap] [N.T.: hip hop,
saltito  de  cadera]". No  contento  con  esta  descarada  pretensión, Grady  nos  dice  que
Jesucristo  "ama  todas  las  músicas,  aún  la  más  hedionda"  y  que  Jesucristo  se  goza
danzando con los ángeles y "poniéndose a tono con el sonido de R & B [rhythm y blues]
Cristianos que es emitido de una caja de altoparlante" (Way of Life)


La  historia  de  los músicos  “cristianos”  protestantes,  no  tiene  nada  que
envidiarle a la historia de los músicos y artistas de lo que denominamos el
mundo.  Cantan  lo  mismo,  con  los  mismos  intereses,  y  hasta  bailan  y
“vacilan”  lo  mismo.  Más  o  menos,  puedo  comprender  al  músico
protestante, porque tengo amados músicos creyentes, de muy sincera fe,
pero que no discriminan en cuanto a música porque consideran que toda
música, profana o divina, es un don de Dios. Pero olvidan que  la simiente
de Caín era también pródiga y prolífica en músicos y artistas, y creadores
de  tendencias  y  estilos, manufactureros  de  sus  propios  instrumentos,  y
que  pese  a  todo,  no  son  ni  serán  una  raza  con  gracia  de  salvación:  su
creatividad musical  y  sus  canciones  no  lograron  ni  lograrán  conseguirles
un  lugar  junto a Dios en su Reino. Y eso, no porque sea una maldición de
uno mismo, sino, porque Dios estableció que así fuera.
Sin  embargo,  decía,  comprendo  un  poco  a  ellos,  y  porque  yo  también
pensé como ellos en mis días jóvenes, cuando hacía mis tímidas y primeras
apariciones  en  el  seno  de  las  iglesias    pentecostales  trinitarias  y
presbiterianas de  la ciudad de Quilpué, en Chile, en el año 1972,  con mi guitarra  española  y mi  emergente  don  de  componer  canciones,  lo  que
hago hasta hoy.
Por esos días yo ya estaba  convertido en un  cantautor y participaba  con
éxito  en  los  festivales  estudiantiles  de  la  región,  con  mis  propias
creaciones, que en ese  tiempo estaban dedicadas a  la primera mujercita
que me  enamoró  en  los  patios  de mi  institución  escolar  secundaria. De
hecho (y hago este recuento personal para testimoniarle que se de lo que
hablo como músico), en uno de  los últimos certámenes estudiantiles que
participé llegué a la final con siete canciones mías, repartidas entre varios
intérpretes amigos, y obviamente gané yo con una de mis creaciones, no
había como perder, claro.
Cultivando esos estilos  románticos de  la época, marcados por  italianos y
españoles,  fue que me  re asomé al mundo evangélico en mi  juventud, y
digo así, porque desde niño había sido llevado a cultitos evangélicos, pero
después me  fui  apartando  y poniéndome  reacio a  seguir  asistiendo  a  su
reuniones, solo por causa de  las amistades y del encandilamiento natural
de las cosas de este mundo. Pero reingresé, decía, en todo el esplendor de
mi  vena  creativa.  Y  al  notar  en  estilo  tradicional  de  música  que  se
cultivaba e esas  iglesias, cuyos  ritmos más, digamos, modernos, pasaban
por el bolero y el valsecito peruanos, y la infaltable música mejicana, claro,
me  ocurrió  lo  mismo  que  les  ocurre  a  los  músicos  modernos  del
protestantismo y a mis amigos músicos amados, y, de paso, lo mismo que
al hombre que narra en la nota que inserté al comenzar este capítulo: los
encontré  anticuados,  creí  que  la música  debía  ser  renovada  y  como  yo
estaba  recontra  influenciado  por  los  románticos  italianos  y  españoles,  y
por todos eso rockeros norteamericanos del country y el blues, empecé a
componer  canciones  religiosas  en  esos  colores  tonales.  Eso  causó
conmoción naturalmente y  fui bien  recibido, aunque  también  fui mirado
sospechosamente como un “mundano”,  tanto como admirado. Al mismo
tiempo, estaban entrando a  las  iglesias evangélicas  los músicos  rockeros
más  radicales,  que  estaban  totalmente  influenciados  por  un  rock  más
pesado,  más  rítmico,  más  furioso.  Lo  mío  llegaba  hasta  Credence
Clearwater  Revival,  pero  los  ejércitos mayoritarios  de  rock  venían  de  la
influencia  de  The  Who,  Hendrix,  Stones,  Doors  (aunque  todos  ellos
crecieron bajo la influencia de Los Beatles), y toda esa pléyade de músicos
que  impactó  al mundo  entero  desde  los  campos  de Woodstock,  donde
hasta  nos  condenaron  a  la  marihuana  y  al  amor  libre.  Esos  músicos
renovadores impresionaban hasta en las calles con su modo de cantar “al
Señor” y así arrastraban a mucha gente  joven  tras ellos, era  lindo y  fácil:
solo había que cambiarle  la  letra al ritmo. Pero, en el cristianismo nunca ha sido el ritmo ni la letra lo que sufre cambios: era y es y seguirá siendo el
individuo. Pero, ellos, muy ufanos, caminaban las calles, parques y plazas,
moviéndose al compás de una alabanza rockera “cristianizada” fascinando
a  los  espectadores  de  este  “gran  avivamiento”  musical  de  “cristianos”
jóvenes.
Por  supuesto  que  lo  mío  no  fue  nada  comparado  con  la  apoteósica
revolución musical que emprendieron ellos en el seno de las “anticuadas”
iglesias  pentecostales  del  sur  del  mundo,  ellos  vencieron
abrumadoramente,  a  tal  punto  que  hasta  yo  mismo,  como  músico  y
creador  cristiano  soy  considerado  un  anticuado  y muy  retro  exponente
musical  cristiano. De  hecho, me  quedé  parado  en  ninguna  parte  con mi
creación cristiana, aunque no solo por el hecho de mi estilo musical, con el
cual  yo  mismo  he  estado  en  conflicto  intentando  siempre  melodías
cadenciosas y sobrias, que sean bellas en su tranquilidad y produzcan paz.
Me  he  volcado  a  ritmos más  naturales  y  originales  del  continente.  Sino
que también, porque, al revés de los músicos modernos que cambiaron el
ritmo de  la música protestante,  yo elegí  cambiar el  texto, el mensaje, el
contenido de esa canción, porque creo que el creador de Dios, el trovador
de  Dios  debe  cultivar  todos  los  discursos:  debe  hacer  historia  cantando 
debe  dar  testimonio  de  sí mismo  y  de  otros,  debe  adorar,  debe  alabar,
debe  adoctrinar  cantando,  debe  denunciar  y  hasta  debe  hacer  poesía
espiritual  cantando  y  no  debe  ser  tan  pobre  y  plagiador  textualmente,
como lo son estos tan planos músicos modernista del último tiempo.  Eso
me  ha  provocado  expulsiones  y  censuras  en  casi  todo  el  continente
latinoamericano,  lo  que  al  final  me  ha  dejado,  como  dije,  parado  en
ninguna  parte  con  lo  mío,  en  lo  musical  y  en  lo  literario.  No  deja  de
parecerme una  incongruencia risible: a mí me expulsan por decir críticas,
denuncias, historia o doctrina con palabras directas, con un discurso lírico
bien  armado  y  sobriamente  musicalizado,  a  los  músicos  rockeros,  hip
hoperos, del reggae, y la cumbia y la salsa “cristiana” los adoran, nadie los
censura. Claro, no me desorienta ni me quita el  sueño: yo no compongo
para ser famoso, o para hacerme un nombre en la galería de celebridades
de la música comercial evangélica, yo creo  que uno, ungido de tal don, es
un  creador  que  alaba  directamente  a  Dios  y  sirve  a  su  pueblo  sin
pretensiones  de  grandeza,  lucro  o  fama  internacional.  Yo  prefiero  ser
conocido  de Dios  a  que me  conozca  el mundo  entero  y me  desconozca
Dios. De  hecho,  en muchas  lugares  protestantes  que me  he  presentado
ocasionalmente,  la  televisión  protestante  de Viña  del Mar,  por  ejemplo,
me preguntaban y se preguntaban donde había estado yo escondido tanto tiempo, a  lo que yo  respondía diciéndoles que en el anonimato, que ese
era mi éxito como músico cristiano, mantenerme anónimo.
Así  que,  toda  esa  generación  de  pastores  rescatados  del  hipismo,  la
marihuana,  fuertemente  inclinados  al  rock,  se  apoderaron  del  espectro
musical  de  los  coros  protestantes  y  esto  es  lo  que  tenemos  hoy
enajenando a las masas religiosas.

El  movimiento  de  Música  Cristiana  Contemporánea  está  predicando
mucho de la misma cosa. Ellos nos dicen que Jesucristo no es separado del
mundo, que Él ama cada clase de música en este maligno mundo, que Él
danza  el  rock  and  roll,  que  Él  se  place  con  Su  pueblo  haciendo  hip  hop
alrededor  en  un  estadio  en  el  modo  de  los  modernos  rappers  [N.T.:
danzarines de  rap]. El Señor  Jesucristo que nosotros vemos en el  libro de
Apocalipsis  luego de la Resurrección y Ascensión no es un Jesús a tono; Él
es el temiblemente santo Jesús. Juan cayó a Sus pies como muerto. Los 24
ancianos  no  están  danzando  alrededor  con  Jesús  ante  algún  ritmo
excitante de rock, ellos están cayendo ante Él (Apocalipsis 4:10; 5:8). Ellos
no están batiendo  tambores; ellos están  tocando arpas  (Apocalipsis 5:8).
No  existe  la  más  leve  insinuación  de  una  danza  moderna  de  rock
llevándose a cabo en el Cielo.
 (Way of Life)

Los “shows cristianos” actuales producen el mismo frenesí y efervescencia
que  experimenta  cualquier  espectador  de  conciertos  rockeros  o
hiphoperos de la actualidad mundana. Si usted se ubica en las puertas de
los  establecimientos  donde  se  desarrollan  estas  “orgías  cristianas”  y
entrevista  a  cualquiera  de  los  asistentes  al  final  del  espectáculo
preguntándoles  qué  nuevo  aporte  edificativo  les  ha  significado  para  el
crecimiento  de  su  estatura  en  cuanto  a  lo  espiritual,  lo  escritural,  lo
doctrinario  o  la  revelación  cristiana  en  el  programa  de  los  “salmistas”
modernos  que  oyeron,  encogerán  sus  hombros  con  una  amplia  sonrisa
imbecibilizada y responderán que lo único que saben es que han tenido un
gran avivamiento espiritual, de lo más “cool” de los últimos tiempos. “¡Me
gocé mucho con el Señor!” “¡Fue chévere!” Y fuiste. Y todo eso es también
porque  los  músicos modernos  del  aparato  protestante  tampoco  tienen
mucho  que  aportar.  Hijos  de  una  generación  híbrida  e  indecisa  en  lo
relativo a la conversión, e ignorantes y ajenos a la naturaleza de la música
de  los  hijos  e  hijas  de  Dios,  y  del  conocimiento  de  Dios  en  pro  de  la
edificación del creyente genuino, no saben nada, no tienen nada, no ven nada.  Solo  las  influencias  que  reciben  a  diario  del  mundo  pagano,
blasfemo y ateo. 

Entonces  la diferencia es algunas veces  sutil... básicamente en  la  raíz, no
hay  diferencia.  ...  El  Cristianismo  es  sobre  rebelión.  La  única  diferencia
[entre el rock y rock Cristiano] es  la  lírica. Jesucristo era y es   aún EL MÁS
GRANDE  REBELDE  QUE  HA  CAMINADA  A  LA  FAZ  DE  LA  TIERRA...  Él  fue
crucificado por su rebelión. EL ROCK  ´N´ ROLL ES SOBRE LA MISMA COSA:
REBELIÓN...  PARA    EL  ROCK  Y  LA  IGLESIA  VAN  MANO  CON  MANO"
(Mark  Stuart  de  Audio  Adrenaline,  Pensacola  News  Journal,  Pensacola,
Florida, Marzo 1, 1998, pp. 1,6E). (Way of Life)

Petra  [N.T.: otro conjunto de rock "cristiano"] promueve  la blasfema  idea
de que Dios es el "Dios del Rock and Roll":
"Dios te dio el rock and roll/ Póngalo en el alma de cada uno/ Si usted ama
el sonido/ Nunca olvide su fuente/ Tu puedes dar vueltas/ Puedes cambiar
el curso/ Tu puedes amar el Rock/ y dejarlo libre en tu alma" ("Dios dio el
Rock and Roll", Petra). 
Robert  Sweet,  del  ahora  desbandado  grupo  de  rock  Cristiano:  Stryper,
tenía  pintado  el  siguiente  dicho  en  la  parte  de  atrás  de  su  butaca  de
tamborilero:  "JESÚS  BAILA  EL  ROCK"  [N.T.:  o  "JESÚS  ES  EL  ROCK"  (LA
ROCA),  usando  un  torpe  juego  de  palabras].  (Way  of  Life
http://www.wayoflife.org)


Todo esto lo copian los acomplejados músicos del protestantismo sudaca,
aun: ves a tipos ya ancianos cadenciándose “espiritualmente” regocijados
con el rock. No hay diferencia alguna, de  la misma manera   arrolladora e
instantánea  en  que  es  influenciado  y  poseído  por  el  ritmo    secular
extranjero un músico natural, sin ningún tipo de experiencia espiritual, así
mismo  son  arrollados  vertiginosamente  los  músicos  y  cantantes
supuestamente  cristianos que dominan en el aparato protestante. Como
músico,  siempre  me  parece  increíble  e  inexplicable  este  fenómeno
artístico  tanto  en  lo  secular  como  en  lo  religioso.  No  entiendo  cómo
músicos  tan  capaces y que no  tienen nada que envidiarles a  los músicos
primer mundistas,  no  puedan  crear  un  ritmo,  una  tendencia.  O,  por  lo
menos  utilizar  los  ritmos  y  estilos  del  lugar  de  nacimiento,  de  inserción
cultural, pues exactamente esa es  la procedencia de  los estilos  foráneos,
son  naturales  expresiones  de  su  culturalidad.    Da  la  sensación  de  que
viven  agazapados  esperando  una  nueva    expresión  musical  extranjera,
pues  apenas  se  produce  eso,  el  nuevo  ritmo  forastero,  de  inmediato aparecen músicos y cantantes totalmente influenciados por lo “nuevo”. Lo
nuevo de otros, de otras  culturas, de otras  latitudes, de otros modos de
vida.  Lo que más  llama  la  atención  y decae:  los  adoptan  como  si  fueran
creaciones de ellos, engañados a sí mismos en esa mitomanía colonialista,
posan como orgullosos autores y creadores de lo impuesto por el aparato
publicitario. Me  preguntó  cómo  es  posible  que  los músicos  nuestros  no
tengan nada de nada para presentar a  la universalidad. Se habla de  rock
chileno, rock argentino, rock peruano y así cada vez que aparece un ritmo
nuevo,  como  hoy  en  día:  regaetton  chileno,  regaetton  ecuatoriano,  y
jamás se habla de huayno inglés, cumbia francesa, cueca norteamericana,
eso  ni  siquiera  existe  como  tendencia  underground  en  las  grandes  o
pequeñas  ciudades  que  nos  exportan  exitosamente  sus  expresiones
culturales  musicales:  una  desgracia  total  e  irreversible.  Trasladado  al
campo “cristiano” protestante, es más frustrante y peor aún: reclaman ser
hijos del Creador y no han creado nada. Todo  lo que son  los extranjeros,
de inmediato pasan a ser ellos, una ausencia alarmante, grave y  oscura de
identidad:  Dios  no  tiene  hijos  tontitos  y  volubles,  y  manipulables  e
influenciables así,  tan gratis,  tan  fácilmente,  tan bobamente. Como en el
mundo  secular  se engañan  con el  cuento de que  son  creadores del  rock
argentino,  chileno,  venezolano, mejicano,  estos  pobres  infelices,  peleles
de  los manejos oscuros y anticristos de  la organización protestante creen
ser  “creadores”  del  rock  “cristiano”,  creadores  de  reggaetón  “cristiano”,
creadores  de  Metálica  “cristiana”.  Como  si  el  todopoderoso  reino  de
Jesucristo, el Señor, adoleciese de una expresión musical propia, como si
allí  presentase  un  vacío  la  creatividad  del  Creador  y  fuese  necesario
suplirla con las tendencias musicales de inconversos, blasfemos y paganos.
Hay una enfermedad allí, una enfermedad  religiosa. Hay un error allí, un
error religioso. Que peca ya, peca de omisión: le ha omitido la identidad a
su militante.  Aunque más  que  un  error,  raya  hace mucho  tiempo  en  la
mala  intención, esa  intención  retorcida y oscura de esta auténtica  iglesia
del diablo de ofrecerle este mundo y su gloria al ser humano que busca a
Dios, como satanás  lo ofreció sin éxito a Jesús en el desierto.


Messiah  Prophet  Band  va  aún más  lejos,  llamando  a  Jesús  “El  Amo  del
Metálico [N.T.: rock metálico]”:
“Oyes  una  resonante  guitarra/  Te  preguntas  lo  que  somos/  Dices  que
somos todos lo mismo/ Nos ves vestidos de negro/ Preparándote a atacar/
Dices  esto  es  una  vergüenza/  Pero    lo  sabes/  La  fuerza  detrás  nuestro
muestra/  Nuestro  único  camino  marca  a  casa/  ESTAMOS  ROCKEANDO POR EL ROCK  [N.T.: o “LA ROCA”, nuevamente usando el mismo  juego de
palabras.]  /  Y  nunca  nos  detendremos/  Y  esto  tu  ya  lo  sabes/  Jesús  dijo
sobre  este  Rock mi  iglesia  se  levantará/…  ÉL  ES  EL  AMO/  EL  AMO  DEL
METÁLICO…” (“El Amo del Metálico”, Messiah Prophet Band).

El grupo de rock “Cristiano” Barren Cross dice que Jesucristo es mejor que
marihuana e invita a sus seguidores a fumar en Su amor!
“Da una oportunidad, libertad al fin/ Gratuitamente para ti, toma y recibe/
Mejor  que marihuana,  Jesús  rockanrolea/  Ven  y  cree/  Encontrarás  gozo
vendrá  a  ti/  Toma  esto,  bebe  esto,  no  pagues,  ven  y  cree/  Fuma  en  su
amor:  cree/  Fuma  en  su  amor  y    verás  el  rock:  arrollar/  Cree”  (Barren
Cross, “Cree”).  Way of Life http://www.wayoflife.org

Todo  esto  reciben  y  creen  a  pie  juntillas  estos  músicos,  esta  triste  y
desgraciada  generación  de  músicos  que  insisten  en  llamarse  cristianos,
respaldados  y  “ungidos”  por  el  aparato  evangélico.  Todo  esto  repiten
“gozosamente”  a  los  espectadores  latinoamericanos,  como  una  gran
revelación,  como  grandes  gurúes  del  avivamiento  delirantemente
esperado  por  las  iglesias  del  protestantismo.  No  comprenden  que  el
cristianismo no necesita al dios de la música de este mundo inspirando sus
alabanzas  al  Creador.  No  comprenden  que  Dios  no  necesita  de  estos
rockeros  tormentosos,  depravados,  drogadictos,  cultores  del  suicidio,
homosexuales, transexuales, bisexuales para inspirar “alabanzas de gozo y
adoración” a sus trovadores religiosos para que estos a su vez “regocijen”
a “su” pueblo. Es una cuestión terrible y blasfema.
En el año 2001, coincidí con una reunión de músicos en un muy céntrico
hotel  de  Viña  del Mar,  frente  a  la  plaza  Francisco  Vergara.  Allí  estaban
todos  los  rockeros  evangélicos  de  los  años  70’s.  Contemporáneos míos,
con  los  cuales  nunca  armonicé.  Por  esos  años,  yo  subía  a  los montes  a
buscar  a  Dios  y  en  esas  jornadas  de  búsqueda  espiritual  compuse
muchísimas  veces  mis  canciones  para  la  gloria  del  Creador.  Hubo
momentos  en  que  suspendía  mis  travesías  por  el  campo  solitario  para
sentarme  a  componer mis himnos  a  la  vera de  los  caminos  campesinos:
ellos esperaban su inspiración de los Estados Unidos de Norteamérica o de
Inglaterra, allí se surtían de melodías y acudían a sus iglesias con un nuevo
avivamiento  musical,  así  que  siempre  estuvimos  en  veredas  opuestas.
Entre ellos estaba el Nene, este muchacho  fue quién compuso el  famoso
corito  que  dice:  “¡Hey, me  siento  feliz!/  si  Cristo  está mí/ me  llena  de
amor…” Nos contaba a los presentes, cuando hizo uso de la palabra como
uno  de  los  oradores más  sobresalientes  y más  célebres  de  ese mitin  de viejas  estrellas  vanguardistas  del  flamante  rock  “evangélico”,  que  esos
días del amor libre y la revolución de las flores y la marihuana, cruzaba él
junto a  sus hermanos de  la  iglesia de Cristo, por  las  calles de Valparaíso
cantando  su  rockito  célebre,  el  cual  yo  también  he  cantado  en muchas
ocasiones,  y  aun  junto  a  él mismo  incluso. Nos  comentaba  nostálgico  y
emocionado que por esos días la gente abría sus ventanas sorprendida de
verlos pasar alabando a Dios públicamente, con sus melenas  largas y sus
atuendos   desfachatados,  cantando un  rock moderno  con  letra  cristiana.
Eso para él era un auténtico avivamiento cristiano. Los hacía sentir algo así
como  Los  Beatles  evangélicos,  revolucionando  totalmente  el  concepto
musical eclesiástico. 

El mismo término “rock & roll”, que es comúnmente abreviado “rock”, se
refiere  específicamente  a  relaciones  sexuales  ilícitas.  La mayoría  de  los
diccionarios de música e historias de la música rock lo admiten.
 Les comparto algunos extractos acerca de  lo que  se dice del  rock en  los
círculos rockeros del mundo profesional:

“¡Esto  es  todo  sobre  lo  que  el  rock  es:  el  sexo  con  una  bomba  de  100
megatones: el ritmo!” (Gene Simmons de el grupo de rock Kiss, entrevista,
Entertainment Tonight, ABC, Diciembre 10, 1987).

“El misterio y  la mala conducta son  los dos más  importantes  ingredientes
en el rock and roll” (Bono, citado en Rock Facts, Rock & Roll Hall of Fame
and Museum, p. 12).

“El  rock and  roll es divertido, está  lleno de energía, está  lleno de  risa. Es
pícaro”  (Tina Turner,  citada en Rock Facts, Rock & Roll Hall of Fame and
Museum, p. 12).

“El  rock  and  roll  apunta  a  la  liberación  y  trascendente  erotización  de  lo
espiritual  y  la  espiritualización  de  lo  erótico,  porque  ése  es  su  universal
patrimonio” (Robert Palmer, Rock & Roll una Historia de Rebelión p. 12).

“El hervor del rock  fue  la cara de Dionisio  [N.T.: el dios pagano griego de
los  placeres],  lleno  de  febril  sexualidad  e  insensatez;  hizo  sonrojar  las
mejillas  de  las  nuevas  amas  de  casa  e  hizo  que  sonrosados muchachos
adolescentes  se  reinventaran  a    mismos  como  llameantes  criaturas”
(Nick Tosches, Country: Las Retorcidas Raíces del Rock and Roll, p. 58).
 “La música rock es sexo y debes golpearlos [a los adolescentes] en la cara
con esto” (Andrew Oldham, manager de los Rolling Stones, Time, Abril 28,
1967, p. 54).

“Cuando  Usted  está  en  un  cierto  marco  mental,  particularmente
sexualmente orientado, no hay nada mejor que el rock and roll… a causa
de  que  la  mayoría  de  los  que  lo  ejecutan  están  allí”  (manager  de
Aerosmith, USA Today, Diciembre 22, 1983, p. D5).

“La música  rock  es  sexo, el  fuerte pulso empareja  los  ritmos del  cuerpo”
(Frank Zappa de la Madre de la Invención, Life, Junio 28, 1968).
Way of Life http://www.wayoflife.org

Y  quiero  confrontarlo  con  lo  que  dice  Pablo  en  su  epístola  a  los  más
díscolos creyentes de la historia de la primera edad de la iglesia cristiana.
Recordándoles  que  también  por  ese  tiempo  había  tendencias,  modas,
íconos, tanto de la música, como del baile, así también de las letras y de la
filosofía, como  tendencias de  la moda, y  tendencias políticas y  religiosas,
ante lo cual sucumbían a menudo los corintios, a raíz de ello las epístolas a
estos creyentes de Corinto eran reprensivas, como este fragmento: 

“OJALÁ toleraseis un poco mi  locura; empero toleradme. Pues que os celo
con celo de Dios; porque os he desposado a un marido, para presentaros
como una virgen pura a Cristo. Mas temo que como la serpiente engañó a
Eva  con  su  astucia,  sean  corrompidos  así  vuestros  sentidos  en  alguna
manera,  de  la  simplicidad  que  es  en  Cristo.  Porque  si  el  que  viene,
predicare otro Jesús que el que hemos predicado, o recibiereis otro espíritu
del  que  habéis  recibido,  u  otro  evangelio  del  que  habéis  aceptado,  lo
sufrierais bien” 2 Corintios 11:1-4  

Hoy,  vencedores  por  abrumadora  mayoría  mundial  como  auténticos  y
muuyyy cristianos músicos del Señor, nadie osa pararse en las puertas de
las  iglesias  evangélicas  a  expulsarlos,  ni  siquiera  a  criticarlos  como  en  el
pasado de  su ofensiva  vanguardista  rockera, ni por  sus  estilos musicales
blasfemos, ni por sus estrafalarias vestimentas acorde con el estilo musical
que  implantaron,  sus  caras  pintarrajeadas,  sus  cabellos  recortados  o
largos  a  gusto  y  gana,  y  teñidos  del  color  que  también  impone  la
modalidad musical que cultivan: “para ganar  jóvenes para Cristo” ¿Y eso
de  “Recibiréis  poder  cuando  haya  venido  sobre  vosotros  el  Espíritu
Santo?"  Acaso  también  sea  para  ellos  una  pregunta  anacrónica  y  una actitud  muy  desajustada  a  los  cambios  del  mundo  y  de  la  iglesia,  esa
iglesia  que  esta  edificada  sobre  el  rock,  como  la  califican  esos músicos
primer mundistas que subyugan y someten la capacidad artística de moros
y  cristianos.  En  ese  punto  estoy  de  acuerdo,  esa  iglesia    que  está
expuesta a los cambios de todos los tiempos que corran sobre el planeta,
pero la “otra” iglesia, esa que está fundada sobre la roca de la revelación,
de  cuyas  puertas  aseveró  y  sentenció  Jesucristo  una  victoria  sobre  todo
tipo  de  influencias,  tentaciones  y  ataques  de  diablo,  de  esa  no:  esa  es
inmutable y gloriosa como el Espíritu que  le da vida y guianza. No puede
cambiar,  porque  Dios,  su  Espíritu,  no  cambia,  es  inmutable.  Y  Dios  no
sigue  las tendencias y caprichos del ser humano: es el ser humano el que
tiene que encuadrar con su Voluntad. 
Pero,  aunque  “rebelde  e  iconoclasta”  la  “inspirada”  música  rockera
“cristiana”, solo se queda en eso de la rebeldía rítmica, porque todos estos
“carismáticos”  músicos  vanguardistas  del  “cristianismo  marketinero”
están  bajo  el  dominio  del  aparato  eclesiástico,  cosa  que  no  sufre,  por
ejemplo,  el  rock  secular  o  mundano:  el  aparato  no  tiene  poder  ni
condiciona  a  sus  músicos  y  protagonistas.  Sin  embargo,  el  aparato
eclesiástico    somete  a  sus  músicos,  cualesquiera  que  sean  ellos,
demostrando  así  su  poderío:  todo  está  bajo  su  control,  aun  el  más
despeinado  y  pintarrajeado  cantorcito  “cristiano”  y  la  más  rebelde  y
sensual cantorcita “cristiana”: nadie escribe a su gusto y gana, nadie tiene
libre albedrío para “decir”, toda música “cristiana” está condicionada, hay
una regla de escribir y componer, y todas las producciones musicales que
ustedes  puedan  revisar  y  oír,  se  adscribe  rigurosamente  a  esa
condicionante eclesiástica. Para muestra, esta publicación  investigativa al
respecto:

“Se envió una amplia  invitación para que  fueran escritas músicas nuevas
que  promovieran  el  mensaje  de  ‘Key  ‘73’  con  varias  condiciones:  las
palabras justicia, juicio, santidad, arrepentimiento, y varios otros términos
bíblicos  no  fueron  permitidos  usarse,  y  LAS  LETRAS DEBÍAN  SER DE UNA
NATURALEZA  POSITIVA.  Había  un  esfuerzo  intencional  para  escribir
canciones NO OFENSIVAS”  
La Música Cristiana Contemporánea está bien acomodada en los contextos
más  ecuménicos.  La misma música  será  perfectamente  adecuada  en  un
retiro  Católico  Romano  o  en  una  conferencia  del  Concilio  Mundial  de
Iglesias o en un Avivamiento de la Risa carismático”.

Esta  declaración  debiera  hacernos  comprender  una  cosa  que  es
absolutamente clara: a la iglesia organizada no le molestan ni la música ni el ritmo, le molesta lo que se dice y quién lo dice, porque debe decirse lo
que “ella” dice. Y ese es el punto. La Biblia dice que Dios habita en medio
de  la alabanza, eso no quiere decir que habita en medio del  ritmo,  sino,
cuando  vemos  el  cuadro  de  adoración  en  la  Gloria  en  las  páginas  del
Apocalipsis,  veríamos  que  nadie  adoraría  hablando  o  cantando,  todos
adorarían  practicando  algún  ritmo:  es  la  palabra  la  que  contiene
alabanzas,  la  palabra  expresa  adoración,  el  decir,  el  hablar,  con  o  sin
música.  La  Iglesia denominacional  sabe esto, por eso ataca  la palabra,  la
expresión hablada o cantada, por eso controla el dicho, el verbo, la frase,
el  adjetivo,  el  punto  y  la  coma:  teme  la  palabra  de  un  heraldo  ungido,
teme la palabra de un trovador ungido, porque ese cantor ungido trae una
palabra de…el Creador, el Padre Celestial, el Dios vivo y verdadero, el Rey
de  Reyes.    Pues  es  Él  quién  pone  la  palabra  en  un  texto  que  será
musicalizado  como  en  un  discurso  que  será  predicado.  Nadie  que  no
cumpla  las  condiciones  de  la  iglesia,  accederá  jamás  a  un  lugar  de
importancia  en  la  galería  de  los  monstruos  sagrados  de  la
canción…”cristiana”. Eso está claro. 
La  siguiente nota que  les  reproduzco de H.T.  Spence, Confrontando  a  la
Música Cristiana Contemporánea, grafica el resultado total y presente de
la música producida según las condiciones de la iglesia organizada:

La  Música  Cristiana  Contemporánea  fue  también  la  música  de  la  más
grande conferencia carismática ecuménica de los años 80. Ésta fue Nueva
Orleáns  ’87,  llevada  a  cabo  en  Julio  de  1987.  Yo  asistí  a  ésta  con
credenciales  de  prensa.  Después  de  cuatro  días  de  coros  “renovados”  y
rock cristiano, fue obvio para mí que la MCC era la música preferida de los
aproximadamente  40.000  carismáticos  ecumenistas  de  la  concurrencia.
Aproximadamente  40  diferentes  denominaciones  y  grupos  se  juntaron
bajo  el  mismo  techo,  incluyendo  a  Episcopales,  Iglesia  de  Cristo,
Metodistas Unidos, Bautistas Americanos,  Iglesia Evangélica  Luterana en
América, Iglesia Presbiteriana de USA, y docenas de otras. El cincuenta por
ciento  de  la  concurrencia  eran  20.000  Católicos  Romanos.  El  sacerdote
Católico  Romano  Tom  Forrest  entregó  el mensaje  de  cierre  y  llevó  a  la
variada  multitud  a  ponerse  de  pie  cuando  él  llamó  por  la  unidad.
“Debemos  alcanzar  el mundo”,  exclamó  él,  “y  debemos  alcanzarlo  de  la
única  manera  que  podemos  alcanzarlo,  ¡debemos  alcanzarlo  JUNTOS!”
Ante aquellas palabras  la multitud se puso en éxtasis, saltando, gritando,
hablando en lenguas, danzando. 
 Los músicos cristianos deben comprender (dije cristianos sin comillas) que
la música de Dios, del Padre Celestial, del Creador de todas las cosas y de
todo lo que respira, esa expresión de arte muy propia del Reino del Rey de
Reyes, Santo, Inmutable, Todopoderoso, Omnisciente y Omnipresente que
vive y estuvo muerto, no  le pide prestado nada a  la expresión cultural de
este mundo. ¡Sería el colmo de la mediocridad en cuanto a lo Divino! Cuán
ordinario  y  perecedero  sería  el  reino  de  Dios  si  fuese  una  expresión
cultural  colonizada, americanizada, europeizada. Si este Reino Glorioso y
eternamente  poderoso  de  Dios  hubiese  sufrido  un  vulgar  proceso  de
transculturización y encontrásemos el día de Su Manifestación gloriosa a
los ángeles alabando “copados” y  frenéticos al ritmo del rock evangélico,
al ritmo del hip hop evangélico, al ritmo de la cumbia o la salsa evangélica,
o "perreando", como se estila últimamente.
Se  confunden  tenebrosamente  los  músicos  religiosos  protestantes  en
cuanto al concepto de música angelical:  los ángeles no  son  influenciados
por  la  música  rockera  de  ese  mundillo  de  músicos  drogadictos  y
tormentosos hasta el suicidio, que  influencian e  influenciarán hasta el fin
de  los  tiempos  a  estos  tristes  y  famélicos  musiquillos  mitómanos  y
comerciales  que  amenizan  las  “santas”  convocatorias  de  la  religión.
Engañados en sus conceptos musicales y en sus habilidades, presas de  la
vanidad y en el estado de  locura que  identifica al creyente de  la edad de
Laodicea,  están  reclamándole  al  mundo  que  les  reconozcan  y  les
consideren en todas las premiaciones que reconocen la producción de los
músicos seculares e  inconversos, Grammy  incluido, porque reclaman que
“su“ música  “cristiana”  no  tiene  nada  que  no  tenga    la  de  “ellos”  (y  es
verdad,  pues  deriva  de  “ellos”),  y  que  los músicos  “cristianos”  son  tan
profesionales  y  talentosos  como  cualquiera  de  los  exponentes  de  la
música no  cristiana. Para  la Gloria de Dios,  claro, no piensen mal de  los
musiquitos protestantes, por favor, todo lo hacen “para la Gloria de Dios”.
Tan  humilditos  ellos  que  te  da  la  sensación  de  que  cada  uno  de  ellos  y
ellas nacieron en su propio pesebre.
Luego, si no comprenden  la música de un hijo o hija de Dios restaurados,
nacidos  de  nuevo  y  sentados  en  lugares  celestiales  con  Cristo  Jesús,
¿cómo  comprenderán  la  música  de  los  ángeles,  la  música  celestial,  la
música  de  Dios,  el  Padre  Celestial  y  Creador?  ¡Jamás!  A menos,  que  se
entreguen  a  su  propio  aposento  alto  personal  y  experimenten  la
investidura  de  Poder  de  lo  Alto,  y  experimenten  el  ingreso  triunfal  del
Señor Jesucristo a sus vidas, constituyéndolos hijos e hijas de Dios.
Luego, si consideran anticuada  la música de un hijo o hija de Dios, ¿cuán
más anticuada será la música de los ángeles? ¿Cuán más anticuados serán los cánticos de gloria? ¿Cuán más anticuada y obsoleta será la inspiración
musical propia de Dios?
Por  supuesto,  queda  en  evidencia  irrefutable  la  condición  de  elevada  y
aristocrática  ignorancia cultural de  la  iglesia colonizada y transculturizada
del fin del tiempo, que fue sometida por el lenguaje y la expresión cultural
universal que constituye el rock, cuyo poder es evidente: expulsó a todos
los  coristas  sencillos y humildes de  los himnos  serenos y  tradicionales, e
instaló a todos sus “rebeldes sin causa” (y sin libertad de expresión propia)
para que  “alaben”  a Dios  con  sus  rockitos, hip-hop,  reggaetones  y  etcs.,
los  muy  “espirituales”  servicios  religiosos  de  esta  desvergonzada
prostituta protestante organizada.
En su propia iglesia de Ciudad del Este, en Paraguay, mi tío se rindió ante
su  conjunto  rockero  de  paraguayitos,  ninguno  alcanzaba  la  edad  de  los
dieciocho años, pero ellos impusieron el ritmo y el estilo. Hacen sonar sus
instrumentos amplificados para reventar tímpanos y a eso la congregación
debe  aguantárselo  por  cuarenta  y  cinco  minutos,  más  o  menos.  Le
pregunté a mi pariente cómo podía aguantarse tanto bullicio electrónico si
se suponía que los músicos debían y deben crear un ambiente de temor y
adoración. Me respondió que si no se aguantaba a esos menores de edad
tocando como tocaban, se  iban de  la  iglesia y él se quedaba sin músicos,
completamente  vencido  de  rock  y  trifulca  de  música  extranjera  en  el
mismo país que habla guaraní masivamente.
En Cuba, un populoso barrio de nivel en Pereira, Colombia,  fui  invitado a
predicar  a  una  iglesia  de  la  llamada  Restauración  del  Nombre  de
Jesucristo. Un trío de muchachos por sobre los veintitantos años ameniza
la reunión. Dos son hijos del pastor, un hombre que entre su historial de
ministro  registra  una  incursión  pastoral  en  Estados  Unidos,  lo  que  le
permitió  hacerse  de  un  buen  patrimonio  para  construir  esta  elegante
iglesia en ese lugar colombiano. Son rockeros los muchachos, claro que sí,
es  lo  que  se  estila.  Son  buenos  ejecutantes,  limpios  y  casi  perfectos;  un
baterista, un bajista y un primera guitarra y vocalista. Sus interpretaciones
son un verdadero pequeño concierto de rock. A eso se le llama hoy en día
“música  de  Dios”,  “alabanza”,  “himnos  de  adoración”,
“música…espiritual…”
Es  el  gran  bache  que  lastimeramente  exhiben  las  iglesias  evangélicas
trinitarias, unitarias  y branhamistas por  toda  Latinoamérica,  todos  en  su
mayoría aceptaron  la música comercial como  la expresión musical oficial
del credo. De tal manera que puedo decir que es acertado el que comente
públicamente al predicar que  las  iglesias de hoy “alaban” a Dios al  ritmo
de la música comercial evangélica: el muchachito toca su guitarra eléctrica pensando  e  imitando  al  famoso  rockero  mundano  de  la  televisión,
mientras  la congregación “enfervorizada” cree estar alabado a Dios. Qué
otra  fuente  de  inspiración,  claro,  no  hay  imágenes  de  seres  angelicales
ejecutando música rockera.
Yo  he  cambiado  en mi  natural  proceso de madurez  en  lo  creativo,  pero
mis cambios pasan por el contenido y  los estilos del texto más que por  la
música.  Mis transformaciones se experimentaron en la forma de hablar el
texto, de escribirlo, en la manera de decir. Estoy preocupado de eso. Creo
que un creador de Dios debe trabajar en todos los rubros de decir, pues se
canta no solo para alabar y adorar, también para enseñar doctrinas, para
testificar,  para  hacer  historia  del  cristianismo,  para  denunciar  y,  claro,
también  para  hacer  poesía  al  nivel  de  los  escritos  más  poéticos  de  la
Biblia. Eso me ha convertido en elemento   de conflicto en  las  iglesias, he
sido  prohibido,  censurado  y  expulsado  por  cantar  las  cosas  que  escribo
bajo esta manera de ver el arte musical y literario del cristianismo. Y esto
en  todas  las  categorías  eclesiásticas:  unitarios,  trinitarios,  branhamistas,
todos han reaccionado en contra de mi trabajo musical cristiano. Reitero,
no me echan por el estilo musical que manejo, a eso hasta  lo consideran
anticuado,  me  expulsan  por  lo  que  digo  en  las  canciones.    Las  iglesias
ignoran de arte y estilos en su mayoría, respecto a lo terrenal, mucho más
respecto  a  las  expresiones  musicales  de  Dios,  en  eso  son  francamente
analfabetas, más que una tropilla de burros andinos, pues estos al menos
saben  de  quenas,  ocarinas,  erques,  zampoñas  y  flautas,  lo  que  los  hace
más  cultos  que  estos  evangélicos  protestantes  transculturizados. No  soy
un  buen músico,  cualquier músico  comercial me  pasa  por  encima  en  lo
teórico y en  lo práctico. Nunca propondré ni haré una revolución musical
en  ninguna  parte,  eso  nunca  me  ha  quitado  el  sueño.  Es  al  revés,  me
desvelo pensando en cómo desprenderme de estas  influencias musicales
comunes, terrenales, naturales, mundanas si se quiere, para coincidir con
la música de la, llamémosla, cosmogonía celestial de Dios y sus legiones de
músicos  angelicales.  En  el  pasado  los  grandes  compositores  primer
mundistas soñaban y realizaban inmensas obras musicales, que hoy en día
han  llegado  a  ser  calificadas  como  “música  culta”.  Entre  las  naciones
aborígenes, aunque no publicitadas por el sistema, pues fueron aplastadas
por  la  engañifla  de  la  “civilización  y  cristianización”,  también  hubo
conjuntos de músicos que haciendo uso de la caña y la percusión lograron
sonidos apacibles,  inspiradores,  jubilosos. La  inspiración era más  sublime
pese  a  lo  terrenal  de  sus  expositores,  esa  subliminidad  no  la  tienen  los
músicos actuales del protestantismo. El movimiento que provoca el ritmo
comercial  en  las masas  religiosas  es  francamente  grosero,  turbio,  duro, enajenante y a  la vez,  inocuo, vacío de Dios, enfermizo, endeble, falto de
celestialidad,   carente del Espíritu de Dios: el Espíritu Santo no ha sido ni
será  jamás  rockero, o  salsero, o hip hopero, o  regaetonero. La  locura de
los músicos “cristianos” sufre un desenfreno irremediable. 
Frente  a  esta  ignorancia  de  carácter  tridimensional,  los  creadores
multifacéticos no tienen destino en el aparato religioso protestante. No es
su lugar definitivamente. La Biblia nos explica en Efesios 3 el carácter de la
sabiduría de Dios:  es multiforme. A  eso no  lo  comprenden  los  religiosos
actuales.  Según  la multiforme  sabiduría  de Dios  los  apóstoles  hacían  las
cosas de Dios. Hoy en día, se hacen según la necia sabiduría uniforme de la
iglesia  organizada.  ¿Por  qué  los  músicos  “cristianos”  no  aspiran  ni
expresan  esta  multiforme  sabiduría  de  Dios  en  sus  “producciones”
comerciales?  Porque  son  tan  prostitutos  como  sus  iglesias madres.  A  la
iglesia  le  gusta  y  le  viene  bien  el  producto  comercial  que  produce  este
músico moderno, porque todos ganan: el músico vende a dos manos y se
hace famoso y  la iglesia aumenta sus  ingresos por conceptos de diezmos,
ofrendas,  donaciones  y,  claro,  los  porcentajes  de  las  ventas  de  las
entradas  de  los  conciertos  “cristianos”  que  patrocina.  Por  eso  la
monotemática  es  la  reina  de  todos  los  productos  musicales  de  los
cantantes  comerciales  protestantes,  todos  cantan  lo mismo:  alabanza  y
adoración/adoración  y  alabanza/alabanza  y  adoración….  Hasta  lo
insoportable. Se repiten a sí mismos, se copian a sí mismos, se plagian a sí
mismos y entre ellos mismos. Dije plagiar, yo pertenezco también a todo
ese rebaño de corderos y ovejas trasquilados por los plagiadores y piratas
evangélicos  que  avanzan  en  su  carrera  a  la  fama  a  cualquier  precio  y
usando todos los artilugios  a manos llenas, para conseguir sus afiebrados
propósitos mitómanos: ser una estrella de la canción evangélica. Pobres y
miserables mendigos de una gloria tan efímera y fatal como la gloria de los
músicos  inconversos,  paganos,  blasfemos  y  ateos  de  la mundanalidad.  Y
aunque usted no  lo crea:  la  iglesia  los defiende,  los cubre, como un gran
capo mafia, la iglesia protege a sus roedores musicales, porque, claro, ella
es  la madre  de  ellos,  por  supuesto.  Los medios  no  importan  para  nada, 
han  aportado  grandes  ganancias  a  la  meretriz  protestante,  la  vieja
comadrona evangélica ha disfrutado  con ellos y  los ha usado de manera
eficaz  para  seducir  a  las  masas  contemporáneas  que  acuden  a  sus
programas, conferencias y conciertos musicales en vivo, debe protegerlos.
Y  los  defiende  atacando  violentamente  a  los  despojados  que  osan
denunciarlos  e  intentan  desenmascararlos:  favores  mutuamente
cumplidos. A los pies de los cerros en San Francisco de Limache, Chile, envejece, ya de
ochenta años de edad, en  la pobreza total,  la creadora de Sigo Escalando
Peldaños, por ejemplo. Sus despojadores internacionales andan de país en
país,  de  avión  en  avión,  como  quién  cambia  de  medias  o  de  camisas,
embolsicándose  las  “bendiciones”  que  les  reportan  el  plagio,  el  pirateo,
“santo”, claro. Ella no sabe tocar ningún  instrumento musical. Ella piensa
su texto y piensa  la música simultáneamente,  llama a alguno de sus hijos
guitarristas y ellos le encuentran las notas de su creación. Ella no compuso
Sigo  Escalando  Peldaños  pensando  en  cuanto  ganaría  con  esa  canción  y
cuán  famosa  sería  en  la  iglesia  organizada.  Ella  escribió  esa  canción  de
esperanza y  lucha cuando un automóvil atropelló y dio muerte a uno de
sus once hijos. Ella perdonó al hechor y su esposo, hoy ya fallecido, visitó
al  conductor de  la  tragedia en  la  cárcel y oró  junto a él, ambos  llorando
abrazados por el hecho trágico. No levantaron cargos contra él. El hombre
comenzó desde entonces una asistencia regular a  las  iglesias evangélicas.
De ese hecho nació esa canción inspirada. No del resultado de una amplia
investigación  de  mercadeo,  no  plagiada,  no  pensada  para  obtener
beneficios en  función de  la vanidad. Los buitres de  la canción evangélica
no piensan así: depredan vorazmente todo los que les parece beneficioso
para sus cuentas bancarias y sus carreras artísticas…”cristianas”.
Respecto a lo mío, me he quedado quieto, no puedo rebajarme a disputar
derechos  con  gente  de  esta  catadura.  Cada  vez  que  regresé  a  Chile
encontré  que  las  canciones  que  escribí  en  mi  juventud  aparecen  con
nuevos  “autores”. Algunos  de  ellos  consiguieron  reverendos pastorados,
pero  no  me  reciben  porque  por  lo  menos  les  da  vergüenza,  claro:  no
vergüenza de haber despojado la obra de otro, sino de quedar mal frente
a sus “hijos” en Cristo, de que descubran que ha sido un farsante musical
evangélico.  Já.  Por  otra  parte,    el  autor  de  todo  esto  es  Dios  y  uno
solamente es el escriba. Se arreglarán con Él.
En Venezuela, por el canal de cable oficial de los protestantes, me puse a
ver unas actuaciones de Marcos Witt, el capo máximo de los evangélicos y
católicos. Quién mejor ha encarnado el deseo ecuménico del aparato que
fiscaliza  lo  que  se  dice  y  lo  que  se  escribe  en  las  composiciones  de  sus
“ahijados” modernos. Apareció el tipo después de una cortina musical, a la
usanza de  los  cantantes  seculares,  como una  gran  estrella de  la  canción
(que  lo es,  sin duda). Traía una Biblia de  tapas oscuras en  sus manos, al
menos eso parece ser. Comenzó con una canción tranqui. Después, poco a
poco  ya  estaba  en  pleno  vacilón  rockero  y  haciendo  vacilar  a  todo  su
auditorio  en  un  “poderoso”  avivamiento  rockero-espiritual,  algo  así.  A
camisa suelta ya, sudado y practicando todos  los gestos   de los cantantes seculares  cuando  puntea  el  guitarrista  su  interludio.  Y,  por  supuesto,
ejecutando  algunos  pasitos  de  baile,  claro,  se  trata  de  un  artista,
ubiquémonos. Bueno, en medio de  todo el espectáculo el  tipo no  suelta
jamás  la Biblia, ¿no? Tal vez, para que en medio de toda esa parafernalia
escénica  no  se  olvide  nadie  de  que  se  trata  de  un  cantante  “cristiano”.
Aunque hasta los espiritistas, satanistas y macumberos la usan a la Biblia,
ustedes  saben.  Digo:  el  tipo  no  canta mal.  Está más  panzoncito,  eso  sí.
Pero, a un autor, a un creador, a un compositor él no le va a decir que es
un  gran  hacedor  de  canciones.    Es  repetitivo,  es  monotemático.  El
contenido no importa, él es el típico vacilador comercial evangélico. Nada
para pensar, nada para aprender, nada para edificación personal: vacilar,
vacilar que el mundo se va a acabar, y punto. El que no vacila con Marcos
Witt  es  momio.  Algo  así.  El  resultado  es  una  pobre  imitación  de  los
conciertos mundanos: nenitas chillando aleluyas y muchachitos saltando y
gritando como en esas grandes convocatorias rockeras o reggaetoneras de
hoy  en  día.  Nunca  verá  ojo  alguno multitud  tan  grande  de  “cristianos”
mitómanos, acomplejados y enajenados por  la televisión satelital. Fue un
buen espectáculo aterrador. 
Lo veía a Marquitos Witt y pensaba en amigos  lejanos y conocidos de  los
tabernáculos branhamitas. Uno de  los pastores “branham”, quién ha sido
apodado  “el gánster” en  su propia  comunidad  religiosa, por ese afán de
copiar todo lo del evangelista norteamericano, hasta el usar un sombrero
de  ala  ancha  que  es  lo  que  le  da  esa  apariencia  gansteril  que  le  hizo
ganarse  el  apodo.  Este  tipo  dijo  despectivamente  cierta  vez  a  mi  hijo
mayor:  “No  vamos  a  comparar  a  tu  papá  con  Marcos Witt…”  Otro  ex
amigo espetó  lo mismo a otro: “No me vengas a decir que  la música del
Rafa es mejor que la de Marcos Witt…” Y en cierto tabernáculo branham,
del ala llamada “truenista”, me pidieron que cantase un par de canciones
de  mi  autoría,  no  me  dieron  ni  cinco  de…  pero,  después  de  mi
participación  fallida,  los muchachos del  coro  sacro,  comenzaron a  cantar
canciones del gordito mejicano famoso. Y recordé ese envenenado conato
que  protagonicé  con  otro  músico  branhamita,  también  de  Chile,  muy
conocido  internacionalmente  en  la  comunidad  referida,  también
altamente  influenciado  por Witt.  Y  me  preguntaba  mientras  recordaba
estos  pasajes  anecdóticos  al  ver  rockerear  a Witt  agitando  su  Biblia  de
tapas negras, qué dirían o qué pensarían ahora de la música de Marquitos
esos celosos branhamistas al saber de  la voltereta magistral que practicó
míster  Witt,  ese  talentoso  payaso  del  circo  internacional  de  la  música
evangélica, abandonando a los protestantes, para enlistarse en las filas de
la iglesia católica.  Esperarán, seguramente, que el ídolo vuelva al redil, sin embargo,  la  espera  puede  ser  larga,  porque  en  una  de  esas  el  famoso
gordito después de su experiencia católica, pueda querer enlistarse en  la
galería de cantantes sufíes del  Islam. Y, tal vez, cuando se canse de hacer
vacilar  a  los  hijos  de  Alá,  decida  raparse  para  ir  a  conquistar  al  público
budista. Y, bueno, la espera puede alargarse, digo. 
Uno  no  sabe  si  reírse  o  no  de  tanta  ignorancia  “espiritualmente”
organizada.  Pero,  es  triste.  Y muy  desolador.  El  espectáculo  es  feo.  No
tiene nada de paradisíaco. Con cantantes como estos, volvemos a perder
el  Edén.  Imagínense  un  show  de  estos  pobres  pordioseros  culturales
eclesiásticos del protestantismo en pleno Paraíso. Un desastre. Satanás y
sus secuaces serían los únicos copados y gozosos. Sin duda.
Si los ángeles vacilan con Marcos Witt: Dios no existe.
Quién produce aun mayor lástima es esa pobre muchachita mejicana que
canta  una  canción  titulada  “Diablo  Payaso”  es  un  verdadero  escracho.
María  Magdalena  se  ruborizaría  primero  y  entraría  en  franca  bronca
después, si presenciara  la actuación de esta moderna Salomé evangélica:
la bajaría de los pelos del escenario. El Resucitado que Magdalena anunció
no se merece a esta voluptuosa cantante mejicana evangélica que baila y
mueve  sus  caderas  haciendo  chillar  y  aullar  a  su  público  protestante-
ecuménico,  que  experimenta  un  gran  “avivamiento”  espiritual  con  esa
actuación intrépida. Pobre gordita caderuda. Da pena.
Y  pobre  y  miserable  destino  musical  el  de  esta  enloquecida  iglesia
denominacional de Laodicea. En Babilonia se cantaban mejores canciones,
más  épicas,  más  poéticas,  con  mayor  contenido.  La  iglesia  protestante
está en caída vertical. 
Es  increíble, que aun militantes de  lo denominado el Cuarto Camino, con
esa  mezcla  de  brujos  y  shamanes,  con  espiritismo  y  todo  ese  aspecto
esotérico de cada religión, es decir, altamente sincréticos e indefinidos a la
vez, busquen una música más espiritual, un contenido que diga algo afín
con el espíritu, que no parezca terrena, que esté más allá de lo físico, eso
que  ellos  llaman:  La  Sinfonía  de  Dios.  Para  ellos,  quién  logre  oír  esta
sinfonía de Dios alguna vez en su vida, ha sintonizado con el Reino de Dios.
Este  solo  ejemplo  destaca  la  ordinariez  y  la  decadencia  del  concepto
“alabanza  de  Dios”  que manejan  estos  tristes  y  tragicómicos  cantantes
que exhibe vía satélite, para todo el orbe, la santísima hija de la santísima
madre iglesia católica de Roma. Cuál de las dos más prostituta.
 A  ver  si  les  queda  claro  el  tema  y  si  les  ayuda  este  ejemplo.  Vi  un
documental  colombiano  en  mi  estadía  en  el  país  cafetalero.  El  video
mostraba  una  especie  de  carnaval  protagonizado  por  un  encuentro  de
culturas  aborígenes de  la  nación.  En  el  lugar  elegido,  se  convocaban  allí etnias amazónicas, gente de  las comunidades Pastos, originarios del valle
de  Cali,  etc.  A  esta  fiesta  inter  étnica  fueron  invitados  dos  rockeritos
bogotanos, nada más tirado de los pelos, pero de eso se trataba el video.
Lo más  ridículo  lo  ponía  la  actitud  de  los muchachos,  se  paseaban  por
todos  los  puestecitos  de  artesanías  y  comidas  típicas,  charlando  con  los
aborígenes  que  podían.  Se  reían  de  todo  aquello  los  nenes,  y  a  todo  lo
encontraban  sin  valor  o  caricaturesco.  En  un  pasaje  del  documental,  los
chicos  le preguntan a una damita originaria que  le parece a ella, que por
primera vez en  la historia, se hagan presentes en sus festividades étnicas
un  par  de  músicos  rockeros.  Con  la  respuesta  que  les  dio  la  dama
requerida,  yo  me  daba  la  media  vuelta  allí  mismo  y  me  las  tomaba
derechito para Bogotá, a meter mi cabecita en mi cubil  rockero. Les dijo
que  le  parecía  absolutamente  mal  y  desubicado,  porque  ese  era  un
festival de culturas aborígenes, que ellos ya habían tenido bastante con la
cultura  de  los  conquistadores  para  tener  que  aguantarse  ahora  la
musiquita rockera de  los extranjeros. Les preguntó por qué no cultivaban
la música  aborigen  si  eran del mismo país. Por qué negaban  esa música
tradicional originaria y elegían la música extranjera.  
La pregunta es: si un cantante rockero desubicado identitariamente, se ve
mal en una fiesta cultural indígena de su propio país, ¿cuán más ridículos y
desubicados  se  verán  tres  o  cuatro  rockeros  paseándose  como  famosas
estrellas  de  la  canción  evangélica  y  ejecutando  sus  mundanas
inspiraciones al centro del Reino de Dios?
¿Qué  cara  pondrán  todos  estos  músicos  cuando  lleguen  a  la  Gloria,  al
Juicio,  claro,  y  no  vean  a  ningún  ángel  con  guitarra  eléctrica
contorneándose  sobre  ella  y  haciendo  todos  esos  gestos  de  muñeco
drogadicto  con problemas  estomacales, mientras puntea  frenéticamente
un  rock  santo,  santo,  santo,  tres  veces  santo?  Y,  ¿qué  cara  pondrán
cuando  no  vean  a  ningún  ángel  golpeando  frenéticamente  una  batería,
moviendo desaforadamente su melena eterna, hasta despeinarse de gozo
espiritual?
Tampoco hallarán a  las Marías  famosas moviendo  sus  caderas  como esa
gordita mejicana que canta Diablo Payaso. Tampoco hallarán exhibiciones
de Hip- Hop y Reggaetón mientras se espera que hable el Rey.
¡Oh, Dios! ¡Cuando hable el Rey! No sé si les quedarán ganas de rock o de
reggaetón, porque temblarán como enfermos de Parkinson, pero al doble
o al triple de la velocidad de sus incontrolados movimientos.
Eso da lástima, porque son seres humanos. El tema es que ellos debieran
tener lástima de sí mismos, pero continúan paseándose entre los hijos del
Reino como esos  imbecilitos rockeritos bogotanos en medio de esa fiesta indígena, ¡queriéndonos decir que tienen una revolución musical de Dios y
cantándonos  ridículamente  sus  internacionales  cancioncitas  comerciales
religiosas!
Basta  ya.  Dios  nos  libre  a  ellos  y  a  nosotros,  los  músicos  ignorados  y
rechazados, del engaño universal de la iglesia protestante que los ampara
y les da fama y dinero, desviándolos fatalmente del Reino.

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